Descargo de responsabilidad
Esta publicación expresa la posición de su autor o del medio del que la recolectamos, sin que suponga que el Observatorio del Laicismo o Europa Laica compartan lo expresado en la misma. Europa Laica expresa sus posiciones a través de sus:
El Observatorio recoge toda la documentación que detecta relacionada con el laicismo, independientemente de la posición o puntos de vista que refleje. Es parte de nuestra labor observar todos los debates y lo que se defiende por las diferentes partes que intervengan en los mismos.
La definición histórica y más al uso de ‘laicismo’, sería: Libertad de conciencia. Después se añaden algunos otros atributos: separación iglesia/estado, igualdad de derechos ante la ley, religión fuera de la escuela (educación basada en hecho científicos demostrables), etc.
En el caso de un adulto, que ya tiene desarrollada su forma de pensar, su concepción de la vida…, se le podría hablar de ‘libertad de conciencia’. Pero no sería el caso de un infante, que aún tiene todo su cerebro por formar y desarrollar. A mi parecer, habría que hablar de ‘libertad de pensamiento’, como derecho, ya que el pensamiento es lo primero que se desarrolla, y debería ser en completa libertad. Posteriormente o a la vez se va configurando la conciencia. La conciencia se empieza a modelar desde que el niño tiene uso de razón, mediante la educación que recibe, la familia, los ambientes en los que se mueve, las influencias externas de todo tipo, etc.
También hay discrepancias entre los términos consciencia y conciencia, ya desde los filósofos griegos. Consciencia sería el reconocimiento y percepción de todo el entorno y también de uno mismo. Mientras conciencia, se refiere a las formas de actuación de una persona, en función de sus convicciones morales o éticas. De hecho, la conciencia es un término del que se apropia la iglesia católica para definir ‘la conciencia moral cristiana’. ‘La conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que éste se siente a solas con Dios’, dice la iglesia católica.
Por tanto, no me parece el término ni el concepto más adecuado, definir el pensamiento laicista como ‘libertad de conciencia’. Me parece más acertado, hablar de ‘libertad de pensamiento’.
El pensamiento es la capacidad que tienen las personas de formar ideas y representaciones de la realidad en su mente, relacionando unas con otras. Son procesos mentales, voluntarios o involuntarios, mediante los cuales el individuo desarrolla sus propias ideas. Es decir, los pensamientos son ideas, recuerdos y creencias en movimiento, relacionándose entre sí.
Artículo 18 de la Declaración Universal de Derechos Humanos: Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión.
Pero el pensamiento no es algo estático, inamovible…, el pensamiento evoluciona y se proyecta en acciones conscientes o inacciones también conscientes. El pensamiento no podemos dejarlo encerrado en una urna, el desarrollo de las personas solo es posible si su pensamiento (creencias, ideas, proyectos…) puede expandirlo, llevarlo a cabo. El pensamiento se desarrolla y nos proporciona sentido a nuestra vida. El sentido de la vida ‘no nos viene de fábrica’, el sentido de nuestra vida lo elaboramos nosotros desde el pensamiento. Y solo es posible ese sentido desde lo colectivo.
Laicismo es una corriente ideológica que promueve una completa independencia del Estado respecto de cualquier instancia religiosa. Implica la exclusión del factor religioso del ámbito público, relegándolo a la esfera estrictamente privada de la conciencia individual. Es respetuoso con cualquier creencia o religión, con las personas que las practican y con las que deciden no tener ninguna.
Podría deducirse, que el laicismo solo tiene razón de ser mientras existan las religiones, y tampoco esto es así. La razón de ser del laicismo, no es solo situar a las religiones en el lugar que les corresponde, sino que tiene sentido por sí mismo, es una corriente de pensamiento basada en lo científico como únicas verdades demostrables, en el respeto, la defensa de los derechos de las personas y la convivencia pacífica y constructiva.
Aunque el laicismo hoy debe actualizarse, y no solo en sus definiciones: debe aclarar sus espacios de actuación, implicarse en la sociedad en todos sus aspectos y estar atento a los nuevos retos que se van a ir presentando. Estamos en un momento en que el mundo en general está experimentando un nuevo giro.
El ‘laicismo’ no es nada, solo son definiciones para afrontar la realidad desde un punto de vista concreto. Son los movimientos laicistas quienes tienen que inocular en la sociedad, los conceptos de libertad de pensamiento, separación entre poder político y religioso, igualdad de todas las personas, acceso a los derechos sociales, etc.
Los movimientos laicistas están llamados a una profunda reflexión y a una más profunda autocrítica, práctica harto difícil en todos los colectivos cerrados, frecuentemente incomprendidos por el gran público, y custodiados por los que se consideran ‘guardianes de las esencias’, todo ello con el riesgo de convertirse en ideologías anquilosadas, y cada día más alejadas de aquellos a quienes pretenden dirigirse.
El laicismo no puede quedarse en una definición ‘libertad de conciencia, separación iglesia/estado y todas iguales ante la ley’. El laicismo tiene que salir a la calle e implicarse en todo lo que ocurre.
Como decía Gabriel Celaya: ‘maldigo la poesía del que no toma partido, partido hasta mancharse’.