El papa Francisco ha despertado la esperanza de los que creen que la Iglesia se puede arreglar desde dentro. Cristianos bien intencionados y honestos que siguen en esta asociación para conseguir la vida eterna, se muestran ilusionados. Cada gesto de campechanía, cada beso a un niño, cada palabra de comprensión para los grupos anatematizados tradicionalmente por la institución, da argumentos a los que desean arreglar ese armatoste envejecido y autocomplaciente que se mantiene en pie renqueante y asmático por los siglos de los siglos. Las mujeres pueden ser nombradas cardenales, se rumorea, el celibato podría desaparecer. Nada de que las mujeres vayan a acceder al orden sacerdotal. La soberbia de esta casta se muestra en el hecho de que están seguros de que los presbíteros casaderos, liberados del celibato, van a encontrar fácilmente novia. Cuando a ellos se les ocurra y sin consultar al otro género que tiene ahora la ocasión de acelerar el cambio de estructuras eclesiales. Cuando se le acerque un clérigo en celo a una mujer, esta se ha de negar a entablar conversación con él. No antes, al menos, de que tengamos a una mujer de párroco en los Guájares o en Las Angustias. Si no ceden, los clérigos tendrán que casarse entre ellos, conformarse con matrimonios homosarcerdotales. Se piensa en las altas instancias eclesiales que el matrimonio podrá apagar los fuegos eróticos del sacerdocio célibe. Lo de siempre, cuando no se sabe cómo resolver un problema o se le encarga a la escuela o se le echa encima a la familia, en este caso al matrimonio. Crece la exigencia de que los curas se casen para acabar con los casos de pederastia que se dan dentro de la institución eclesial. Cómo si el matrimonio hubiese demostrado su eficacia a la hora de apagar el impulso venéreo, de puertas afuera. Los curas pederastas se casarán y, esto sí, disfrutarán de los amargos placeres del matrimonio. La inquina social irá a menos al verlos golpeados por las ventajas propias de la vida en pareja, pero no se puede asegurar que no sigan, algunos, molestando a la infancia con solicitudes indecorosas. Más eficaz sería financiar a la Universidad de Granada para que trate de producir curas transgénicos: sin deseo. Podrían seguir célibes y les evitaríamos el martirio de un noviazgo largo. Pero eliminar el deseo macho es tan difícil como parar el sol o la luna; que sepamos, esto solo lo consiguió Josué, pero eran otros tiempos.
Siria, cosas veredes, Sancho, que si creyeres · por Guadi Calvo
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