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Imagen de la Iglesia católica. / RR SS.

Economía y religión · por Julián Arroyo

Descargo de responsabilidad

Esta publicación expresa la posición de su autor o del medio del que la recolectamos, sin que suponga que el Observatorio del Laicismo o Europa Laica compartan lo expresado en la misma. Europa Laica expresa sus posiciones a través de sus:

El Observatorio recoge toda la documentación que detecta relacionada con el laicismo, independientemente de la posición o puntos de vista que refleje. Es parte de nuestra labor observar todos los debates y lo que se defiende por las diferentes partes que intervengan en los mismos.

I

La historia y la actualidad ofrecen ejemplos claros de cómo la economía y la religión se entrelazan, desde la prominencia de las instituciones religiosas hasta el impacto financiero de sus actividades y creencias.

La relación entre la religión y la economía es intrincada y multifacética. A menudo, las facultades eclesiásticas y las universidades civiles parecen operar en esferas separadas, pero los ejemplos internacionales sugieren que pueden presentar similitudes en su funcionamiento.

El interés en este tema es considerable, aunque la dificultad reside en cómo y dónde obtener datos fiables. Es indiscutible que el poder y la riqueza ejercen una atracción significativa sobre la sociedad en general.

En cuanto al ejercicio del poder, existen múltiples métodos; por ejemplo, un profesor de una universidad prestigiosa puede tener una influencia notable, aunque no tan directa como la de aquellos que incitan y provocan a través de las redes sociales. Es evidente que la motivación económica es fundamental, ya que sin recursos financieros mínimos, la supervivencia misma se pone en riesgo.

El agudo escritor Quevedo lo inmortalizó en su letrilla: “Poderoso caballero es don dinero”. Qué razón e intuición tuvo. Don dinero abre todas las puertas y cerrojos imaginables. Y para quien no lo posee, como se ve, se le cierran. Lo despediremos lo antes posible, si lo tenemos cerca. Aquí siempre están los extremos: aquellos que viven con un dólar al día (y a veces menos) y aquellos que encuentran puertas abiertas a tantos bienes materiales, realizando todo tipo de exhibiciones.

Los mormones tienen una larga historia desde su establecimiento en Estados Unidos. Se dice que son 16 millones de personas las que pertenecen a esta rama del cristianismo. A menudo se les ve con la cabeza cubierta y con ropa de trabajo para cultivar los campos, entre los que viven. Aceptan fácilmente a quienes desean unirse a ellos. Oficialmente son la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Acuden a la iglesia semanalmente. Llevan una vida virtuosa basada en principios morales.

En cuanto a las finanzas, se habla de ingresos anuales solo en Estados Unidos de 7 mil millones de dólares. Son conocidos por construir iglesias y templos, así como centros de bienestar y ayuda humanitaria, más programas comunitarios alrededor del mundo. Realizan muchas contribuciones y donaciones, y ellos mismos aportan el 10% de sus ingresos a la Iglesia.

Poseen significativas inversiones financieras y propiedades, las cuales están exentas de impuestos, permitiéndoles así incrementar su patrimonio. Además, cuentan con empresas propias y particulares inversiones financieras. Sus contribuciones económicas son una manifestación de su fe y devoción hacia Dios. Están convencidos de que serán gratificados por esto.

Son entidades transparentes que regularmente presentan informes financieros y practican la convivencia multicultural, siendo también destacados terratenientes en Estados Unidos. Se cuestiona si están conscientes de que sus contribuciones serán recompensadas por Dios, pero son personas coherentes y comprometidas. Los traigo a colación porque mantienen la mayor relación posible entre economía y religión.

El libro “Divina economía: la teología y el mercado” del pastor metodista Duane Stephen Long, publicado por Nuevo Inicio en 2008 y traducido al español, es el primero en abordar directamente la relación entre economía y teología, según lo presentaron. Con 600 páginas, el autor, profesor de teología sistemática en la Universidad Marquette, un centro católico, presenta el tema desde tres tradiciones distintas en el contenido de sus tres secciones.

La primera sección trata sobre la tradición liberal, predominante en el siglo XX, que defiende el capitalismo democrático y los valores del mercado, basándose en las ideas de Max Weber. Sin embargo, esta tradición no hace una clara distinción entre hechos económicos y valores éticos, lo cual es considerado uno de sus principales defectos según el autor.

La segunda corriente es la tradición emergente, compuesta por autores expertos en marxismo, que critican el capitalismo y la tradición liberal. Incluye la teología de la liberación, el feminismo y la perspectiva afrodescendiente. Aportan clarificaciones teológicas, pero la ideología marxista puede llegar a sofocar la teología, dando la impresión de que lo que realmente les molesta es el cristianismo y la iglesia.

Por otro lado, la tradición residual. Estudia la relación desde la perspectiva de las virtudes. Sus defensores, incluido Long, opinan que se debe regresar a Tomás de Aquino como una crítica útil a la economía actual para construirla  al servicio del ser humano.

Necesitamos un mínimo para sobrevivir y buscar seguridad en nuestra existencia, pero no es suficiente. Requerimos servicios hospitalarios de calidad, los cuales son muy costosos. Esto no se alinea con el liberalismo, que propone solucionarlo mediante la pertenencia a sociedades privadas que se deben pagar para satisfacer nuestras necesidades sanitarias.

