Febrero de 2020 fue un mes importante para el laicismo en Europa. Primero, porque el presidente francés, Emmanuel Macron, defendió el derecho a la blasfemia (aunque lo hizo torpemente y regalándole la partida a la extrema derecha del país).
Mientras en Francia los seguidores de Mahoma trataban de enviara una adolescente al Más Allá de manera permanente, la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa rechazó la recomendación de “acomodación razonable de la religión en el lugar de trabajo” — esta es una buena noticia.
¿De qué trata esto?
A finales de 2019, a la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa llegó la recomendación de “acomodación razonable para la protección de las creencias religiosas en el lugar de trabajo”.
En español castizo y coloquial, la recomendación sugería que los Estados miembro del Consejo de Europa adoptaran políticas públicas que obligaran a los empleadores a dar “acomodaciones razonables” para que sus trabajadores pudieran saltarse las reglas que no se ajustaran a sus creencias religiosas — para ilustrarlo, un ejemplo podría ser que si una empresa tiene entre sus políticas el uso de uniformes sin ningún tipo de prenda en la cabeza, la compañía tendría que acomodar que sus trabajadores usaran turbantes o coladores, si sus respectivas religiones así lo exigieran pues, aparentemente, resultaría “razonable” permitirles romper las reglas de todos en nombre de sus creencias privadas. Posiblemente, los lectores habituales ya anticipen lo que viene: ¿Y qué pasa si uno tiene la creencia íntima y muy arraigada de que los lunes son de teletrabajo? Pueeees… si no está cobijada por una religión, de malas.
Las religiones ya están protegidas por las leyes que protegen la libertad de opinión, y no necesitan protecciones adicionales que otras opiniones o ideas no merezcan. Esto, que parecería de perogrullo, no lo es tanto. La legislación y jurisprudencia que han hecho carrera en Estados Unidos, por ejemplo, son rabiosamente sobreprotectoras de las religiones, y se les conceden privilegios y tratamientos bastante más favorables que los que se le dan a los que les gusta echar partidas de poker o se reúnen los fines de semana en los parques a jugar Quidditch.
Por eso, estoy seguro que la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa tomó la decisión correcta al rechazar la recomendación de “acomodación razonable”. Los empleadores no están obligados a conceder estas acomodaciones, aunque tampoco tienen prohibido concederlas — es algo que puede decidir cada empleador y que, gracias al Consejo de Europa, es una decisión que seguirá estando en su poder.
Bueno, el actual estado de cosas también podría prestarse para abusos por parte de empleadores que favorezcan a los trabajadores que suscriban la religión de sus afectos, aunque supongo que eso no es muy diferente de lo que ocurre con otros temas, en los cuales los empleadores pueden conceder permisos a su discreción.