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Santiago Abascal en Covadonga Foto: Vox

Dialéctica entre religión y tradición · por Luis Fernández

Descargo de responsabilidad

Esta publicación expresa la posición de su autor o del medio del que la recolectamos, sin que suponga que el Observatorio del Laicismo o Europa Laica compartan lo expresado en la misma. Europa Laica expresa sus posiciones a través de sus:

El Observatorio recoge toda la documentación que detecta relacionada con el laicismo, independientemente de la posición o puntos de vista que refleje. Es parte de nuestra labor observar todos los debates y lo que se defiende por las diferentes partes que intervengan en los mismos.

Cada una de las grandes religiones se organiza alrededor de su libro. Nace el dogma como elaboración mental destinada a dar base y condicionar la forma de la conducta social prescrita

En términos muy amplios una Cultura es la forma de actuar, de interaccionar con el contexto socio natural, de un colectivo. En cuanto adquieren una estabilidad las Culturas disponen de un entramado argumental (un mito, una forma de narrar su historia, etc.) que las tiende a justificar. Paradójicamente el esfuerzo por organizar ese entramado (mejorar su coherencia) lleva a revisarlo permanentemente y consecuentemente a modificarlo, lo que conduce irremisiblemente al bucle:

“Cultura es lo que creamos mientras somos modificados por la Cultura”

Esa permanente movilidad lleva aparejados muchos conflictos. Cuando la humanidad empezó a percibir su inmensa soledad en el mundo que le rodeaba (es decir, empezó a percibirse) comenzó a construir explicaciones que la arropasen. Cuando esas explicaciones se convirtieron en columna vertebral de sociedades complejas (inicialmente los sistemas agrícolas) necesitaron un soporte para estabilizar su entramado argumental. Aparecen dos vías.

– Una inmediata: las tradiciones, conductas repetidas de forma estable. Como muy bien dice Enrique del Teso:

Las tradiciones están hechas de materiales muertos. Solo decimos que hacemos algo por tradición cuando ni tiene función ni sabemos por qué lo hacemos. Las tradiciones simbolizan la colectividad y nuestra pertenencia a ella y refuerzan el vínculo intergeneracional. Nada menos. Por eso las queremos como algo propio. Son el envoltorio emocional por el que circula la memoria colectiva

.- Otra estructurada: las religiones, justificaciones dogmáticas de la realidad.

A partir de un grado de complejidad se arma este envoltorio emocional con un eje vertebrador que suele formalizarse como la existencia de un ser superior justificador de las conductas. Primero en una narración compartida. Luego, con el desarrollo de la herramienta técnica de la escritura, en un libro sagrado. Cada una de las grandes religiones se organiza alrededor de su libro. Nace el dogma como elaboración mental destinada a dar base y condicionar la forma de la conducta social prescrita.

Las tradiciones pasarán a ser las estructuras destinadas a relacionar los preceptos dogmáticos de cada religión con la comunidad que las asume. A través de ellas los actos que como refuerzo de sus vínculos intergeneracionales ejecutan las comunidades (fiestas y celebraciones) se convierten en recreadores del dogma que los ampara, aunque una inmensa mayoría de los participantes en esos actos tradicionales ignoren los preceptos que se supone los justifican.

Iglesia y escultura del Marqués de Comillas en el poblado minero de Bustiello

Pero esta trabazón entre tradiciones vinculadoras y dogmas justificadores generará abundantes problemas. Fundamentalmente porque el avance del conocimiento va mostrando la irrealidad de muchos dogmas que pasan de ser justificadores de las tradiciones a intentar justificarse desde ellas. Todo ello lleva a Enrique del Teso a identificar a estas como caballo de Troya, señalando que pueden llevar dentro dos peligros:

“Uno es llevar en formol valores de otros tiempos que en la sensibilidad actual son como arenilla corrosiva

Como él mismo indica progresamos en más que Ciencia y Tecnología y el tiempo hace que conductas antes normales se conviertan en inaceptables (caso Rubiales).

Teso continúa:

Pero hay otro peligro en el caballo de Troya de la tradición. Son los fulleros que se infiltran en ellas para colar en el torrente sanguíneo de la sociedad valores reaccionarios como si fueran el espíritu genuino de esa sociedad y como si cualquier desacuerdo fuera un cuerpo extraño, una impureza o un ataque a «lo que siempre fuimos»

Y lo ejemplifica con el caso de Gijón donde se utiliza una tradición religiosa de bendición de las aguas que nadie ataca (evolucionada de proteger a los pescadores a atraer a los turistas) para transformarla en la “ineludible” presencia de las autoridades en semejante ceremonia, queriendo convertir en “tradición” la sumisión del poder civil al religioso.

