A los no adeptos se nos hace convivir obligatoriamente con lo religioso y, si alzamos la voz, somos unos intransigentes.
Si alguien hace cincuenta años hubiera hablado de fumadores pasivos, hubiéramos esbozado una mueca de incomprensión, pues no existía conciencia de una tal figura. Con el paso del tiempo, nos hemos ido dando cuenta de que no hace falta fumar para sufrir las consecuencias del tabaco y que el placer de unos podía convertirse en el perjuicio de otros. Progresivamente, de manera muy lenta, se fue generando un discurso crítico hacia el tabaco puesto que sus efectos también recaían en quien no tenía el hábito de fumar. Y ello llevó a la restricción de la presencia pública del tabaco. No sé si recordarán los inicios del proceso, cuando se prohibió fumar en transporte público, y lo que costó que la medida resultase efectiva, pues la restricción no fue bien recibida por muchos fumadores que siguieron como si tal cosa. Ahora nadie fuma en un autobús urbano, por ejemplo, y nos parece, a fumadores y no, lo más normal.
Quienes no fumamos y hemos compartido espacios con fumadores sabemos lo difícil que en ocasiones se hacía conciliar la relación. Era curioso ver cómo cuando, con una sala llena de humo, pedías a tus compañeros que, por favor, se cortaran un poco, se te calificaba de intransigente y de exagerado. A veces te tenías que salir un rato a respirar a la calle. La siguiente vez que volvías a pedir, cuando menos, moderación, nuevamente te miraban con esa expresión de "otra vez este pesado". Y créanme si les digo que en absoluto soy un furibundo antitabaco y que no comparto la fiebre puritana que nuestros gobernantes han importado del otro lado del Atlántico. En cualquier caso, creo que se ha avanzado bastante en la cuestión y que la mayoría de los fumadores adoptan una posición muchísimo más respetuosa y consciente que hace unos años.
Digo todo esto porque muchas veces el debate sobre la religión me recuerda profundamente al del tabaco. Si para la persona fumadora, e incluso para la sociedad en general, la rara era la persona que pedía que no le hicieran tragar humo contra su voluntad, en la actualidad el esquema se reproduce con respecto a la presencia de lo religioso en la vida cotidiana. Por eso hablo de "creyentes pasivos", porque a los no creyentes se nos hace convivir obligatoriamente con lo religioso y, si alzamos la voz, es que somos unos intransigentes que no respetamos las creencias de los demás; como el no fumador no respetaba la libertad del fumador.
El tema del crucifijo en las aulas ha sido, sin duda, el tema estrella. A raíz de la sentencia europea sobre la cuestión, escuché en una tertulia al director de un periódico nacional argumentar en repetidas ocasiones que el crucifijo "a nadie molesta". Sorprendente argumento, pues si así fuera no se hubiera suscitado la polémica. Lo que en realidad quería decir es que no le cabía en la cabeza que a alguien le molestara, lo mismo que al fumador con su humo. Ganas de molestar de cuatro exagerados. En el fondo alienta la misma postura, la incapacidad para entender que pueda haber maneras diferentes a la propia de mirar el mundo. Y si las hay, la mía, que es la buena, la normal, la natural, la de "todo el mundo", no puede molestar. Lo demás es intransigencia.
ESTOS DÍAS se desarrolla una polémica en la Facultad de Derecho, pues uno de sus catedráticos, Ignacio Lacasta, ha solicitado que se suprima la misa en honor del santo patrón de las festividades del centro. La misa, faltaría más, se celebrará. Y el patrón, cómo no, seguirá siendo el mismo. ¿Qué sentido tiene que las festividades de las facultades tengan que ver siempre con santos? Se dirá: bueno, es que tienen que ver con la disciplina en cuestión. Aceptemos el argumento. La celebración de un centro debe realizarse conmemorando el día de una personalidad relevante de la disciplina. La casualidad es que todas las personalidades relevantes son santos. Es decir, están en su condición de santos, no de sabios. Así se lo hice ver al decano de la Facultad de Educación de Huesca, cuando le planteé que si no sería más lógico que el patrón de dicha Facultad, a la que pertenezco, fuera, por ejemplo, Joaquín Costa, sin duda la persona más relevante de Huesca, incluso de España, en el tema de la educación. Seguimos con el santo en procesión.
Qué decir de un calendario escolar irracional, construido en función de la celebración de la Semana Santa cristiana, y que hace que unos años el último trimestre (tres meses), sea de mes y medio y otros de tres y medio, lo que supone un absoluto disparate educativo. Todo sea por no cuestionar la tradición, aunque ésta afecte negativamente al sistema educativo.
No hay duda de que estamos bañados en la cultura cristiana, sometidos a sus tradiciones. A pesar del discurso victimista de la Iglesia, nos siguen imponiendo sus festividades, sus músicas tres veces al día, su calendario, sus celebraciones, para las que les cortan el centro de las ciudades impidiendo el paso de los vecinos y vecinas hacia sus casas, cosa que no ocurre con ningún otro tipo de manifestación. Por no mencionar que les mantenemos con nuestros impuestos, por mucha crucecita en la declaración que nos vendan. Y los demás, a tragar humo. No hay duda de que no somos más que un atajo de intransigentes.
Profesor de universidad y autor de ´El laberinto de los dioses. Historias y mitos para niños ateos´