Religiones incompatibles entre sí sólo pueden unirse frente a un oscuro adversario: el «secularismo»
Bajo el lema «Ser ciudadano europeo y una persona de fe» se celebra en Bruselas un deleznable conciliábulo intitulado «Conferencia de Cristianos y Musulmanes europeos» en el que líderes católicos, protestantes y mahometanos se disponen a discutir la situación de la religión en la Unión Europea.
En dicha conferencia, el vicepresidente de la Comunidad Religiosa Islámica Italiana (COREIS), Yahya Sergio Yahe Pallavicini, se ha declarado de acuerdo en las palabras del papa Benito XVI y ha denunciado «la política de la secularización» que según él se vive en Europa «ocasión para eliminar cualquier referencia histórica, simbólica y cultural de carácter religioso». Se declaró contrario a que no se explicara la Navidad a los alumnos y ha presentado como fórmulas delirantes para acabar con «el choque de civilizaciones» la «educación intercultural» y «el respeto por el pluralismo religioso» evitando el conflicto entre «racionalistas y fundamentalistas». Eso sí, se declaró «respetuoso con los ateos».
La Iglesia Católica comparte las palabras de Pallavicini quien tiene muy buena relación con Benito XVI y con el que ha mantenido contactos para aminorar los efecto de las declaraciones de Ratzinger en Ratisbona. Pallavicini agradeció el mensaje del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso del Vaticano y la felicitación enviada con motivo del fin del Ramadán.
Unidos contra un mítico y metafísico «secularismo» y un oscuro «proceso de laicismo radical» las confesiones religiosas europeas, incompatibles entre sí, se unen frente a un tercero. Pero lo que ellos mismos denominan «secularismo» o «laicismo radical» no deja de ser nociones sumidas en una tremenda oscuridad porque hay muchas formas de concebir la secularización y el laicismo. Realmente, la oscuridad de la idea que los une, enmascara su verdadero objetivo: pretenden que los Europeos crean en alguna de las religiones que ellos representan. Y puesto que por ellos mismos no pueden conseguirlo, se ven en la necesidad de unirse y clamar como plañideras ante un proceso que son incapaces de analizar desde sus categorías religiosas.
El panfilismo y el fundamentalismo democrático europeo son el caldo de cultivo para que eventos de éste tipo proliferen cual champiñones en el continente. No deja de ser una paradoja que sea precisamente ese mismo proceso de «secularización y de laicismo radical» el mismo que los fomenta.