Sirva esta introducción como base para el análisis de la tormenta generada intencionadamente por el arzobispo de Oviedo con motivo de la celebración del Día de Asturias. Todo el embrollo nace del cruce entre dos celebraciones diferentes superpuestas.

Una es de carácter tradicional: hay un conjunto de asturianos que consideran que en Covadonga nació el reino de Asturias como resultado de una batalla entre los diferentes grupos dominantes y toman este hecho como base para la celebración del día de la Comunidad Asturiana. Sus protagonistas han de ser los poderes públicos reflejo de aquellos fundadores del antiguo reino.

Otra es de carácter religioso: hay otro conjunto de asturianos que consideran que en Covadonga se produjo la intervención milagrosa de su virgen (la “Santina”), que realizó un “milagro” para que unos pocos derrotasen a un ejército de muchos, comenzando así la “liberación” de los cristianos (“la Reconquista”), y lo celebran como día de su Virgen. Sus protagonistas son las jerarquías católicas, gerentes actuales de aquel “milagro”.

Y el conflicto (tradición versus religión) se agudiza cuando ambos grupos deciden celebrar su fiesta el mismo día en el mismo lugar: eligen la basílica de Covadonga y se reúnen en ella los poderes religiosos (el arzobispo) y los poderes públicos (los representantes políticos).

Jesús Sanz Montes. Foto: Religión Digital.

El arzobispo aprovecha que está en “su basílica” y que tiene a los poderes públicos arrodillados ante él para desarrollar un programa obscenamente ultraconservador. Desbarra contra  leyes aprobadas en el parlamento (acusa a la Eutanasia de ejecutar ancianos “la que precipita su final con la ayuda matarife de una eutanasia letal sin la asistencia paliativa”), ridiculiza acuerdos internacionales (“evitando caer en la trampa engañosa de salvar sólo algunas floras y faunas clasificadas por ciertas corrientes ecologistas que acaban siendo ecolojetas, mientras dejamos al pairo la vida humana más vulnerable”) y acusa al gobierno de mentir sistemáticamente y agitar, inflándolo, el caso Rubiales para ocultar sus maniobras políticas. ¡Todo ello afirmando que lo suyo no es ideología!

Las reacciones desde las autoridades son inmediatas. Unas no entienden que las que se han metido en casa ajena son ellas y se plantean exigir al anfitrión que diga lo que quieren oír. En esta línea están Gimena Llamedo (“El arzobispo ha utilizado su homilía con un discurso reaccionario, más propio de Vox. Ha utilizado Covadonga como una caverna reaccionaria”) y Delia Losa (“unas declaraciones fuera de lugar”). Ambas parecen ejercer la crítica como católicas disconformes con las interpretaciones de su pastor. Crítica lícita pero fuera de lugar pues se olvidan que están representando poderes públicos obligados constitucionalmente al respeto a las creencias religiosas de todos y todas. Si como católicas no están conformes con las directrices de su pastor, que lo inhabiliten (al menos que luchen por hacerlo) pero desde dentro de su comunidad y como miembros de ella, no representando los poderes del Estado de todos y todas.

Enfoque diferente es el de Adriana Lastra cuando afirma: “No vamos a permitir que Jesús Sanz expulse a los asturianos y a sus representantes de un símbolo tan querido como es Covadonga”. Aquí se abre una interrogación interesante. ¿Qué es Covadonga? ¿Un símbolo de raíces históricas común a toda la ciudadanía asturiana o una reliquia católica?

Reaparece la dialéctica entre religión y tradición. Posiblemente estemos ante uno de los casos del primer peligro señalado por Teso y lo más oportuno sea admitir que ya llega el momento de liberar esta tradición de valores conservados en formol y asumir que una gran parte de la ciudadanía asturiana puede sentirse vinculada a un hecho histórico, matizable desde la propia Historia, pero muy difícilmente a un “milagro” predicado por una comunidad religiosa como justificador de su lucha contra otra comunidad religiosa.

Dentro del segundo problema enunciado por Teso, el de los fulleros infiltrados, se sitúa José Agustín Cuervas-Mons, diputado del PP y vicepresidente segundo de la Junta General del Principado cuando afirma:

 “La realidad es que, como siempre, el Partido Socialista intenta politizarlo todo, hasta el Día de Asturias

Aprovecha la libertad que el arzobispo tiene para dar su opinión, por reaccionaria que sea, a los que tengan la devoción de ir a oírle para afirmar, en un asombroso ejercicio de cinismo, que ¡los que los que intentan politizar el día de Asturias son los otros! Por si cuela.

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