Las vocaciones religiosas en España podrían estar más cerca de su extinción que nunca. Los datos hablan por sí solos, pero todavía existe un grupo reducido de personas que decide dedicar su vida a Dios. Este reportaje es el Trabajo de Final de Grado, TFG, de Paula Márquez, alumna de periodismo de la UV, muy bien valorado por el tribunal . Se entrega en dos partes.
Puedes acceder a la primera parte de este reportaje de La Vanguardia por Paula Márquez aquí.
¿A qué se debe este descenso en el número de creyentes católicos? Según Pau Caparrós, sociólogo y profesor de la Universidad de Valencia, en nuestra sociedad se ha producido un proceso de secularización. Este proceso consiste en el abandono progresivo del peso de la religión en la sociedad. La causa es la desaparición y sustitución de las explicaciones extraterrenales o místicas de la existencia humana por las evidencias científicas.
“Muchas cosas que antes se explicaban desde la fe – la creación del mundo, la muerte, la enfermedad, el sufrimiento… – cosas a las que el ser humano necesita darles sentido, venían únicamente explicadas por la religión. Con el desarrollo de la ciencia y de la técnica, evidentemente surgen respuestas”, nos indica Javier Ros, sociólogo y profesor de la Facultad de Teología San Vicente Ferrer de Valencia.
En nuestra sociedad se ha producido un proceso de secularización
El proceso de secularización empezó entre los siglos XVII y XVIII y ha ido extendiéndose a lo largo del siglo XX.
Tiene peso especialmente el siglo XIX en el que, a partir del movimiento de la Ilustración, dominaban las ideas de la razón y el progreso: “Se pensaba que para que una sociedad fuera moderna y progresista necesitaba quitarse la religión del medio”, comenta el profesor Ros.
“El pensamiento post-metafísico sustituirá en el orden económico, social y político a la religión”, añade Caparrós. El resultado de este proceso es que el siglo XXI se convierte en un siglo – en los países europeos fundamentalmente – de secularización prácticamente total de esa estructura política-social, donde antes predominaba la presencia de la religión.
Sin embargo, todos los sociólogos entrevistados están de acuerdo en que la sociedad del siglo actual no es menos creyente que la de siglos anteriores: las creencias, la fe y la necesidad del ser humano de encontrar sentido a su existencia no han desaparecido.
Lo que se ha producido también es un trasvase de esas creencias religiosas tanto a la ciencia como a causas sociales
Lo que se ha producido es un trasvase de esas creencias tanto a la ciencia como a causas sociales. Javier Ros menciona, por ejemplo, la cantidad de gente que da sentido a su vida a través de movimientos por causas justas y hacen de ellos su mantra, como ocurre con el ecologismo, que va en aumento.
Relación cultura-religión
La disminución de la presencia de la religión en la cultura española también ha supuesto una caída del número de creyentes. “La tradición cristiana dice que sí que hay una parte innata de la religiosidad, pero también es adquirida por la sociedad en la que nacemos, por nuestra cultura, la cultura nos modula”, explica Javier Carballo.
La tradición cristiana siempre ha estado presente en celebraciones como la Navidad, la Semana Santa y las festividades de santidades. En la sociedad española tenemos mucho más presentes estas prácticas debido a la importancia que cobró la religión durante la Dictadura Franquista (1939-1975). El nacionalcatolicismo impregnó la esfera social y ser “un buen español” significaba ser católico y vivir bajo los valores basados en lo que decía la palabra de Dios.
Durante el Franquismo, se estableció una gran cantidad de fiestas religiosas que pasarían a formar parte de la cultura española, como las procesiones. Todo ello hacía que la religión estuviese presente en la vida de los españoles de forma habitual y, por tanto, el número de creyentes fuera superior. Dejarse llevar por la corriente era más sencillo que nadar contra ella. “Lo que si había era una cultura religiosa dominante que, de alguna manera, nos llevaba a unas prácticas religiosas que las realizábamos porque era ‘lo que se llevaba’”, explica Javier Elzo.
