Burundi vota en referéndum para perpetuar presumiblemente a un presidente rebautizado «el visionario» en un nuevo impulso religioso bien conocido en otros países de la región este de África
Pierre Nkurunziza, antiguo rebelde hutu, es presidente de Burundi, cristiano practicante, padre de cinco hijos, jugador de fútbol en activo —dirige su propio equipo, con cierto mal perder— y, además, desde el pasado 13 de marzo, un «visionario». «Imboneza yamaho», en lengua kirundi, es como le llamó su partido durante el Comité Central celebrado aquella fecha. Tras varias aproximaciones a su traducción, entre ellas la de «guía eterno y supremo», el partido en el Gobierno, el CNDD-FDD, zanjó la cosa calificándolo de visionario. Ni más ni menos. «Para justificar su reclamación de futuros mandatos en la presidencia», dice Ndubuisi Christian Ani, analista del Instituto para los Estudios de la Seguridad (ISS, en sus siglas en inglés), con sede en Pretoria, «asume tales nombres que le dan algo de legitimidad espiritual». Burundi celebra este jueves un referéndum de reforma constitucional, que podría permitir a Nkurunziza, de 54 años, los últimos 13 en el poder, mantener la presidencia hasta 2034. «Ese nombre, visionario, sugeriría que Nkurunziza es un regalo para Burundi, que él es el único líder que puede dirigir el país», prosigue Christian Ani.
Ese componente espiritual, tremendamente enraizado en el fuerte sentimiento cristiano que corre y sigue creciendo en los Grande Lagos —tanto como para que el presidente ruandés Paul Kagame pidiera en abril el cierre de cientos de iglesias no controladas por el Estado—, dominó sin duda aquella reunión del CNDD-FDD. Se tomaron otras dos decisiones, sirvan de ejemplo: convertir los jueves en día de la oración obligada para los fieles del partido, y erigir en Gitega, segunda ciudad en importancia tras la capital, Bujumbura, un «lugar de culto y retiro» al que acudirían en peregrinaje durante tres días al año.
Lejos de ese halo, de consumo interno, el presidente, reconocido born again (nacido de nuevo), una rama en auge en África que presupone un renacimiento espiritual en comunión con Jesús, se quiere convertir en el nuevo rey africano de poderes casi ilimitados. No solo aplastó la revuelta de 2015 contra su tercer mandato —más de 400.000 personas abandonaron sus hogares en los enfrentamientos—, sino que ha reprimido desde entonces a la oposición y activistas en las calles y hasta silenciado la prensa local e internacional —suspendió recientemente las operaciones en el país de BBC y Voice of America— de cara a la consulta. Si sale adelante, el mandato presidencial pasará de cinco a siete años, con un límite de dos legislaturas seguidas, sin contar, eso sí, lo ya mandado desde 2005.Todo un born again político.
La boca no es para el sexo oral
De eso también sabe el ugandés Yoweri Museveni. La boca, dijo a mediados de abril, es para comer, no para el sexo oral. Cuando Museveni, de 73 años, pronunció estas palabras durante una comparecencia, su gesto era ligeramente socarrón. Se trataba sin embargo de «un aviso público» a sus ciudadanos. Los presentes en la sala esbozaron alguna sonrisa, aunque hubiera poca guasa. El presidente de Uganda culpó a gente de fuera («outsiders») por promover tal práctica. No era la primera vez que Museveni, en el poder desde hace 32 años, cerca de la mitad de su vida, despotricaba contra el sexo oral. En otra ocasión llegó a decir que te pueden entrar gusanos en el estómago. «Representa el control religioso de la sexualidad, la familia y la fe», dice Nicholas Opiyo, abogado referente en la lucha por los derechos humanos en Uganda.
La influencia de la religión, especialmente de la rama protestante pentecostal, ha empujado significativamente las decisiones políticas de Museveni. Si bien él es cristiano devoto, son su mujer, Janet Museveni, y su hija Patience Rwabwogo, pastora en la Iglesia de la Alianza de Naciones —defiende que habló con Dios antes de emprender su dedicación—, las que llevan el peso de la fe en casa. Esta fe empujó en gran medida la adopción en 2014 de la llamada ley antihomosexualidad —los católicos llegaron a culpar a los evangélicos de la dureza del texto—, que preveía penas de cadena perpetua para los gais que practicaran sexo, incluido, por cierto, el oral. El Constitucional anuló la ley, pero las relaciones entre personas del mismo sexo siguen estando prohibidas y sujetas a penas de prisión. «El sexo entre gais», prosigue Opiyo, «desafía la autoridad de una sociedad profundamente patriarcal».
Si el burundés Nkurunziza puede ocupar el poder hasta 2034, Museveni podría hacerlo hasta 2037. El Parlamento ugandés levantó recientemente el límite de edad para ocupar la presidencia y extendió los mandatos —suena familiar— de cinco a siete años, a partir de los comicios de 2023. Algunos líderes religiosos ugandeses alzaron la voz contra la supresión del límite de edad. Museveni contraatacó con palabras de Jesús recogidas en el capítulo cinco del evangelio según San Mateo, versos 11-12: «Bienaventurados sois cuando os vituperan y persiguen y dicen todo tipo de males contra vosotros falsamente en mi nombre». Les culpó también de ayudar a extranjeros a inmiscuirse en asuntos internos.
Con el clero también se ha enfrentado el vecino tanzano, el presidente John Pombe Magufuli, que amenazó en diciembre con cerrar las iglesias que mezclaran religión y política. Tal advertencia llegaba después de que Zachary Kakobe, responsable de una iglesia pentecostal en Dar es Salaam, la capital comercial del país, dijera que Magufuli estaba convirtiendo Tanzania en «un Estado de un solo partido». Católicos y luteranos han criticado abiertamente y ante sus fieles la represión del Gobierno de Magufuli contra la oposición y el ataque a la libre expresión, por la persecución de reporteros y medios. El presidente, cristiano de nacimiento y formación, con muy buena relación con el predicador evangélico nigeriano TB Joshua, dijo hace un año: «Quiero que creáis que lo que estoy haciendo es en vuestro nombre, la presidencia es vuestra… Estoy tratando de actuar con la voluntad de Dios. Como país hemos llegado a un momento terrible, estábamos encaminándonos al desastre… Quizá el país estaba esperando a alguien como Magufuli para limpiarlo». En tercera persona.
Algo menos de un año después de aquellas palabras, el pasado 27 de marzo, seis miembros del partido Chadema fueron detenidos por sedición, incitación a la violencia y reunión ilegal, tras participar en una manifestación opositora. Los disparos de la policía para reprimir la marcha acabaron con la vida de una estudiante universitaria.