La congregación religiosa Pureza de María, que tiene 14 colegios en España, impone el uso de pantalón a todo el alumnado con el argumento de los “cambios sociales” y “las nuevas metodologías educativas” ante el escepticismo de expertas en coeducación, que cuestionan que el pantalón sea “lo neutro”
El Congreso de los Diputados debatió en 2017 si las faldas de los uniformes escolares debían dejar de ser obligatorias para las alumnas tras la movilización de una veintena de asociaciones feministas. La proposición del entonces grupo parlamentario de Unidos Podemos-En Comú Podem-En Marea, dirigida a hacer los cambios legales pertinentes para acabar con la imposición imperante en muchas escuelas concertadas y privadas, salió adelante. Siete años después el asunto se ha vuelto a poner de actualidad, esta vez por la decisión de una congregación religiosa.
“Después de estudiarlo desde hace ya varios años y teniendo en cuenta las nuevas metodologías educativas y los cambios sociales, nuestra Congregación ha decidido hacer un cambio importante en el uniforme de los/as alumnos/as para todos los Colegios de España de nuestra institución […] Todos llevarán pantalón”. Es el mensaje que hace dos semanas recibieron las familias de los 1.000 niños y niñas del colegio concertado Pureza de María de Madrid, donde a partir de septiembre se prohíbe al alumnado ir a clase con falda.
La medida, que ya levantó ampollas en otros colegios de la congregación –tienen 14 en España y el de la capital es el último en implantar la norma–, se toma para adaptarse a los “cambios sociales”, justifica la institución, que hasta este momento, sin embargo, ha obligado a las niñas a utilizar el uniforme con falda, sin posibilidad de ponerse pantalón. Y viceversa con los niños.
Todavía es bastante común –lo más habitual– que los centros religiosos impongan uniformes diferenciados según el género. Sin embargo, esta otra imposición, que plantea unificar a todo el alumnado con el pantalón, sí es nueva entre los concertados gestionados por monjas o curas, admite la Confederación Católica Nacional de Padres de Familia y Padres de Alumnos (Concapa).
Las familias del centro madrileño con las que ha contactado elDiario.es sospechan que “el cambio se hace en nombre de la igualdad sin explicar las verdaderas razones”. “Es un colegio muy conservador”, desliza una de las madres, que prefiere no dar su nombre.
Otra, que tampoco quiere ser identificada, asegura que las malas lenguas dicen que a “una niña se le había visto no sé qué” con la falda o que un niño quería ponérsela en uno de sus colegios. En el centro que gestiona la congregación en Palma (Madre Alberta), la dirección aseguró que había niñas que llevaban la falda “muy corta” y eso era “difícil de regular”, según recogió el Diario de Mallorca citando a la radiotelevisión pública de las Islas Baleares (IB3). “Esto es de lo que se habla pero no nos explican nada, más allá de que es por la nueva metodología. Yo me pregunto si van a estudiar matemáticas haciendo el pino”, prosigue la última de las progenitoras que ha accedido a hablar con este medio.
Hace tres meses se desató una polémica parecida en el colegio que la congregación tiene en Granada. Entonces, las madres y los padres contrataron a una abogada para evitar hablar directamente con la dirección del centro. La letrada María Santolalla asegura, en conversación con elDiario.es, que entonces se sorprendió al ver que “un colegio tan católico proponía una medida así”. La presión de las familias en contra de la decisión allí no surtió efecto. “Creo que van a ser lentejas y por eso la gente no se mueve, no se quieren meter en follones. Es una batalla perdida”, considera una de las madres de Madrid para intentar explicar la falta de movilización. Nadie quiere oponerse públicamente a la medida aunque “los grupos de Whatsapp están que arden”.
En el colegio de Granada, donde pasó lo mismo hace tres meses, las familias contrataron a una abogada: «Me sorprendió que un colegio tan católico propusiera una medida así
Las familias del Pureza de María de la capital defienden que el alumnado debe tener derecho a elegir el atuendo que quieran llevar –aunque hasta ahora en la práctica tampoco podían– y sugieren que detrás del cambio hay también un “motivo económico”. No solo cambia la prenda, sino el color. Los estudiantes deberán renovar sus uniformes ya que el pantalón pasa a ser camel y, como llevan el escudo del colegio, se compran a un proveedor específico. La norma, no obstante, es de aplicación escalonada: a partir del curso que viene, se destierra la falda para el alumnado de primero de Primaria y así sucesivamente en los próximos cinco cursos académicos, recuerda la congregación.
