Palacio Legislativo de San Lázaro, 8 de Noviembre de 2011
Entiendo cómo opera la jerarquía política de la Iglesia católica y lamentablemente sé los porqué's existentes aún en sectores de la sociedad que le temen y le siguen siempre y principalmente desde la población más indocta.
Se dicen príncipes, cardenales. Ricos y bien alimentados producto de la ignorancia y el atraso de los más hambrientos y de la complicidad siniestra de los que más tienen, bendiciendo narcotraficantes, agraviando públicamente a la pluralidad de las familias, insultando al amor, atiborrados en su "privatizado cacho de cielo" y en sus templos de pederastas e incitadores a la violencia contra las mujeres.
Desde esa realidad, tuertos, por la gran estaca en el ojo propio y con su lengua sangrante, hoy hablan de: mediocridad, desarrollo del país, calumnias, vínculos con narcotraficantes, división, corrupción mezquindad, dignidad y hablan hasta de vergüenza…
Pero lo realmente alarmante, lo que debe preocupar a este poder es que hablan de votos ciudadanos y de urnas electorales. Por eso no solamente es lamentable la complicidad, la protección del gobierno de Felipe Calderón a los ministros de diversos cultos religiosos en la comisión de ilícitos de diversa índole, es inminentemente peligrosos. La falta de autoridad y debilidad, inclusive el vacío de poder en un Estado laico con este México resulta inaceptable.
Escondida en la hipocresía moral de la Iglesia católica e iglesias secuaces está abierta una presión y desafío a los poderes electos en urnas y, en consecuencia, a las instituciones que el país se ha dado.
Sin embargo considero que no es a la Iglesia a quien hay que exigir cuentas. Es al gobierno de Felipe Calderón que guarda un vergonzoso silencio y que ha exhibido un carnaval ridículo de declaraciones por demás reprobables y poco republicanas ante el reto cínico de la jerarquía católica por violar el artículo 130 de nuestra Constitución.
La política pública debe evitar el autoritarismo religioso ejercido desde la creencia de un gobernante, evitando con ello la exclusión social y la injusticia. Es responsabilidad del gobierno vigilar que estos valores se cumplan, que no sean amenazados, especialmente por los poderes fácticos, más cuando la Constitución está siendo violentada.
Para que las libertades se traduzcan en derechos se requiere logar una política pública basada en la evidencia científica e información objetiva y no en dogmas, de evitar el autoritarismo religioso ejercido desde la creencia de un gobernante, evitando con ello la exclusión social y la injusticia.
Construir una republica que respete los derechos humanos, no es posible sino se salvaguarda su universalidad y su autonomía de juicio, a partir de la cual se sostiene el ejercicio de su ciudadanía. Tener un país con una ciudadanía madura requiere de fomentar los valores democráticos de respeto a las diferencia de igualdad y no discriminación.
No será mi intención nunca ofender la creencia de nadie ni menos su fé, pero espero que se respete la mía. Espero, por ejemplo, que ya que la diputada panista, Kenia (Presidente de la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados) nos ha colgado sus santitos en la entrada de la Cámara, sea institucional ahora y pronto adorne el mismo espacio con imágenes de: la Santísima Madre del Perpetuo Orgasmo, de la Virgen de Media Noche, de la Sagrada Perspectiva de Género, del Patrono contra la Eyaculación Precoz, del Divino Prepucio Desconsolado y de la Santa Clítoris del Corazón Satisfecho.
Eso es la laicidad de un Estado que no preferencia una creencia sobre otra. Uno, en el que si se hace una exposición de santitos será porque el Poder Legislativo ha planeado hacer lo mismo con los santos de las más de 2 mil iglesias registradas, incluidos los míos.
Éste puede sonar a un ejemplo muy menor de cómo se viola el Estado laico, pero ni el PAN y menos aún el Ejecutivo parece entender la gravedad de la afrenta al Estado de Derecho que hacen desde su llegada al gobierno promoviendo esas alianzas que sí son perversas y sí son inmorales.
Desde que el presidente eligió priorizar su relación con el Episcopado y concedió fuero eclesiástico a las iglesias condenó al entierro a la Constitución y a la Ley de Asociaciones Religiosas.
La Secretaría de Gobernación, permanente cómplice omisa respecto de su responsabilidad de vigilar el cumplimiento de la ley por el clero, traicionó al Estado mismo. La esencia de la laicidad es la independencia e imparcialidad religiosa del Estado de cualquier credo, iglesia o dogma.
La laicidad no es una mera metáfora, no es una disposición accesoria, no es un capricho político y menos aún, una casualidad histórica. Es el elemento indispensable para que se pueda hablar de un Estado conformado por la voluntad popular de personas con dignidad jurídica reconocida y protegida.
Entre la Iglesia y Calderón, entonces, ¿quién viola más la ley: el que comete el delito o la autoridad que se vuelve permisiva y pasiva, cómplice, cínica cómplice?
Fue justamente para evitar tal despropósito que hace 150 años que nació nuestra Laica Constitución, bajo la convicción de que el Estado debe protegerse y no permitir que los decretos de una religión gobiernen.
El Presidente en turno está, constantemente, desconociendo que gobierna a un pueblo de diversos y las cosas empeoran. Recordemos que hace apenas un mes (con motivo de la toma de postura, en la SCJN, respecto del derecho a decidir de las mujeres), un subsecretario de gobernación sacó un desplegado contra un ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Hecho sin referente en México púes desde el Ejecutivo (y menos un funcionario no electo) de ningún modo se puede reconvenir al Judicial. No se respeta la división de poderes.
Tenemos un gran problema. Nosotros unánimemente ya hemos exhortado a Gobernación ante los reiterados desacatos a la ley por parte de la jerarquía católica a que cumpla con su responsabilidad y sancione a la Iglesia católica, y Gobernación también se ha reído de nosotros porque ha priorizado su relación perversa con el clero.
Esa herramienta, ya la utilizamos, ya se la enviamos a Calderón y han desoído el llamado a defender la Constitución. Tenemos pues que buscar herramientas mucho más firmes para que ese presidente que solito, solito eligió dejar de ser el presidente de todos los mexicanos, cuando eligió ser cómplice de una religión y se olvidó de que representaba a muchos más que una iglesia. Para ese presidente que renunció a serlo de todos los mexicanos, este Estado, esta legislatura requiere una medida de mucha más fuerza. Lamentablemente sé que no lo haremos, pero solo nos queda el juicio político.
Muchas gracias.