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Cientos de manifestantes se movilizan frente al Tribunal Supremo estadounidense contra la ilegalización del aborto. Sydney Brand

Derecho al aborto (y mucho más)

No por anunciada, la sentencia Dobbs del Tribunal Supremo estadounidense ha sido menos impactante sobre la vida de millones de mujeres en EE.UU. y, en realidad, sobre la vida de todas nosotras.

Las grandes movilizaciones del feminismo en los últimos años parecían asegurar que, al menos en Occidente, sería difícil un retroceso en derechos humanos que, recordemos, se construyeron sobre la vida de miles de víctimas y costaron la lucha de generaciones.  Sin embargo, los casos de Polonia, Hungría, Centroamérica y ahora Estados Unidos nos enseñan que en materia de derechos nunca hay que dar nada por sentado y la necesidad de defenderlos cada día. 

Este paso atrás afectará a todas las mujeres, pero sobre todo a las más pobres, aunque da un mensaje para todos: las capacidades de reproducción de las mujeres no les pertenecen a ellas (o que incluso que su vida vale menos que la del nonato, como en el caso de Polonia), es decir, no son consideradas ciudadanas libres e iguales ante ley. Se impone la moral (citada múltiples veces en la sentencia) sobre la vida, la autonomía, la libertad y el libre desarrollo de la personalidad de las mujeres, que pasan a la condición de tuteladas y controladas por una sociedad vigilante.

La sentencia Dobbs es el triunfo de varias imposiciones del presidente Trump

EE.UU. siempre ha estado muy dividido sobre este asunto –mucho más que Europa, donde las mayorías son aplastantes, sobre todo en Europa Occidental–. De hecho, las cifras de apoyo al derecho al aborto en el país son las más altas de su historia. Esto nos indica que no es suficiente ser mayoría: las extremas derechas y los fundamentalismos están acumulando un poder que ignora los consensos sociales. La sentencia Dobbs es el triunfo de varias imposiciones del presidente Trump, como la abolición silenciosa y discreta de toda la normativa federal antidiscriminación o el nombramiento de tres jueces “originalistas” con una visión moralista y ritual de la Constitución, que ha de ser interpretada en su sentido original sin adaptación alguna a la realidad social de los tiempos. 

El caso de EE.UU. es importante por su influencia en todo el planeta. De hecho, en la internacionalización de las guerras contra la “ideología de género” iniciada por el Vaticano en el año 2000 ha jugado un papel central la derecha religiosa estadounidense, que tiene un enorme poder en este país –sobre todo en el partido republicano– pero también gran influjo en Latinoamérica y alianzas en Europa, significativamente con empresarios y políticos rusos. Los agentes antiderechos internacionales más importantes, organizaciones como el Congreso Mundial de la Familia –donde se coordinan discursiva y materialmente e incluso operan como un actor político más–, o lobbies que operan ante la ONU y la Unión Europea –como el Alliance Defending Freedom, o El European Center for Law and Justice– provienen de esta derecha integrista estadounidense. Son grupos que ahora actúan hermanadamente con la plataforma internacional de origen español Citizen Go, Hazte Oír en versión doméstica. Sus tentáculos llegan por tanto no solo a Europa. Es una lucha global.

Recientemente, además, la organización de juristas que está detrás de la prohibición total del aborto en Polonia –Ordo Iuris– y sus homónimos de Hungría organizaron un encuentro en Budapest con asistencia de participantes españoles militantes en el Partido Popular y Vox, bajo el aglutinante de la Fundación para la Libertad liderada por Jaime Mayor Oreja.  Estos días los verán en la campaña para que no se exhiban banderas del arcoíris en las instituciones. En breve, reavivarán la ofensiva contra el aborto aprovechando que nuestro Tribunal Constitucional, ahora de mayoría conservadora, lleva sin dictar sentencia al recurso presentado por el PP desde 2010.

Feminismo, movimiento LGTBIQ y toda persona con compromiso con los derechos humanos están llamados a la lucha contra esta ofensiva global

Y tengámoslo claro: no solo los derechos de las mujeres están en riesgo. En la propia sentencia Dobbs, el juez Clarence afirma sin reparo alguno que la decisión obliga a revisar las que concedieron el derecho al uso de anticonceptivos, la que impidió la criminalización de la homosexualidad, la que aseguró el derecho al matrimonio igualitario… La lucha contra la “ideologia de género” señala por igual a feminismo y movimiento LGTBIQ. Para el movimiento ultraconservador global, sujetar el orden de género implica imponer un modelo social regido por su moral, el control de los cuerpos e identidades y la legitimación de un orden de desigualdad. Es un proyecto político (in)civilizatorio que va más allá de las cuestiones estrictamente vinculadas al género y que trata de detener todo avance social. Detrás de sus propuestas antiderechos hay un proyecto político neoliberal, donde la “defensa de la familia” –que usan para oponerse a todo tipo de derechos– va vinculada a la defensa de la propiedad, el estado mínimo y el individualismo exacerbado.

Es un buen día para recordar a José Saramago y su lucidez al señalar que toda derrota tiene algo bueno, que es temporal, y no olvidar que toda victoria tiene algo negativo, porque también es temporal. 

Feminismo, movimiento LGTBIQ y toda persona con compromiso con los derechos humanos están llamados a la lucha contra esta ofensiva global.
Con esperanza y firmeza, venceremos. Como escribió en twitter la congresista Alexandria Ocasio-Cortez:  “La gente tiene más poder de lo que cree. Es hora de que lo redescubramos”. 

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