Una vez finalizado el Régimen Franquista, la Iglesia no desertó de su reino del poder. La institución continuó ostentando cierto nivel de autoridad en España. “La Iglesia Católica ha limpiado su imagen en España respecto al pasado y tiene un papel social importante en la sociedad”, comenta Caparrós. Sin embargo, las prácticas religiosas comenzaron a decrecer, algo que también afectó al número de creyentes. El investigador Elzo sostiene la tesis de que se ha pasado de una era de cristiandad, en la cual se era culturalmente cristiano, a la era secular, donde la religión deja de ocupar ciertos ámbitos sociales.
La institución educadora, es decir, el colegio católico, también supone una forma de trasmisión de la fe cristiana a los jóvenes
La institución educadora, es decir, el colegio católico, también supone una forma de trasmisión de la fe cristiana a los jóvenes. La oración de la mañana, la lectura de versículos de la Biblia, acudir al oratorio una vez a la semana… son acciones que dejan su mella cual agua bendita. De hecho, los religiosos entrevistados fueron a colegios cristianos.
“En líneas generales se puede decir que en las escuelas cristianas o de sensibilidad cristiana la trasmisión de la fe es mucho mayor que en las escuelas públicas”, explica Elzo. “En los colegios, el haber tenido un acompañamiento en el ámbito de la fe ha ayudado a los chicos, sobre todo a discernir y descubrir esa llamada”, comenta el rector del Seminario Mayor de Valencia.
Sin embargo, el número de centros católicos en España – comparado con los primeros datos de los que dispone la Conferencia Episcopal – ha decaído en 3.436 desde 2007 hasta 2020, pasando de 6.002 a 2.586 instituciones católicas. Esto, sumado a la aprobación en 2020 de la ‘Ley Celaá’ – con la que las administraciones educativas deben promover un incremento de puestos escolares en centros de titularidad pública en detrimento de los de las escuelas concertadas – podría dificultar la proliferación de creyentes que llegan al catolicismo a través de la escuela. En la Biblia se predijo el fin del mundo, pero la Iglesia no predijo el principio del fin de las escuelas católicas.
El número de colegios católicos en España ha decaído en 3.436 desde 2007 hasta 2020, pasando de 6.002 a 2.586 centros
Ante este panorama, la cifra de jóvenes católicos, por tanto, también de vocaciones religiosas, se ve afectada de forma negativa.
El bien y el mal
Todos los entrevistados que se dedican a la vocación religiosa trasmiten la sensación de orgullo, paz y felicidad. Están de acuerdo en que se trata de lo mejor que les ha pasado y destacan el hecho de poder ayudar y acompañar a muchas personas. “Compartes la vida de la gente en los momentos más buenos y en los no tan buenos”, comenta Lucas. Para él, es igual de gratificante el poder bautizar a un niño por la mañana que consolar a alguien que padece por la tarde.
A Jaume se le ilumina la mirada al pensar en todo lo que hará cuando sea sacerdote. “Traer a Jesús en la eucaristía es un puntazo”, dice. La hermana Aída no puede hacer precisamente esto, pero para ella la vocación no tiene nada negativo, solo le ha traído una vida de amor con Dios. “El ser consagrada lo siento como un don”, expresa la joven.
A Jaume se le ilumina la mirada al pensar en todo lo que hará cuando sea sacerdote: “Traer a Jesús en la eucaristía es un puntazo”
Durante estos años de formación, sin embargo, no todo es luz, también hay episodios de oscuridad. Existen abandonos por parte de los postulantes. Fernando Ramón, como rector del Seminario Mayor Valencia, menciona que el camino de la vocación exige tener ciertas capacidades: honestidad, obediencia, capacidad de escucha y diálogo, saber convivir con el resto de hermanos o hermanas… Aunque el compromiso sea quizá la característica que debería estar en la cúspide de esas virtudes.