En este contexto, la socialdemocracia podría ofrecer una solución a través de los impuestos. Sin embargo, preferimos pagar solo cuando sea imprescindible y, si es posible, nada. El dinero parece estar mejor en nuestro bolsillo, lo que resulta ser una trampa para aquellos con sueldos bajos o medios, beneficiando solo a aquellos con una economía muy sólida. La distribución de la riqueza es necesaria. ¿No es eso lo justo?


II

La Iglesia, con su red de monjas, monasterios y universidades eclesiásticas, actúa como un proveedor que ofrece la salvación como su producto principal.

Es necesario extraer algunas conclusiones del estudio de Long para evaluar adecuadamente las cosas, considerando las consecuencias obtenidas.

La Iglesia funciona como una empresa de negocios, una perspectiva que algunos pueden compartir, mientras que otros pueden no estar de acuerdo, prefiriendo ver a la teología de las iglesias sin simplificaciones.

En detalle: 1) la salvación es el producto que ofrecen; 2) para vender, se requieren proveedores: monjas, monasterios, frailes, universidades eclesiásticas, entre otros; 3) servicio uniforme; 4) una excelente red de distribución. Esto constituye la empresa religiosa en sí misma.

No se acepta que la economía domine la religión, cuestionando la independencia de la Iglesia y su misión. Entonces, ¿por qué mencionar el secularismo moderno? La tradición liberal dominante defiende el mercado capitalista, pero en última instancia promueve la exaltación de la libertad, sin considerar la distinción entre hechos económicos y valores éticos que quedan marginados.

La tradición emergente está teñida de marxismo, llegando a la conclusión de que la acción de Dios es la teología de la liberación terrenal, una acción liberadora que no es trivial. Lo primero es alimentar al hambriento, sin lo cual no puede vivir y cualquier otra petición parece más ideológica. Una vez superado esto, se puede continuar más allá, pero no antes.

Es evidente que cualquier cosa que suene a marxismo es automáticamente demonizada. ¿Acaso no existen análisis válidos dentro de la tradición marxista? Son rechazados sin consideración previa.

La tradición residual se afirma con fuerza: la teología es constitutiva de lo real. Así, aquellos que carecen de Dios, por ser no creyentes o por no creer en la trascendencia, son marginados y considerados monstruos desde un punto de vista racional. Es fundamental, se les considera de mente cerrada, ya que creer es visto como algo razonable.

En cuanto a la doctrina social de la Iglesia, ni siquiera se menciona la Sollicitudo rei sociale de Juan Pablo II, que podría resultar incómoda. Y qué decir de tener en cuenta a los teólogos del Concilio Vaticano II, como Chenu, Congar, De Lubac, Rahner, Schillebeck, entre otros, sin olvidar a Agustín de Hipona y Tomás de Aquino.

Parece que todos llevamos anteojeras que nos impiden ver el bosque por los árboles. Nuestra propia posición explica las interpolaciones. Esto es lo que sucede con las interpretaciones que defienden a Agustín y Tomás como defensores de la propiedad privada. ¿Qué hay del valor de uso? El uso de los bienes debería servir al bien común, el tema del intercambio evitar la usura. Pero ninguno de estos autores pudo entender el funcionamiento del mercado, que surgió mucho después.

La producción industrial y el capitalismo no aparecieron hasta siglos más tarde. Existen papas que han vivido la subordinación del trabajo al interés de la propiedad y su acumulación. No se pone entonces al servicio de los seres humanos.

Juan Pablo II abordó estos temas, pero Long no llegó a ellos ni al Catecismo de la Iglesia, que rechaza el capitalismo, anteponiendo la ley de mercado al trabajo con absoluto individualismo. Por lo tanto, Long ni siquiera se acerca al tema, permaneciendo aún lejos. No merece la pena considerarlo como referente.

En 2024 se ha publicado otro estudio con título similar en la primera parte: The Divine Economy. How Religion Compete for Wealth, Power and People. La economía divina. Cómo las religiones compiten por la riqueza, el poder y las personas”, en Princeton University Press. Su autor Paul Seabright ha enseñado economía en la Escuela de Toulouse y en otros centros universitarios de prestigio.

Se plantea cómo las religiones han adquirido poder en el mundo actual. Son plataformas que reúnen a comunidades de miembros unidos por una fe. En tales reuniones, buscan la realización espiritual, la amistad y el matrimonio, así como oportunidades comerciales. Esto puede parecer extraño, pero no lo es, porque poseen instituciones financieras, empleándolas en el bienestar humano.

¿Puede haber abuso en esto? Claro, como en todo lo humano, el poder político puede aprovecharse de ello. Asimismo, los líderes religiosos pueden incurrir en abusos. Por eso, lo mejor es la coexistencia de la religión y la sociedad secular en un mundo plural, donde algunos sientan la necesidad de religión y otros no. Para aquellos que la sientan, la iglesia ofrece su contribución.

El sistema económico dominante engulle todo para obtener beneficios, convertido en una regla absoluta. Este es el gran problema: la autonomía absoluta del mercado y la especulación financiera, según Francisco en Evangelii Gaudium. ¿Qué es el mercado sino una plataforma que establece reglas para ofrecer bienes y servicios que se puedan adquirir? Llegar a divinizarlo es un absurdo total.

La economía debe estar siempre al servicio del trabajo. Es fundamental que el mercado ofrezca empleo a las personas para que, con su salario, puedan adquirir los bienes y servicios ofrecidos. La relación no puede ser más directa. Un libro novedoso. Nos acerca a todos estos temas de tanto interés.

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