Le pido al Papa que interceda ante quien corresponda para que llueva
Juan Manuel Moreno Bonilla — Presidente de la Junta de Andalucía
Si nos atenemos a la literalidad de los hechos, podemos concluir que el presidente de la Junta de Andalucía tiene una conexión más eficiente con la providencia que el mismísimo obispo de Córdoba. El 21 de marzo pasado se marchó al Vaticano para pedirle al Pontífice lluvia y prosperidad. “Le va a pedir al Papa que interceda ante quien corresponda para que llueva”, anunció solemne el portavoz del Gobierno andaluz.
El señor Moreno Bonilla podía haber utilizado los instrumentos de que dispone como jefe del Ejecutivo autonómico: embridar el regadío, racionalizar el dispendio y frenar el crecimiento desaforado de los campos de golf, cuyo consumo de agua en Andalucía es equiparable a una ciudad de un millón de habitantes. Pero el presidente andaluz prefirió llamar a las puertas del cielo antes que tomar decisiones en la tierra.
Cuatro días después, el señor Demetrio Fernández, pastor de la Diócesis de Córdoba, le imploró a Dios lluvia todo el año, aunque, eso sí, con un paréntesis en Semana Santa para que las cofradías puedan culminar su estación de penitencia. El señor prelado no necesita persona interpuesta para hablar con el supremo. Quien habla solo, espera hablar a Dios un día, que diría don Antonio Machado.
Y, visto lo visto, parece evidente que el señor presidente tiene una mano celestial de la que carece don Demetrio, por mucho que le pese al mundo cofrade. Moreno Bonilla pidió agua a las puertas de Pascua y el agua ha arruinado las procesiones, destrozado el turismo y desacreditado el prestigio diocesano del señor obispo.
De manera que aquí nos tienen en medio de un conflicto de competencias de tres pares de narices. Y, ya que el presidente de la comunidad autónoma se ha arrogado la prerrogativa de las precipitaciones atmosféricas, solo nos queda esperar que el pastor de la Diócesis haga un milagro con la atención primaria y la educación pública. Así sea.