Estos valores pueden ser difíciles de llevar a cabo con constancia entre los jóvenes y es posible que por ello se reduzcan las vocaciones. “Siento que estamos bombardeados por todas partes con mensajes que nos dicen que la vida es vivir para ti, buscar tu realización, crecer tú, disfrutar tú… el amor [de Dios] ahí no entra”, expresa Aída.
Según el sociólogo Javier Ros, existe “una situación de modernidad avanzada, donde cualquier joven, incluso adultos, tenemos una gran dificultad para comprometernos con nada; si optas por una cosa, renuncias a muchas”. A Lucas, por ejemplo, lo que menos le gusta de la vocación es el pasar menos tiempo con su familia y amigos. “Ahora mi vida ha cambiado y estoy a full en la parroquia y no me da para ir a casa tanto y a ver a mis amigos, es eso lo único que echaría de menos y es una renuncia”, explica el joven.
Manel Camp, sacerdote escolapio de 53 años, menciona que también resulta difícil el no ser capaz de hacer lo que uno quiera, es decir, el poder decidir sobre su tiempo. “En el fondo, mi vida depende de la comunidad”, dice el escolapio.
Las renuncias a la vocación por parte de los seminaristas son casos que ocurren durante los primeros años de formación y también en la etapa final
Fernando Ramón confirma que estas renuncias a la vocación por parte de los seminaristas son casos que ocurren durante los primeros años de formación y también en la etapa final. Es en esta última en la que hay gente que, ante la decisión definitiva, sufre una crisis en la que se plantea si la vocación es realmente a lo que se quieren dedicar.
“Hay chicos que pasan por procesos de crisis o de duda y se les hace un acompañamiento un poco más estrecho, más cercano, para que tengan claro si de verdad tienen vocación o no. Si la decisión a la que llegan es que no, se deja el seminario sin ningún problema”, explica el rector. Por ello, al final de cada año de formación se plantea a los jóvenes si desean seguir o no en el sendero de la vida consagrada.
Manel Camp nos explica, a través de su perspectiva como consagrado desde hace años, que a él le supuso un esfuerzo cumplir con algunos de los votos necesarios cuando se adentró en este mundillo. “La obediencia me costó bastante. La pobreza me costó por contraste, porque yo no soy pobre, sino que tengo casa, coche, trabajo… lo que no puedo es disponer de todo eso… yo no dispongo de mi sueldo”, expresa. Son cosas a las que uno debe renunciar. Manel fue testigo de cómo, en su promoción, abandonaron la mitad de chicos en la última etapa antes de convertirse en sacerdotes.
El camino a seguir
El proceso de formación para los que deciden dedicarse a las vocaciones religiosas depende de si se trata de una mujer o un hombre.
Para las mujeres que deciden entrar en un convento, el proceso de formación se basa en tres etapas: postulantado, noviciado y juniorado. Cada una tiene una duración variada según la candidata, pero generalmente las dos primeras son de dos años cada una y la última etapa consta de tres años.
Aída explica que el postulantado es un periodo en el que una se adentra en la vida de comunidad, a sus hábitos, y en el que se conoce más a Jesús. Tras esto, comienza el noviciado, en el que tiene lugar el rito de iniciación a la vida religiosa. En el juniorado se realizan los votos de castidad, pobreza y obediencia de forma temporal. Con el tiempo, una ya pasa a ser consagrada y finalmente se hacen los votos definitivos.
En el caso de los hombres es similar. El joven entra al seminario y tiene que pasar por las fases propedéutica, la discipular, la configurativa y la etapa pastoral. En total son siete años. La etapa propedéutica consiste en una introducción al mundo de la vocación religiosa. En la fase discipular, se estudian dos años de la carrera de Filosofía y se vive en comunidad con el resto de seminaristas. Posteriormente, tiene lugar la etapa configurativa, con tres años de estudio de Teología. Por último, se realiza un máster de Teología en la etapa pastoral, en la que el joven ya ha realizado sus votos oficialmente y pasa a ser diácono; durante este periodo se hacen prácticas en una parroquia. Al final de ese año, el cura se convierte en sacerdote.
