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Diálogo entre un creyente y un ateo. (A propósito de los ataques a la Iglesia durante la República)

Querido Amigo:

He leído con mucho interés el vínculo que me enviaste sobre la “Memoria Histórica” donde se narran los crímenes cometidos contra la Iglesia española durante la 2ª República. Hace mucho tiempo que vengo revisando información al respecto y sigo sintiendo el mismo horror cada vez que veo esos documentos. Además debo reconocer que durante muchos años he sentido una gran admiración hacia la República, sentimiento que comencé a abandonar hace ya algunos años en la medida que he ido conociendo detalles de la actitud antidemocrática de buena parte de la mal llamada izquierda española. Ahora creo firmemente que del fin de la República fueron en buena medida responsables conspicuos miembros del PSOE y otros marxistas de entonces, ya que difícilmente se podía llamar democracia al Gobierno que montaron en febrero de 1936, cinco meses antes que Franco se alzara contra la República.

Siento tal repulsión por el sesgo de la izquierda sobre los crímenes cometidos durante la Guerra Civil que llegué a publicar un artículo ‘La memoria histérica’ criticando precisamente el maniqueísmo socialista y lo que entonces era Proyecto de Ley para reivindicar a los asesinados por Franco. La ley finalmente aprobada pone la fecha del alzamiento como punto de partida para la indagación de los crímenes en circunstancias que estos comenzaron en el mismo momento de la instauración de la segunda República lo que hace especialmente clamoroso el mencionado sesgo. Soy un firme partidario de la investigación histórica seria y objetiva, la sociedad debe conocer TODO lo que ocurrió, haciendo igual énfasis en los antecedentes como en las consecuencias y eso abarca necesariamente los crímenes cometidos por ambas facciones.

En ese sentido, pero con matices, me parece que si bien la Iglesia sufrió una persecución monstruosa, ella a su vez bendijo e integró de buen grado un régimen ilegítimo, igualmente criminal, vengador, intolerante y exterminador que el anterior. Si es indecente la actitud de la izquierda exhibiendo sus víctimas y ocultando las ajenas, también es indecente que el nacional catolicismo haga lo mismo. Es muy frecuente que quienes lanzan una campaña genocida, oculten o justifiquen sus propios crímenes acusando al otro bando de perseguirlos. El credo marxista señalaba a la clase ‘burguesa’ como el enemigo a eliminar, y dentro de ella a los cristianos, eso fue Paracuellos. Pero la Iglesia franquista no se quedó corta en su revancha y no perdamos de vista sus antecedentes criminales; durante mil cuatrocientos años persiguió a quienes no aceptaban su tutela.

Ocurre con frecuencia que cuando se le recuerda a los creyentes los crímenes de la Iglesia, ellos tienden a minimizarlos y recurren al argumento de los tiempos remotos; ‘es que entonces todos hacían lo mismo.’ Esto encierra dos clamorosas falsedades históricas. 1º. El régimen político imperante en Europa durante la Edad Media era la férrea asociación del trono y el altar, de modo que la gran responsable de los crímenes de Estado era esa teocracia cristiana del pensamiento único que manejaba el poder político a su antojo. Y en segundo lugar, la tortura como medio para arrancar confesiones no estaba permitida en Grecia ni en Roma, fue implantada en 1252 por el Papa Inocencio IV en la bula ‘Ad extirpanda’.

También se suele argumentar que la Iglesia de hoy tiene poco o nada de lo que fue en aquellos tiempos. Efectivamente ha cambiado, pero veamos cómo y en qué medida lo ha hecho. La Iglesia ha ido moderando su instinto persecutorio contra quienes no piensan como ella sólo en la medida que ha ido perdiendo el poder político. La sucesión de tres grandes revoluciones intelectuales –el Renacimiento, la Reforma y la Ilustración fueron cercenando gradualmente el poder papal hasta que se instalaron las primeras democracias estableciendo la separación entre lo público y lo religioso.

