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Desde ABC (!): El cartel de Zahara

Muchos de nosotros no conocíamos a la artista Zahara, que pronto actuará en Toledo, hasta que se generó un intenso debate, sobre todo en las redes sociales, a raíz de un cartel que promocionaba su último trabajo musical (que se titula ‘Puta’) que para muchos se consideró ofensivo desde un punto de vista religioso. ¿Por qué? Porque la cantante aparece como la Virgen con un niño en sus brazos y con una banda azul en la que se puede leer ‘Puta’.

En un sistema democrático, en el que la política está separada de la religión, hay que tener en cuenta dos cosas: 1) La relatividad de aquello que ofende a los sentimientos religiosos. ¿Cómo establecer un criterio para determinar con más o menos objetividad cuándo se ofende y cuándo no? Hay gente muy tiquismiquis que se ofende por cualquier cosa. ¿Quién maneja las tijeras para decir lo que ofende y lo que no? Además, en una democracia a los creyentes se les exige una capacidad de aguante, pues las religiones están expuestas a la confrontación crítica, al debate y al humor (pensemos en la película La vida de Brian, por ejemplo). Y, por otro lado, las religiones no deben marcar lo que está permitido y lo que no (porque una cosa es un delito y otra lo que es un pecado) ni determinar la agenda de los poderes públicos. 2) Un pilar básico de la democracia es la libertad de expresión (igual que lo es la censura de una dictadura). Lo importante no solo es pensar como uno desee (ahí no se mete el Estado, pero sí las religiones, pues existe un pecado de pensamiento) sino poder actuar de acuerdo con las convicciones que uno posee, que es cuando entra en juego la libertad de expresión. Por supuesto que la libertad de expresión tiene sus límites (no supone un derecho al insulto), pero tiene tanto peso en la configuración de lo que es la democracia que cuando choca con otros derechos (como el derecho al honor o a la intimidad) suele prevalecer en la mayoría de los casos. Pero, además, esa libertad de expresión es fundamental en el arte, pues sabemos que los artistas, en su afán creativo, utilizan el lenguaje para provocar, criticar, alentar las conciencias, etc. Censurar el arte supone un deterioro democrático fundamental y, además, conlleva erosionar la libertad artística que es clave para el desarrollo de la cultura. Vivimos un momento de claro retroceso puesto que se maneja un discurso en el que parece triunfar lo políticamente correcto, llegando incluso a retorcer el uso del lenguaje para evitar que nadie se moleste. Lo paradójico es que ese recorte venga alentado por la propia izquierda (para no se ofendan ciertos grupos sociales o colectivos), que debería abanderar la tolerancia y la libertad.

Yo no estoy en contra del cartel de Zahara, al que ampara la libertad de expresión. Fue el promotor el que lo retiró para no provocar polémicas religiosas ni políticas. A mí el cartel me parece de mal gusto, de nula relevancia estética, pero esto no deja de ser una mera opinión, amparada en mi visión artística. La religión es importante porque supone para los creyentes una manera de concebir la vida y por eso se debe evitar la ofensa de forma gratuita. La valía de Zahara como artista se debe demostrar con sus canciones no con la fuerza más o menos escandalosa de sus carteles. Eso es lo importante. Y la principal enseñanza es que debemos asumir un compromiso con la libertad de expresión, porque con ella está en juego nada menos que la democracia y el arte.

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