Aun así, al escolapio le llama la atención que haya gente que deje la vocación una vez ya son sacerdotes. Según él, esto se debe a que en los años de formación hay un ambiente de armonía, de comunidad, en el que los jóvenes no son conscientes de lo que realmente les espera cuando eso se acabe. Luego se produce un choque con la realidad, cual pájaro abandona el nido de su madre.
Llama la atención que haya gente que deje la vocación una vez ya son sacerdotes
“Habría que preguntarse si la formación es suficiente, no por el tiempo, sino porque igual habría que tocar más la realidad concreta (…) Cuando yo me encuentro la realidad (ser nombrado sacerdote), y tengo que decidir qué hago y qué no hago, con quién salgo, cuándo vuelvo… ahí es cuando en algunos vienen las mayores crisis”, dice Manel.
Soluciones a la crisis vocacional
A pesar de la existencia de personas como las que hemos visto, que siguen apostando por la vocación religiosa, se trata de un fenómeno cada vez menos usual. La Iglesia Católica es consciente de la gravedad del problema. La institución, los propios consagrados y los sociólogos ofrecen diversas posibilidades que podrían cambiar las tornas de esta debacle vocacional.
El celibato, ¿a favor o en contra?
El sociólogo Javier Elzo nos informa de que, según sus estudios y observaciones, una de las razones por las que los jóvenes no se decantan por esta vocación, además de porque se trata de una decisión para toda la vida y es una profesión que está muy poco valorada, era que exigía ser célibe.
La posibilidad de derogar el voto de castidad, o al menos hacerlo opcional, es algo que ya se plantea en algunos sectores de la Iglesia ante la falta de personal, aunque todavía es algo que no se ha dado. Sin embargo, podría suponer un mayor ingreso de jóvenes en seminarios.
El celibato consiste en la prohibición por la que los consagrados no pueden practicar sexo ni contraer matrimonio. A pesar de ello, los religiosos no pueden evitar tener ciertos sentimientos e impulsos. De hecho, muchos han tenido pareja, como Lucas antes de meterse en el seminario. “No me han hecho nada para que no sienta o para cuando vea una chica guapa no diga ‘joder, que bellezón’”, dice honestamente Lucas. Para él, la castidad es una cuestión de educar los sentimientos, las pasiones y el corazón.
El celibato consiste en la prohibición por la que los consagrados no pueden practicar sexo ni contraer matrimonio
Otros se han enamorado en alguna ocasión. Jaume, por ejemplo, tuvo claro desde los 15 años que la forma más sencilla para saber si debía ser sacerdote era probar a ser célibe desde el principio. Le gustaron algunas chicas, pero finalmente logró seguir por el camino de la castidad. “Si tu corazón está hecho para amar directamente a Dios a la manera del célibe, una persona, por muy buena y fantástica que sea, nunca te será suficiente”, explica el joven.
Ambos coinciden en que el celibato es algo que se lleva con relativa facilidad. “Ya no necesito la pornografía, la masturbación, utilizar a las chicas o vivir relaciones sexuales efímeras para llenar mi corazón”, explica Lucas.
El matrimonio exige ciertos compromisos, por ello, hacer opcional el celibato no les haría especial ilusión a ninguno de los dos seminaristas. La razón que aportan es que, si estuviesen casados, no podrían dedicar todo su tiempo a las personas que lo necesiten, sino que tendrían que invertir una parte en su mujer y sus hijos. Estos también influirían en su predisposición a servir al otro. “Si a tu mujer no le cae bien una… tú no eres indiferente a eso”, ejemplifica Jaume.
La hermana Aída se sentía atraída por los chicos y siempre había soñado con encontrar una pareja con quien compartir su vida. Ahora está a favor del celibato, ya que para ella no supone ninguna dificultad y siente que está casada con Dios. “Jesús es un amor real, muy concreto, es una persona que te desposa”, explica.
