En cuanto nos enteramos de que Ratzinger iba a visitar Madrid en Agosto, decidimos que esas fechas iban a ser las ideales para desaparecer unos días de esta (cada día más) odiosa ciudad.
Tanto mi chica como yo somos ateos por lo que toda muestra de religiosidad que se escape de la intimidad del ámbito privado o de los espacios designados para ello nos repatea bastante el higadillo izquierdo, especialmente cuando la visita de este ser va a ser costeada por todos los contribuyentes, independientemente de nuestras creencias.
Esta financiación (parte estatal, parte autonómica) pública es meridianamente anti-constitucional.
Según podemos leer en el Artículo 16.3. de la Constitución española de 1978, "ninguna confesión tendrá carácter estatal".
¿Por qué, entonces, el estado financia esta visita?
¿Por qué seguimos sufriendo este sistema feudal tan injusto, en el que monarquía, clero y nobleza (o léase ricos, que son los nobles modernos) gozan de todos los privilegios mientras el pueblo tiene (tenemos) cada día más deberes y menos derechos?
La sociedad, afortunadamente, es plural y desde el blanco más inmaculado hasta el negro más oscuro existen infinidad de matices del gris.
Esto sucede también dentro de la propia sociedad católica, donde conviven ultraconservadores, progresistas, heterosexuales y homosexuales, personas, en definitiva, unidas por la fe.
La iglesia católica, en cambio, sólo admite la heterosexualidad, la sumisión de la mujer al hombre y la negación de las libertades individuales (como el derecho al aborto o a la eutanasia), por citar algunos de sus más rancios valores.
¿Por qué consentimos que el estado financie a una institución machista, homófoba y retrógrada?
La visita de Ratzinger y la organización de las Jornadas Mundiales de la Juventud cuesta la friolera de 50 millones de euros, 25 que correrán a cuenta de los presupuestos públicos y 25 que aportarán los diferentes patrocinadores (Banco Santander, El Corte Inglés, FCC… para esto sí hay dinero, ¿verdad?).
Con la crisis que estamos padeciendo los ciudadanos (que no ellos, ojo), dedicar esta cantidad indecente de dinero con los recortes sociales que sufrimos, es un motivo más de indignación.
Y más cuando los colegios públicos abrirán sus puertas para que los que acudan a estas jornadas desde fuera puedan utilizar sus instalaciones para alojarse.
No van a abrir los concertados religiosos ni los privados, no.
Los públicos, que son los que pagamos todos.
Debe ser el único momento de su vida en el que el gobierno de la Comunidad de Madrid se ha acordado de la enseñanza pública.
En conclusión, la visita de Ratzinger supone un insulto para todos los que creemos en la democracia, supone la perpetuación de los valores más arcaicos y trasnochados y supone la demostración de que, aunque los calendarios indiquen que estamos en 2011, en realidad seguimos viviendo en la Edad Media más oscura y tenebrosa.
Pataleemos, al menos.
El silencio también es cómplice.
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