En Túnez, la muerte en atentado del dirigente de izquierda Chukri Belaid ha dejado a los islamistas de Ennahda al pie de los caballos y con una crisis interna y de gobierno que podría desembocar en su caída
Los tunecinos están cada vez más indignados por la falta de progresos económicos y sociales y no hay que olvidar que el paro y la miseria estuvo en el origen de la revuelta que acabó con el régimen de Ben Ali a comienzos de 2011.
En Egipto, los Hermanos Musulmanes y la amalgama opositora (izquierdistas, liberales y nostálgicos del antiguo régimen) siguen enfrentados.
Ayer mismo, y con motivo del segundo aniversario de la caída del rais Hosni Mubarak, los manifestantes, convocados por la oposición se dirigían hacia la Plaza Tahrir, símbolo de la revolución, coreando lemas contra el Gobierno. Exigen un nuevo gobierno de unión nacional, la derogación de la Constitución, aprobada en diciembre en referéndum y la destitución del fiscal general. Denuncian asimismo que nadie haya sido imputado por la muerte en las últimas semanas de decenas de manifestantes.
Un grupo se dirigió al Palacio Presidencial donde la Policía utilizó gases lacrimógenos y cañores de agua. Otro logró cortar el tráfico del metro en una estación central de la capital cairota. Varias decenas de personas resultaron heridas.
Falta de experiencia
El tunecino Slah Jourchi, experto en movimientos islamistas, aseguran que les falta experiencia en el ejercicio del poder. «Los movimientos islamistas tenían un único componente contestatario y han sido sorprendidos al encontrarse en el gobierno por el vacío creado por la crisis de las oposiciones laicas».
Este experto se permite aconsejarles que «se alejen del ejercicio del poder temporalmente para que puedan proceder a adaptar su ideología a los tiempos modernos».
Stephane Lacroix, profesor de Ciencas Políticas, señala que «en Egipto, más que en Túnez, los islamistas del presidente Morsi no esperaban tanta resistencia por parte de la sociedad».
«Solos frente a todo el mundo»
Lacroix coincide en imputarles un «déficit de cultura de la gestión política», lo que les hace aparecer «como novicios en la cosa pública. El resultado, el poder islamista en Egipto no logra controlar las instituciones».
«Puede dar instrucciones, pero la Policía actúa a su manera, al final, tienes un presidente que no manda sobre la policía, el ejército y los jueces», señala el experto, quien añade que «es un movimiento muy difícil para Morsi, porque los Hermanos Musulmanes están solos ante todo el mundo, incluidos los salafistas, que se están posicionando en contra el gobierno».
Una encuesta publicada el pasado fin de semana por el diario «Al Masry al Youm» asegura que la aprobación de Morsi habría descendido 10 puntos desde diciembre. Los Hermanos Musulmanes han ido perdiendo apoyos en las últimas citas electorales, aunque siguen siendo la primera fuerza. Y el presidente sigue contando con el 53% de apoyo popular.
Iqbal al-Gharbi, antropóloga y responsable de una cátedra de estudios islámicos en la universidad Ezzeitouna de Túnez, constata que «Ennahda está en crisis». Esta experta le insta a elegir entre seguir la senda de los islamistas turcos del AKP o abrazar «un islam rigorista». Al-Gharbi acusa a Ennahda de mantener «un doble discurso entre su compromiso a respetar el juego democrático y su negativa a disolver la Liga de Protección de la Revolución», una milicia acusada de intimidar a la oposición política.
La grave crisis política en Túnez se enfrió ayer con la decisión del partido laico y panárabe del presidente, Moncef Marzouki (CFR), de mantener de momento su alianza con los islamistas de Ennahda y de rechazar la iniciativa del primer ministro, Hamadi Jebali, de disolver el gobierno y formar un ejecutivo de tecnócratas.
El CFR ha dado una semana de plazo al Gobierno para que acceda a sus demandas, que consisten en la destitución de los ministros islamistas de Exteriores y Justicia. La formación rechaza un gobierno de tecnócratas porque «abriría las puertas al retorno de figuras del antiguo régimen» de Zine El Abidine, derrocado hace dos años, señaló el líder del partido, Mohammed Abbou.
Ennahda se opone asimismo a la iniciativa de su primer ministro, aunque asegura que comprende «su ansia por evitar que el país caiga en un ciclo de violencia».
Por contra, el tercer partido de la coalición en el poder, los socialdemócratas de Ettakatol, apoyan la pretensión de Jebali y su ministro de Justicia, Elyes Fajfaj, ha asegurado que «hay que garantizar el éxito a esa iniciativa». El propio Jebali insiste en entrevista al diario francés «Le Monde» que «voy a pedir amigablemente a los ministros que dimitan. Es difícil, pero las circunstancias lo exigen».
Jebali advierte que los que mataron a Chukri Belaid «no eran amateurs y tenían todo un aparato detrás».
La viuda del dirigente de la izquierda ha sido llamada como testigo por un juzgado. Besma Jalfaoui participó ayer junto a cientos de personas en una protesta ante la Asamblea Nacional Constituyente.
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