La hermana Aída se sentía atraída por los chicos y siempre había soñado con encontrar una pareja con quien compartir su vida
Para Manel, que lleva más años en la vocación, otras alternativas a la castidad no le parecerían mala idea, ya que, por lo que le dicen sus alumnos de Escuelas Pías, eso es lo que más les echa para atrás. Manel admite haberse enamorado en varias ocasiones y eso le ha hecho plantearse su vocación como sacerdote.
Para el escolapio, la Iglesia debería pensar en la posibilidad de que, si uno descubre la vocación estando casado, debería seguir casado; si la descubre estando soltero, que siga soltero. También plantea que no se quite el reconocimiento de los sacerdotes que deciden casarse. “El Papa sí es posible que lo tenga en mente y una parte de la Iglesia se lo está planteando, sin duda”, comenta. La polémica sigue estando presente en los círculos religiosos.
Limpieza de reputación y testimonio creíble
Otra posibilidad para poner fin a la crisis vocacional podría ser el acabar con los prejuicios que todavía existen acerca de los religiosos. “La vocación religiosa resulta extraña para una parte de la sociedad”, explica el teólogo Javier Caballo. Para los curas entrevistados, sí existe esa sensación de que la gente los observa con cierto recelo. “Me ven y es como si fuera un marciano”, lamenta Lucas. La gente todavía no es consciente de que una monja o un cura puede ser una persona de lo más común, con sus preocupaciones, sus virtudes y sus defectos.
La reputación de la Iglesia, además, ha sido dañada por las noticias que surgen cada cierto tiempo acerca de abusos sexuales o corrupción dentro de la institución católica. “Es algo que me da pena, que vaya por la calle y me digan ‘pederasta’ o ‘hijo de puta’ o me ven así y ya me miran mal por el hecho de ser cura”, dice Lucas con tristeza. Hace hincapié en que él y sus hermanos son gente normal. Acabar con esta percepción que los ciudadanos tienen sobre la Iglesia sería un paso para el acercamiento a los jóvenes y, por tanto, para el surgimiento de más vocaciones.
Según Manel, existe una falta de credibilidad de testimonios católicos porque la imagen de la institución no se corresponde a la palabra de Dios. Entre otras cosas, dice el escolapio, la Iglesia Católica debería perder poder y deshacerse de esa estructura de empresa. Además, piensa que esta debería intentar alejarse de la concepción conservadora que actualmente presenta y, al igual que los consagrados acuden a manifestaciones contra la eutanasia, podrían acudir a manifestaciones como la de la pobreza cero o a favor de ayudas a los inmigrantes. “¿Cómo no te manifiestas en contra de la pobreza? Tenemos que cambiar el chip y en España mucho más. La religión está politizada”, explica Manel.
Los consagrados no son ajenos a los avances tecnológicos, también se unen a la moda de las redes sociales
El mensaje de Dios 4.0
Los consagrados no son ajenos a los avances tecnológicos, también se unen a la moda de las redes sociales, que se han convertido en una nueva vía por la que hacer llegar el mensaje de Dios a los más jóvenes.
En la actualidad podemos hablar del surgimiento de “influencers religiosos” que trasladan su testimonio a través de YouTube, Instagram y cualquier otra aplicación que se nos ocurra. Estos religiosos tienen miles de seguidores en plataformas digitales, por ejemplo, en TikTok, el sacerdote Damián Maria Montes cuenta con más de 175.000 seguidores o la monja Sor Josefina, con más de 137.000.
Influencers religiosos
El sacerdote Damián María Montes cuenta con más de 175.000 seguidores en TikTok, y la monja Sor Josefina, con más de 137.000
Lucas no es un influencer pero es consciente de que, a través de sus canales de YouTube y Spotify, puede difundir la palabra del Señor y por ello los emplea para subir sus sermones en formato podcast. Además, a través de Instagram, junto a otros hermanos, tiene una cuenta llamada ‘@prodigorap’ en la que suben raps cristianos.