“Los pantalones ofrecen mayor libertad de movimiento y más comodidad para trabajar en situaciones activas como creación de grupos o actividades al aire libre. También mayor protección contra el frío y el viento en invierno”, responde la dirección del centro de Madrid, que explica que la “unificación del uniforme se comenzó a implantar en 2019 en Bilbao” para “adaptarse a los nuevos tiempos”. La congregación admite que han registrado quejas de las familias y aseguran que las entienden pero consideran que “los beneficios son muy superiores” y constatan “una buena acogida en la mayoría” ante la decisión.
“No se nos ocurriría imponer falda a todos”
Varias expertas en coeducación consultadas son escépticas con la medida y ven tras la imposición del pantalón un intento de “disfrazarla de igualitaria y de paridad”, aunque admiten que el pantalón ofrece mayor comodidad para algunas situaciones. “Jamás se nos ocurriría imponer la falda a todo el mundo, el sistema es muy inteligente y le damos un tinte de igualdad, de no marcar género ni estereotipos, a decir que solo pantalones”, analiza Kika Fumero, ex directora del Instituto Canario de las Mujeres.
“Igual que decimos que el masculino es el neutro, podemos decir que el pantalón es neutro. Sin embargo no hay nada neutro en las decisiones que tomamos”, apunta, por su parte, la profesora de Sociología de la Universidad de Granada Carmen Ruiz Repullo, para quien la medida “esconde el miedo a la hipersexualidad”. “¿Por qué se hace esto ahora, porque es una prenda cómoda o realmente se está intentando decir con muchas comillas que las chicas que se ponen faldas están provocando una situación que se puede evitar? En vez de mirar el sistema patriarcal y machista que debemos combatir con coeducación se quita la falda para quitar el peligro”, profundiza.
Igual que decimos que el masculino es el neutro, podemos decir que el pantalón es neutro. Sin embargo no hay nada neutro en las decisiones que tomamos
Carmen Ruiz Repullo, profesora de Sociología de la Universidad de Granada
Entre las federaciones que representan a los centros y a las familias de esos colegios hay división de opiniones. Escuelas Católicas defiende que el proceso ha sido “reflexionado” desde hace tiempo y producto de una petición de los equipos docentes, “no de la congregación”, según Luis Centeno, secretario general adjunto de la organización que agrupa a los titulares de centros educativos religiosos en España. Centeno argumenta que el cambio no es una cuestión “de ser modernos”, sino que se debe “a la practicidad”.
A la delegación de Concapa, en Madrid, sin embargo, no le ha gustado la decisión porque “han informado a mitad de curso” y porque “anula la posibilidad de que las niñas vayan con el uniforme habitual”. “La dirección del colegio puede tomar las decisiones que considere oportunas pero sería deseable que lo consensuaran con las familias”, sostiene José Luis Castellanos, presidente de la federación de Ampas de Concapa en Madrid. Y reconoce que en los últimos años algunas escuelas católicas han flexibilizado el uso de los uniformes permitiendo que las niñas que quisieran llevaran pantalón. “Tampoco es una tendencia pero se ha comentado y se ha admitido”, cuenta.
Las 18 asociaciones que se unieron en 2016 en torno a un manifiesto para poner fin a la obligatoriedad de la falda en los uniformes usaron argumentos parecidos a los que hoy alude la congregación Pureza de María: cómo la prenda condiciona “al movimiento de las niñas”. “Esto está directamente relacionado –decían entonces las organizaciones feministas– con el abandono de juegos en horas de recreo (fútbol, baloncesto, carreras, saltos..) y de cualquier otra actividad difícilmente compatible con una prenda que, al menor movimiento las limita, incluyendo el hecho de dejar al aire su ropa interior”.
Kika Fumero fue alumna en uno de los colegios de la congregación cuando era niña. “Dándole un poco una vuelta a la perspectiva histórica, igual dentro se interpreta como un avance, como una evolución conservadora. Antes, cuando yo estudiaba, solo era de niñas y teníamos que ir impolutas con el polo blanco, la falda y la coleta. Ni se te ocurriera ir con los pelos despeinados. Si en aquel momento nos hubieran permitido ir con pantalón habríamos visto el cielo abierto”, reflexiona. “Escalábamos igual, pero habría sido más fácil para saltar a la comba o jugar al baloncesto”, continúa. Y añade, a renglón seguido: “Pero pensar que por ir todos iguales es igualdad, eso es absurdo”.