El cardenal Moreno declaró el boicot al periódico y el director se vio obligado a hacer profesión pública de su fe para evitar males mayores
El director de un periódico haciendo profesión pública y escrita de su honda fe católica para congraciarse con la Iglesia. Si ocurriese hoy, seguramente usted se echaría las manos a la cabeza. Pero eran otros tiempos; concretamente, el año 1865. Para entenderlo es preciso reparar en el carácter confesional del Estado español de mediados de aquel siglo, que sancionaba la unidad católica del país. «La religión católica, apostólica, romana, que con exclusión de cualquiera otro culto continúa siendo la única de la nación española, se conservará siempre en los dominios de S. M. Católica con todos los derechos y prerrogativas de que debe gozar según la ley de Dios y lo dispuesto por los sagrados cánones», rezaba, por ejemplo, el artículo 1 del Concordato entre España y la Santa Sede de 1851. Nada que ver, desde luego, con la aconfesionalidad del Estado español sancionada por la Constitución de 1978.
En esa época, hasta los liberales más progresistas no tenían empacho alguno en declararse profundamente católicos. De ahí el revuelo que se armó en la ciudad cuando en 1865, El Norte de Castilla se hico eco del polémico folleto ‘Carta a los presbíteros españoles’, publicado por el presbítero Antonio Aguayo, que inmediatamente fue tachado de heterodoxo por la jerarquía eclesiástica. Entre otras «afrentas», Aguayo reconocía el reino de Italia, cuya creación revolucionaria puso fin a los Estados Pontificios y generó la total oposición del Papa.
La reacción del arzobispo de Valladolid y primer cardenal de la diócesis, Juan Ignacio Moreno, no se hizo esperar: en su pastoral de 21 de septiembre de 1865, atacó duramente a El Norte de Castilla por reproducir «con encomio una carta escrita por el presbítero D. Antonio Aguayo», llegando incluso a amenazar con la excomunión y proponiendo a los católicos de Valladolid el boicot al rotativo.
En esos momentos dirigía El Norte de Castilla el liberal progresista Luis Polanco y Díaz Labandero, que luego sería diputado por Palencia y miembro del Partido Demócrata. Atemorizado por la campaña de desprestigio impulsada desde altas instancias eclesiásticas –también el arzobispo de Burgos publicó una carta pastoral que mentaba al rotativo–, no tardó en rectificar totalmente, pedir disculpas e incluso reconocer, públicamente, que «el director de El Norte de Castilla (…) tiene a mucha honra, gloria y felicidad, ser y llamarse católico apostólico romano con todas sus consecuencias, como lo son sus padres y como espera lo serán sus hijos».
De modo que las aguas volvieron a su cauce y el 27 de septiembre de 1865, en vista de la profesión de fe de Polanco y de la exposición enviada al arzobispo, éste publicó un decreto, reproducido de inmediato por El Norte, que expresaba su alegría por la rectificación del director, asegurando que «su noble conducta, que tanto le honra, es para nos una garantía de su ortodoxia y legítima esperanza de que con la delicadeza que la gravedad de la materia exige procurará que en todas las partes o secciones del periódico que dirige, aparezca siempre la sana doctrina religiosa».
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