Según el estudio Hábitos y actitudes de los jóvenes ante las redes sociales realizado por la Universidad Rey Juan Carlos en 2020, el 94% de los jóvenes accede a las redes sociales todos los días. Por lo tanto, y como ya se ha comprobado, sería un medio de comunicación eficaz para aumentar el número de jóvenes católicos. “La Iglesia está llamada a dar una respuesta al ser humano adaptada a cada tiempo histórico con los métodos y las formas de cada tiempo; ahora, si hay Instagram para hacerlo, pues se hace en Instagram”, explica Lucas.
Una de las soluciones a la falta de vocaciones en España era la de traer consagrados extranjeros a España
Las vocaciones forasteras
Las maletas, el pasaporte y salvar la estructura jerárquica. La importación se realiza cuando uno no dispone de aquello que necesita en su país, en este caso, de curas.
Según informaba El Correo en una noticia, ya en 2018, una de las soluciones a la falta de vocaciones en España era la de traer consagrados extranjeros a España. Como se exponía en esta pieza periodística, la Conferencia Episcopal estimaba que estos sacerdotes extranjeros eran unos 1.500, es decir, el 9% del total de sacerdotes de nuestro país. La mayoría de estos “religiosos importados” proceden de África y Latinoamérica.
Pau Caparrós nos explica que en Latinoamérica la población no es más creyente que en España. De hecho, allí surgen las repúblicas secularizadas – separación de la Iglesia respecto de ámbitos sociales – mucho antes que en nuestro país, debido, entre otras cosas, a la influencia norteamericana en la que predomina la razón y la división de poderes.
Lo que ocurre es que la penuria no es santa de devoción para nadie. Según el sociólogo, al tratarse de países con altos índices de pobreza, los jóvenes encuentran refugio en la vocación religiosa. “En Sudamérica, las congregaciones religiosas ‘tiran el lazo’ y ofrecen salidas espirituales y de supervivencia a mucha gente”, apunta Juanjo Picó, responsable de comunicación de Europa Laica (entidad que ofrece información estadística a través de su Observatorio del Laicismo).
También ocurriría lo mismo en España. “La situación de crisis económica y laboral ha podido generar algún repunte puntual de las vocaciones y que las personas encuentren ahí una salida espiritual, pero también una salida de supervivencia”, explica Picó.
Compartir la fe
Compartir es vivir, también en el catolicismo. Según Javier Elzo, formar parte de comunidades cristianas es un factor que provoca una vivencia de la fe con mayor constancia y fidelidad. Esto potencia así el surgimiento de vocaciones. “Muchas vocaciones salen de la comunidad cristiana. Si esto cada vez es menor, pues hay menos cantera”, explica el teólogo Javier Ros. La familia de Lucas, por ejemplo, pertenece a la comunidad de los ‘kikos’, mientras que la de Jaume estaba muy ligada al Opus Dei.
Los grupos de jóvenes cristianos tienen un papel determinante en el surgimiento de las vocaciones religiosas
Los grupos de jóvenes cristianos tienen un papel determinante en el surgimiento de las vocaciones religiosas. Para Jaume, que desde pequeño ha formado parte de estos, le ha supuesto sentirse parte de un grupo donde poder compartir la fe y crecer comunitariamente. Gracias a esos colectivos, asistió a campamentos, retiros y misiones donde descubrió la vocación. Así le ocurrió a Lucas, quien recibió la llamada en el encuentro de jóvenes cristianos con el Papa. “Yo creo que en esos jóvenes que están en comunidades cristianas puede estar el futuro de la Iglesia española”, menciona Elzo.
“Yo creo que en esos jóvenes que están en comunidades cristianas puede estar el futuro de la Iglesia española”, menciona Elzo.
Lo que Dios quiera
La Iglesia pasa por tiempos difíciles y la juventud parece alejarse cada vez más de la religión católica. Solo los grupos de jóvenes cristianos, un testimonio creíble y la adaptación de la Iglesia a los nuevos tiempos podrían salvar su estructura del apocalipsis vocacional.
Sin embargo, según los protagonistas de este reportaje, Jesús llama a la vocación incluso en los peores momentos. Al final, el futuro de la Iglesia será el que Dios quiera.