Lamentablemente esta separación ha sido especialmente inestable en España. El primer paso laico en nuestro país lo dio Napoleón poniendo a la Iglesia en su sitio y eliminando la Inquisición. Pero volvió el piadoso Fernando VII y la restableció junto con el absolutismo católico para dicha del clero que accedía otra vez al poder político. Luego vino el trienio liberal que forzó al Rey a poner fin definitivo a la Inquisición. Sin embargo, estando esa criminal institución suprimida, la Iglesia condenó a la hoguera a Cayetano Ripoll por no ir a misa los domingos y fue ejecutado en ¡1825! Todo esto me lleva a la conclusión de que la Iglesia es en esencia incompatible con la democracia, y cada vez que tiene la oportunidad de acceder al poder político vuelve a las andadas… como sigue ocurriendo en nuestros días.

Recuerdo una noticia en ABC hacia 1974 contando cómo la Guardia Civil, a instancias del cura de un pueblo en Galicia, había detenido a un hortelano e incautado sus herramientas de labranza por estar trabajando en día domingo. Otra noticia memorable ocurrió recién inaugurada la democracia cuando, a instancias del obispo, la policía clausuró una librería en Extremadura por exhibir una imagen de la maja desnuda. Y la facultad otorgada a los Iglesia para expulsar a las profesoras de religión por salir de copas o por mantener una convivencia sin estar casadas según su rito, en circunstancias que sus sueldos son aportados por el Estado. Y la Iglesia exige que todos los contribuyentes, creyentes o no paguemos sus gastos. Y durante el último gobierno del católico Aznar su ley de educación hizo obligatoria la asignatura llamada ‘El hecho religioso’ cuyo contenido fue redactado por el obispo Cañizares, quedando exentos de ese cripto indoctrinamiento sólo los niños que optaran por ‘religión católica’. Todo esto me reafirma en mi convencimiento de que dada la oportunidad la Iglesia siempre se colará para imponer su catequesis y para expandir sus privilegios. Quien tenga interés en profundizar en qué medida tan descarada la Iglesia española invade la libertad ideológica, le recomiendo leer los textos de los ‘Acuerdos Iglesia-Estado’ plenamente vigentes hoy.

La inveterada costumbre eclesiástica de invadir en forma ilegítima el mundo laico es esencialmente incompatible con la democracia, sin embargo se queja amargamente del llamado ‘laicismo’ y se presenta como víctima perseguida cuando es ella la que desborda los límites de las libertades individuales definidas por la Constitución y pisoteadas por políticos serviles. Si los modos eclesiásticos son incompatibles con el sistema democrático, sus opiniones y creencias son también incompatibles en el terreno científico. Cuando el Vaticano condena la fecundación in vitro y la investigación con los embriones sobrantes, sostiene que se trata de seres humanos merecedores de la misma dignidad que un individuo formado. Ese argumento oculta conscientemente un elemento dogmático: la creencia de que en el momento de la fecundación Dios crea un alma inmortal y la envía a integrar el nuevo ser. Pero saben que ese razonamiento estrictamente teológico y anticientífico no se puede imponer a una sociedad laica, por eso lo ocultan y por esa vía imponen a toda la sociedad sus prejuicios religiosos frenando el desarrollo científico.

También la Iglesia ha demostrado su incompatibilidad en otras áreas científicas. No entraré en detalles sobre el archiconocido dogma geocéntrico esgrimido contra Galileo o la censura contra Franklin por inventar el pararrayo, etc., pero sí creo que es muy representativa la opinión expresada en 2006 por Benedicto XVI diciendo que la teoría de la evolución de Darwin carece del elemento que ‘guía el proceso desde fuera’, poniendo así a la Iglesia a la altura de los creacionistas en EE.UU y que son el hazmerreír de la gente culta en general, y del mundo científico en particular.

El hecho que la Iglesia en España con el auxilio político ha conseguido históricamente eliminar cualquiera religión rival ha causado que su clase sacerdotal nunca haya convivido con otros credos como ocurre por ejemplo en Alemania, en Francia y en la mayoría de los países europeos. Por ese motivo en esos lugares han aprendido (a la fuerza) a aceptar los principios laicos de tolerancia inherentes al proceso democrático, lo cual no ocurre aquí y tenemos la Iglesia retrógrada, intolerante que exige la financiemos todos los contribuyentes. Al respecto vale señalar que en Alemania quien declara a Hacienda que no es creyente, le descuentan de la cuota el cargo para financiar a la Iglesia.

