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Contraofensiva modernista

Varios intelectuales libran una batalla por el reformismo en las sociedades islámicas

Aparentemente hay en todo el mundo musulmán un predominio del Islam conservador y avances del Islam integrista: la victoria de los talibanes en Afganistán, del integrismo en Irán, de la dictadura fundamentalista en Pakistán (sobre todo desde Zia el Aq); la permanencia del wahabismo saudí ultraconservador, la islamización de Sudán, la extensión al Magreb del terrorismo integrista de Al Qaeda. Este panorama demuestra con claridad que las sociedades musulmanas y árabes atraviesan una crisis muy profunda. La imagen del Islam que prevalece en Occidente está basada, indudablemente, sobre esta evidencia. El Islam se ha convertido en sinónimo de terror o de violencia autoritaria de los poderes fundamentalistas desde principios de los años 90 y, sobre todo, desde el 11 de septiembre. Y esa percepción mediática aumenta gracias a un potente trabajo de adoctrinamiento emprendido por ideólogos (Samuel Huntington, Bernard Lewis) que apoyan a Estados directamente implicados en las relaciones conflictivas con el Islam.

Pero, aunque la ideología espontánea sea la del "choque de civilizaciones", la realidad es del todo distinta: no hay conflictos abiertos entre lo que llamamos de forma esquemática el mundo musulmán y "Occidente", si exceptuamos las amenazas terroristas de grupos muy aislados. Las sociedades islámicas son en su conjunto más bien pacíficas; cuentan con poderes fuertes y mantienen buenas relaciones internacionales, aparte de la excepción iraní. Lo que, sin embargo, no vemos es la enorme batalla cultural que se está librando en el interior de dichas sociedades.

Se trata de una verdadera Kulturkampf (guerra cultural) entre tres actores principales: los defensores del Islam conservador, los poderes políticos autoritarios y una generación de grandes intelectuales modernistas, decididos a remover el hierro en la herida del sistema que defienden los dos primeros.

Es en Túnez donde esa batalla adquiere rasgos más espectaculares: gira en torno a las garras de la teología musulmana que hoy bloquea la adaptación de esa religión a la modernidad y hace de ella un terreno fértil para las interpretaciones más rigoristas y la manipulación integrista. Del historiador Hichem Djaït, que es autor de una biografía impresionante sobre Mahoma, y de una obra, entre otras, anterior a ésta, titulada La crisis de la cultura islámica, a Yadh Ben Achour, jurista, especialista en teología y sin duda uno de los mejores conocedores de la cultura sunita, autor de la reciente Los fundamentos de la ortodoxia sunita, pasando por ensayistas de primer orden como Abdelwahab Bouhdiba, Mohamed Charfi, Mohamed Talbi, Hélé Béji o también la jurista Amal Grami. Todos estos autores se enfrentan a la involución islámica y ya no vacilan a la hora de plantear preguntas molestas. Se hacen eco de las estimulantes investigaciones iniciadas hace unos años por autores marroquíes, como el filósofo arabófono Mohamed El Jabri, autor de una Crítica de la razón árabe, deconstrucción sistemática e implacable de la dogmática musulmana y reivindicación de un averroísmo de la modernidad, o también Abdu Filali-Ansari, sutil autor de ¿Es el Islam hostil al laicismo?, y otros tantos más…

Sus preguntas son decisivas. ¿Se habría desarrollado el integrismo si las sociedades musulmanas hubieran emprendido una reforma religiosa? ¿No está el sunismo conservador tan profundamente enraizado en la cultura espontánea de los creyentes que frena todo avance? ¿Es el laicismo un invento superficial de Occidente o más bien la vía de paso obligatoria, desde luego adaptada a las condiciones particulares del mundo musulmán, para llegar a la modernidad? ¿Puede la mujer acceder al estatus de sujeto de derecho en igualdad con el hombre, cuando sigue atrapada en las redes del derecho musulmán? ¿Es posible la democracia, cuando siguen existiendo poderes que pretenden encarnar la "verdadera" religión prohibiendo, de hecho, un trato igualitario hacia los no musulmanes? ¿Es la apostasía un crimen contra el Islam, como afirma el sunismo conservador mayoritario, o está vinculada a la libertad de conciencia y a los derechos humanos? Esos autores retoman con estas preguntas la filosofía liberal de los pensadores laicos de principios del siglo XX en Egipto, tales como Taha Hussein, Qasim Amin, Mansour Fahmi, o también el gran precursor tunecino Tahr Haddad, y, a la vez, la superan.

Ahora bien, ese trabajo, que en Europa sigue sin conocerse por razones sospechosas, es de una importancia crucial para estas sociedades. Revela, en primer lugar, que la verdadera batalla por la reforma tiene lugar en el mundo árabe-musulmán. Se trata de una batalla interna que apunta tanto al conservadurismo religioso de la sociedad como al reformismo de las elites, cuyo fracaso y compromisos conceptuales denuncia. Yadh Ben Achour escribe a propósito de esto: "Hay que ser conscientes (…) de que este impulso hacia el tajdid [la modernización] se hace sistemáticamente [en la sociedad musulmana] volviendo una y otra vez a las enseñanzas de los ancestros de las primeras generaciones de buenos y piadosos musulmanes (…) sin una verdadera ruptura epistemológica, a menudo incluso mediante un endurecimiento del pensamiento, una plusvalía de rigorismo. Creyendo reformar, el reformista no hace más que volver otra vez al pasado (…) de la religión antigua (…)" (cf. Los fundamentos de la ortodoxia sunita, p. 41-42). La causa de ese fracaso no estriba en la falta de rigor o la incompetencia de los reformistas, sino en su incapacidad para romper con el referente religioso. Pero, ¿podemos pensar al margen del Islam dentro de la sociedad islámica? La respuesta de Ben Achour es claramente pesimista.

En otro plano, Djait constata que "cada vez que se enfrentaron el Islam y la Razón, (…), fue un escándalo y [se produjo] la rendición de la Razón frente al Islam. ¿Por qué?" se pregunta, "porque la Razón estaba apartada de su vocación de búsqueda de la verdad por la dimensión exógena, es decir la dialéctica del yo y el otro. La identidad cultural entraba subrepticiamente en juego". (La crisis de la cultura islámica, p. 254). Dicho de otra manera: ¿somos capaces de realizar una crítica interna radical de la sociedad musulmana sin justificar sus defectos con el argumento de la eterna responsabilidad del colonialismo o el imperialismo occidental? Esa es una pregunta clave que Hélé Béji trata con profundidad en Nosotros, los descolonizados.

Esta gran empresa de crítica cultural sin concesiones que los intelectuales árabes están llevando a cabo en sus respectivas sociedades merecería ser mejor conocida en Europa; ayudaría a cambiar la mirada sobre ese mundo. Estos autores, y las valientes editoriales que les apoyan, son de alguna manera los nuevos disidentes de las dictaduras y del fanatismo integrista. ¿Pero no serán también las golondrinas que anuncien la primavera del pensamiento moderno en el mundo árabe-musulmán ? Esperemos que sí.

Traducción: M. Sampons

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