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De ayudar a vivir, a ayudar a morir: el reto de los médicos que practican eutanasias

Aimar Bretos entrevista a Xavier Busquet y Aida Molero, médicos que han practicado la eutanasia

Xavier Busquet es médico, pero la mejor definición de la eutanasia no la ha encontrado en un texto científico, sino en boca de un teólogo belga, que sostiene que «la eutanasia no es elegir entre la vida y la muerte, sino elegir entre dos maneras de morir». Hasta que en junio de 2021 entró en vigor la ley de muerte digna, no nos habíamos fijado en las personas que reclamaban ese derecho: el de morir sin necesidad de esconderse y sin necesidad de poner a sus familiares o amigos en apuros legales. Ese derecho adquirido ha supuesto un alivio enorme para muchos enfermos, pero también es, a día de hoy, un reto mayúsculo para los profesionales sanitarios.

Busquet está familiarizado con la muerte porque es médico de cuidados paliativos domiciliarios en Programas de Atención Domiciliaria y equipos de apoyo en Granollers. Esa experiencia le ha convertido en médico referente, una figura que se ha ideado en Cataluña para acompañar a los profesionales que participan en el proceso de ayuda a morir. Hay referentes para atención primaria y también para hospital. «Acompañas en todos los sentidos que puedes», resume Busquet. El simple hecho de que exista esta figura refleja la enorme complejidad que plantea para los profesionales sanitarios afrontar la petición de un paciente. No hace falta ser objetor, para que una petición te deje tocado. «Hay una ambivalencia. Uno puede estar de acuerdo con la ley, con acompañar al paciente, pero al mismo tiempo tener un debate moral interno. A veces el médico que ha escogido el paciente se queda tan asustado que va a retrasar las cosas», explica Busquet. Esa situación le ha llevado a tomar la decisión de ser directo con sus colegas y decirles: «piénsate bien si puedes asumirlo o no, pero no retrases las cosas». La inseguridad del profesional no se debe alargar porque, explica Busquet, «el tiempo de espera es la causa primera de sufrimiento».

Aida Molero es médico de atención primaria en Cornellá y ha ayudado a una persona a morir. En concreto, a una paciente suya, una persona a la que conocía desde hacía diez años. Su caso refleja el cambio de paradigma al que se enfrentan los médicos cuando intervienen en una eutanasia, porque Molero tuvo que asumir que iba a ayudar a morir a una persona a la que había intentado curar. «En el proceso de reflexión propio, te das cuenta de que hay algo que es muchísimo peor que la muerte y es el sufrimiento actual y lo que el paciente considera una vida indigna», explica Molero.

La elección del paciente

El paciente elige cómo quiere morir: el día, la hora, el lugar; pero en ningún caso el médico puede ausentarse desde el momento en el que se toma la medicación. Tienen que estar durante todo el procedimiento hasta que se certifica la muerte. Xavier Busquet explica que, aunque la medicación es la misma para todos, el proceso es «rápido, pero no instantáneo», porque primero «deja de funcionar el pulmón, pero el corazón puede seguir latiendo 15 o 20 minutos más». Esos latidos de un corazón que sigue funcionando puede generar «ansiedad» en los profesionales.

El duelo de la familia

La ley no aborda qué hacer con la familia después, pero la empatía que lleva a un profesional a aceptar esta petición es la misma que le lleva a acompañar al entorno del paciente. Molero explica que en su caso quiso acompañar a la familia en el duelo que acababa de empezar. Recuerda que «las familias cuando ven que se van tranquilos, están agradecidos por la labor que hacemos». En todo el procedimiento, participan médicos y profesionales de enfermería, pero también psicólogos, trabajadores sociales. Es un trabajo en equipo. Un trabajo que requiere, además, una profunda reflexión sobre la muerte. Molero señala que todavía existe un tabú, cuando ese momento también forma parte de nuestra vida.

Ayudar a abandonar el sufrimiento

Xavier Busquet es además uno de los autores de un estudio sobre cómo ha sido la práctica clínica desde que entró en vigor la ley. El estudio es el reflejo de las dificultades con las que se encuentran los profesionales y una de ellas se centra en la interacción con la familia. Uno de los sanitarios le dijo: «Tú vas con tu maletín y entras en una casa… preciosa, por cierto. ¿Pero cómo te reciben? Es una situación incómoda. Por mucho que hayas hablado con la familia, tú vas allí a poner fin a la vida de un ser querido. Había un montón de gente, estaba lleno. Se crea una situación incómoda, porque ¿qué dices? «Hola, buenas, vengo a…». No se animaba a completar la frase. Busquet insiste en que ante la eutanasia o el suicidio asistido solo caben dos posicionamientos: «Los que tienen la idea de que ‘van a matar’ y los que dicen ‘yo voy a ayudar a una persona a abandonar su sufrimiento’. Es un acto de libertad del paciente y compasión del profesional. Si te lo tomas de esa manera, la satisfacción es enorme». Esa es la otra cara de la moneda, como la confesión de una enfermera que le reconoció que fue «el acto de amor más grande» que había hecho en su vida. Llegar a esa conclusión no es fácil, pero es fruto de la introspección que hace un profesional cuando le toca decidir si participar o no en una eutanasia.

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