La asignatura confesional no tendrá una materia alternativa a partir del próximo curso. Las comunidades planean cómo mantener ocupados a los chavales que no la elijan, pero en ningún caso podrán avanzar o repasar contenidos de otras disciplinas.
Las comunidades autónomas están planificando qué hacer con los cerca de dos millones de alumnos que no estudian Religión. Desde el curso que viene, quienes no la elijan no cursarán otra asignatura, como hasta ahora. Los centros deberán ofrecerles una “atención educativa”, pero esta no podrá consistir en que aprendan nuevos contenidos, ni siquiera en repasar con un docente los ya recibidos en clases de refuerzo, según los extraños límites que envuelven la enseñanza religiosa en los centros educativos, construidos sobre un acuerdo internacional (el suscrito en 1979 por España y la Santa Sede), varias sentencias del Tribunal Supremo y las normas del Ministerio de Educación, las últimas de las cuales serán publicadas en breve. Las autonomías barajan varias opciones. Entre ellas, que trabajen en los proyectos transversales de centro que suelen tener en marcha colegios e institutos, dedicados a cuestiones como la sostenibilidad o la igualdad; que estudien de forma autónoma supervisados por un profesor, o que practiquen “deporte libre”, también bajo supervisión docente.
Uno de los responsables educativos autonómicos consultados por este periódico, que piden no ser identificados con el argumento de que todavía no han tomado una decisión definitiva, no descarta otra posibilidad: que los centros, especialmente los institutos, pongan la Religión a primera o última hora de la jornada, y quienes no tengan la materia puedan llegar más tarde o irse antes. La fuente admite, sin embargo, que tal y como el Ministerio de Educación ha redactado los borradores de decreto de currículo, esa posibilidad puede ser problemática.
La nueva regulación, pendiente de ser aprobada, establece que en primaria y la ESO los centros darán a quienes no elijan Religión la “debida atención educativa” mediante proyectos colaborativos, con el objetivo de reforzar “la autoestima, la autonomía, la reflexión y la responsabilidad” y los “aspectos más transversales del currículo”. El redactado ha sido elegido para evitar un choque con la Iglesia (partidaria de mantener una asignatura espejo evaluable). Pero también está condicionado por el estrecho camino que los jueces han marcado en las últimas tres décadas. Las sentencias han establecido que lo que haga el alumnado que no estudia Religión no puede ser demasiado ―en el sentido de aprovechar el tiempo para repasar contenidos de otras materias, porque según el Supremo ello pondría en desventaja a quienes escogen la asignatura confesional―, ni demasiado poco ―esto es, no teniendo una actividad escolar, porque según el mismo tribunal ello les permitiría “dedicar esas horas a juegos y ocio, lo que atraería a la mayoría de los alumnos a no optar por ninguna clase de religión”―.
Pérdida de relevancia
Entre la decena de autonomías que han respondido a las preguntas de este diario sobre sus planes en torno a Religión, no figura ninguna de las cinco gobernadas por el PP. Pero todos los territorios tendrán un límite común: la pérdida de relevancia académica de la materia, ya que ni esta, ni la actividad que se programe para quienes no la elijan contarán en el expediente académico a efectos de pedir becas o acceder a una carrera.
La opinión casi unánime en la comunidad educativa es que ello supondrá una caída de la matrícula de la asignatura. Pedro Huertas, secretario general de Escuelas Católicas, la patronal de la escuela concertada religiosa, afirma: “Si a la asignatura se la margina, se le quita la materia espejo, incluso algunas autonomías se plantean sacarla del horario escolar normal… es lógico que haya un descenso de alumnado, sobre todo en los colegios públicos, aunque espero que no sea muy significativo”.
La materia ya ha perdido muchos estudiantes. Respecto a finales de los años noventa, ha perdido 20 puntos en primaria y 10 en secundaria, hasta matricular en torno al 60% del alumnado en ambas etapas. El retroceso ha sido mayor en los centros públicos (donde se sitúa en torno al 50%) que en los concertados (donde la estudia más del 80%). Y hay grandes diferencias por comunidades: en Andalucía, en primaria, casi 8 de cada 10 alumnos tienen Religión, mientras en el País Vasco no llegan a cuatro.
Abandono del cristianismo
El descenso se ha producido, explica Rafael Ruiz, profesor de Sociología en la Universidad Complutense de Madrid, en el contexto de la “secularización muy profunda y drástica” que ha vivido la sociedad española, particularmente desde el inicio del siglo XXI, situándose como uno de los tres países europeos donde más ha retrocedido el cristianismo. Un 40% de la población se declara no religiosa, según ha publicado este año el CIS. Y las bodas por la Iglesia cayeron el año pasado al 10% del total, 65 puntos menos que a mediados de los años noventa.
La pérdida de alumnos de Religión no ha sido tan intensa. Hungría Panadero, de la Fundació Ferrer i Guàrdia, entidad que publica cada año un informe sobre la laicidad en España, lo atribuye al hecho de que la anterior ley educativa aprobada por el PP “potenció la asignatura al hacer que computara para la media en secundaria”. A diferencia de en primaria, donde el descenso de matrícula es sostenido, en la ESO se observa que mientras entre 1998 y 2013 el alumnado cayó 20 puntos, desde aquel año, que fue en el que se aprobó la llamada ley Wert, ha aumentado 10.
Rafael Ruiz, que a principios de 2022 tiene previsto publicar el libro La secularización en España, considera que en la resistencia de la materia de Religión influye también que un porcentaje significativo de la sociedad, en torno a un 30% según la información demoscópica disponible, se sitúa en una “zona gris” sobre el tema: no le interesa mucho la asignatura, pero tampoco la rechaza, ellos mismos la cursaron, creen que no les dejó una huella importante y se inclinan por pensar que si sus hijos asisten, algo aprenderán.
Negociación discreta con los obispos
La regulación de la religión en la escuela ha ido en paralelo a una discreta negociación entre el Ministerio de Educación y la Conferencia Episcopal. Una búsqueda de acuerdos favorecida por el objetivo de la ministra Pilar Alegría de reducir la confrontación en el ámbito educativo, y por los cambios que se han producido en los últimos tiempos en la comisión permanente del órgano que coordina a los prelados españoles, que ha situado en puestos clave, incluida el área educativa, a personas que sintonizan con el discurso del papa Francisco.
La Conferencia Episcopal ha presentado unos nuevos contenidos de la asignatura de Religión que, según los acuerdos de España con el Vaticano, corresponde elaborar a la Iglesia, muy diferentes a los actuales. El tono de catecismo es sustituido por otro más moderno, incluso progresista en cuestiones como la igualdad entre hombres y mujeres, la lucha contra la pobreza y el ecologismo.
El Ministerio de Educación, por su parte, ha establecido que las comunidades autónomas deberán ofrecer al menos una hora de Religión a la semana, cuando el PP abrió la puerta a que fueran solo 45 minutos al fijar ese tiempo para Ceuta y Melilla (donde el Gobierno tiene plena competencia educativa). Y ha puesto difícil, con el redactado de los borradores de decreto, que el alumnado que no elija Religión pueda ausentarse del centro a esas horas. A cambio, ha ganado la paz en un terreno habitualmente conflictivo. Hace un año, el portavoz de la Conferencia Episcopal amagaba con apoyar los recursos de inconstitucionalidad a la nueva ley educativa, la ley Celaá. Ahora, en cambio, no ha habido protestas.