Resumiendo, la Iglesia que se queja de persecución, omite reconocer las persecuciones que ella ha causado y se resiste a adoptar los principios de convivencia en democracia.

Aprovecho para mandarte adjunto un artículo que publiqué «Por qué no soy creyente», en la confianza de que entre amigos, estas no son más que opiniones mías, sinceras, sin intención de convencer ni menos agredir, y que además estoy dispuesto a cambiarlas ante el menor atisbo de que pueda estar equivocado en cuestiones esenciales. Como sabes todo lo que me mandas sobre estos temas lo recibo con agrado y analizo para contrastarlo con mis creencias. De momento me siento cada vez más cómodo en ellas.

Abrazos Jaime


Querido Jaime, muchas gracias por enviarme tus reflexiones sobre el tema de la persecución religiosa en España y sobre el catolicismo y la idea de Dios.

Comparto muchas de tus ideas, pero sigo siendo una persona creyente y viendo a Dios en muchas de las manifestaciones de la vida, que para mí no tendrían sentido sin Él.

Respecto de la actitud de la Iglesia en la guerra civil, no hay que perder de vista los ataques, no ya intelectuales sino físicos, de que fue objeto a lo largo de la República, empezando por los numerosos incendios de iglesias y edificios religiosos del 10 de Mayo de 1931, entre otros la escuela de ingenieros del ICAI, ante la pasividad de la fuerza pública que no quiso intervenir. En la intervención del 16 de Junio de 1936 en el Congreso de los Diputados José Mª Gil Robles dio el dato siguiente: Iglesias totalmente destruidas entre el 16 de febrero y el 15 de Junio, 160. Asaltos de templos, incendios sofocados, destrozos, intentos de asalto, etc en el mismo periodo 251. ¿Cómo quieres que reaccionase la Iglesia ante esta situación?.

 Sólo a título de mejorar tus conocimientos históricos y evidentemente sin ánimo de defender ni justificar la actitud de la Iglesia en este tema, Cayetano Ripoll fue ahorcado y la última persona quemada por la Inquisición fue Dolores López (La beata ciega), que lo fue en Sevilla en 1781 y a cuyo suplicio asistió de niño José María Blanco-White, personaje interesantísmo que quedó marcado para siempre, y murió en Inglaterra convertido en clérigo protestante y escribiendo en inglés.

Un fuerte abrazo

JUAN


5 de marzo de 2008

Querido Juan:

Sólo 2 puntualizaciones sobre tu último mail:

1) Me preguntas ¿Cómo quieres que reaccionase la Iglesia ante los crímenes de que fue víctima?.

Caben al menos tres posibles repuestas:

A) Haciendo exactamente lo que hizo, participando con entusiasmo en un genocidio vengador.

B) Poniendo la otra mejilla según predica pero en su hipocresía no practica.

C) Empleando su ascendiente sobre Franco para impedir el fratricidio.

Lo único decente según mi opinión es C

2) Cayetano Ripoll, como te digo en mi escrito, sí fue condenado a morir en la hoguera en 1824 por el arzobispo López, presidente de la Junta de Fe Valencia (por lo visto, no hacía tanta falta la Inquisición para seguir quemando herejes). Pero el clamor que se armó en Europa cuando se conoció la brutal noticia de que en España se volvían a encender las hogueras fue de tal gravedad que el brazo secular encargado de la ejecución decidió sustituir la pira por la horca. Para dejar constancia de la frustración eclesiástica por la sustitución del suplicio del condenado, bajo el cadalso mandaron poner un tonel pintado con unos demonios surgiendo de las llamas con sus tridentes en posición de ensartar al ajusticiado que una vez muerto fue arrojado en él y luego lanzado al Turia para alimento de la alimañas pues un pecador como ese no merecía reposar en tierra de fieles.

Abrazos

Jaime

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