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Educación laica divide a pueblo ultracatólico mexicano de Nueva Jerusalén

Juana Zeferino, de 15 años, espera bajo la lluvia un autobús afuera de la comunidad ultracatólica de Nueva Jerusalén para ir a estudiar a un pueblo vecino, mientras dentro del pueblo Elia Ríos dice que por «milagro» de la virgen su madre ap

En Nueva Jerusalén, pueblo de 4,000 habitantes en el oeste de México, una minoría de unos 1,000 vecinos se enfrentan a la mayoría en su reclamo de acceder a la educación laica del Estado mexicano.

Los miembros de la secta que domina el pueblo, que creó Nueva Jerusalén en 1973 tras una supuesta aparición de la Virgen, destrozaron en julio las dos escuelas oficiales del pueblo, y el pasado lunes, cuando comenzó el ciclo escolar, impidieron que los niños de los vecinos que pretenden ir a las escuelas laicas, con quienes intercambiaron golpes y empujones, recibieran clases con maestros del Estado.

Promesas incumplidas del gobierno

La solucion ofrecida por las autoridades fue instalar aulas provisionales propias en dos comunidades vecinas o que los menores tomaran clases en las escuelas de estas localidades.

Pero llegó el lunes y unos 300 chicos iniciaron la semana, la segunda del ciclo escolar, quedándose en casa y con el uniforme puesto.

Los autobuses para el traslado jamás arribaron y, en todo caso, los "disidentes" no aceptaron esa alternativa por el peligro que implica que sus hijos recorran a diario caminos rurales y por temor a que el transporte ofrecido no dure ni un mes.

"Nosotros queremos estudiar aquí, no queremos que nuestros niños vayan a otros pueblos a estudiar, hay riesgos en el camino", dijo durante un mitin Priscila Domínguez, una de las voceras de los vecinos que reclama educación laica.

"Ya que nosotros no sabemos nada, al menos que nuestros hijos sí estudien de verdad", dice Domínguez, rodeada de medio centenar de niños de todas las edades que llevaban una pancarta reclamando educación.

Juana Zeferino les da la razón. Ella está ya en bachillerato y pasó fugazmente por la escuela parroquial de la comunidad ultracatólica, que no es reconocida por el gobierno federal ni por la Iglesia tradicional.

"En esa escuela no se aprende nada: pura religión y a leer y a escribir. Nada de ciencias naturales. Dicen que es pornografía. Cuando llegaban libros de texto, arrancaban las páginas de clase de sexualidad", dijo la joven a la agencia AFP.

Elia Ríos, de 71 años, habla maravillada, con el rosario en la mano, del milagro de cómo su madre se educó apenas llegó a la comunidad, en la década de 1970.

"Por milagro de la virgen del Rosario aprendió a leer y a escribir ella solita, nadie le enseñó. Para que vean que aquí sí se aprende", dice.

"Quieren meter la droga y la prostitución", dicen radicales

Juan Carlos Téllez, apoderado legal de la comunidad radical, rechaza que estén violando garantías constitucionales de acceso a la educación pues, asegura, ellos ofrecen en la escuela parroquial las clases necesarias.

"Lo de las escuelas (laicas) es un pretexto. Ese grupo quiere meter aquí la droga, la delincuencia, la prostitución", dijo en un acto sobre el grupo "moderado", que también practica el ultracatolicismo pero que no objeta la enseñanza laica.

Téllez insinúa que los "moderados" podrían estar ligados con los grupos del narcotráfico que han convertido a Michoacán en uno de los estados más violentos de México.

Los "moderados" acusan a su vez al otro grupo de hacer un negocio de la religión pues, dicen, les exigen distintas "limosnas", como el ceder el 25% del apoyo del gobierno a las familias de escasos recursos.

"Muchos de aquí, por no haber estudiado bien en esa escuela parroquial, no conseguimos trabajo y nos vamos a Estados Unidos de mojados" (inmigrantes clandestinos), asevera Julio con tono molesto.

"A mí me cobraron 1.000 dólares cuando regresé (de Estados Unidos) porque si no los daba, me echaban con todo y raza (familia). Días después, otros 1.000, como si yo hubiera ido a barrer dinero", dice de su lado Martín Zaragoza.

Mientras, en las afueras del pueblo permanecían apostadas varias decenas de policías federales que sorpresivamente llegaron pasado el mediodía del lunes, un hecho inédito en Nueva Jerusalén.

"Hablamos (con los dos grupos) del problema, es todo. Vamos a esperar órdenes, vamos a permanecer un rato más", dijo el oficial Miguel Guerrero, comandante a cargo del operativo.

Téllez dijo de su lado que la Policía Federal acudió a atestiguar el "ambiente de paz y tranquilidad" que se vive en el pueblo.

El aparatoso despliegue militar no interrumpió sin embargo el "festival cultural" organizado por la comunidad radical para los numerosos medios de comunicación presentes, para que atestigüen "que aquí sí se aprende", según afirmó el padre Luis, vocero de los religiosos. 

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