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Comentarios al Manual para acabar con Vox

José Carlos Fernández hace una excelente exposición en su texto “Manual para acabar con Vox” de cómo la derecha ha entendido mucho mejor que la izquierda el papel de la razón y las emociones en la toma de decisiones y a la hora de imponer su agenda política. Tras un repaso a los antecedentes llega al momento actual para explicar el auge de Vox y lo viene a comparar con el de Podemos en su día.

Hacerse con las riendas de la agenda política se logra de forma aparentemente simple y sencilla: proponiendo iniciativas que atraigan el foco y provoquen la reacción mediática, generando un debate tanto dentro como fuera de las filas del partido. (…) Vox (…) tomó buena nota de ello, y explotó ese tipo de mensajes impactantes, provocando a la opinión pública y a los líderes sociales más representativos, para que hablaran cada día de sus propuestas, imponiendo el qué, el cómo y el cuándo en la agenda política (…), y lo más grave es que la izquierda política y mediática ha mordido el anzuelo y están convirtiendo a una formación política, antes residual e insignificante, en un actor de primera división en el debate político español. (…) Inconscientemente me temo, esa estrategia fue la que, en su debut, elevó a los cielos a Podemos. La descalificación del Régimen del 78, el cuestionamiento de la Monarquía, la salida del euro, de la Unión Europea y de la OTAN y el ataque inmisericorde contra los políticos corruptos del bipartidismo, eran el tipo de discurso radical e iconoclasta que movilizaba la reacción vociferante, imperiosa y convulsiva de los poderes fácticos (políticos, económicos y mediáticos) del Estado, generando un tsunami de adhesiones que, con la moderación y el acomodo posterior, se ha ido desinflando poco a poco.

La explicación me parece correcta a grandes rasgos, pero tal cual me parece que contiene dos errores: por un lado, una carencia, algo muy importante que no explica suficientemente, y por otro lado la solución que ofrece. Aquí nos centraremos en la carencia y al final, de pasada, en lo segundo, que dejamos para un posible texto posterior.

La carencia tiene que ver con el error de predecir el pasado: Podemos antes y Vox ahora están teniendo éxito y Fernández lo explica apelando a la estrategia de copar la agenda política con propuestas impactantes y rompedoras. Pero eso no explica por qué han sido ellos precisamente quienes han tenido el éxito y no otros partidos que antes o al mismo tiempo hacían lo mismo. Es como explicar por qué a Fulanito le ha tocado la lotería repasando cómo fue a la tienda y compró el décimo que luego salió premiado. Efectivamente, si Fulanito no hubiera ido a la tienda y comprado el décimo, no le habría tocado, pero eso, aun siendo necesario, no fue suficiente: otros muchos hicieron lo mismo pero no les tocó. El discurso radical e iconoclasta de la “descalificación del Régimen del 78, el cuestionamiento de la Monarquía, la salida del euro, de la Unión Europea y de la OTAN y el ataque inmisericorde contra los políticos corruptos del bipartidismo” ha sido el programa electoral y la acción constante de Izquierda Unida (IU) durante décadas antes de que Podemos lo adoptara (o plagiara, según se mire). ¿Por qué, entonces, IU no logró que se movilizara “la reacción vociferante, imperiosa y convulsiva de los poderes fácticos (políticos, económicos y mediáticos) del Estado, generando un tsunami de adhesiones” como sí le ha pasado a Podemos? En toda su historia, con ese mismo discurso, el mejor resultado de IU fue el de 1996 en elecciones generales: 2.639.774 votos (el 10,54 %), pero fue una excepción. Por lo general siempre ha estado alrededor del millón de votos. Podemos, por su parte, siempre ha superado los 3.000.000 de votos. Lo dicho para Izquierda Unida (IU) y Podemos por la izquierda vale por la derecha para partidos como España 2000 o La Falange en relación a Vox: hace mucho que mantenían un discurso igual o muy parecido y no tuvieron ningún éxito similar. ¿Por qué? Eso es lo que hay que explicar. ¿Por qué el mismo discurso unas veces sí logra imponerse en la agenda política y otras veces no?

Siguiendo con el símil de la lotería podríamos decir que es pura casualidad. En la misma línea, podríamos apelar al principio de Hanlon: no atribuir a la maldad lo que se puede explicar por la estupidez. A lo mejor es que a la gente le dio por adherirse y/o votar a Podemos en su momento o a Vox ahora simplemente porque sí, sin más. Pero, seguramente, la explicación sea algo más compleja, aunque sigue teniendo algo de casualidad y suerte para disgusto de los egos de Pablo Iglesias y Santiago Abascal. Sencillamente: estaban en el sitio adecuado en el momento oportuno (bueno, concedamos un poco a sus egos: ellos eran los candidatos acertados, también). Estaban en el sitio adecuado porque unos y otros ya estaban en política (en IU y el PP) y en el momento oportuno por el fin del bipartidismo derivado de la crisis de 2007 y el 15-M.

Empezando por Podemos, hay que decir que fue el resultado inesperado del efecto máquina tragaperras de IU. Sucede a veces que alguien juega mucho tiempo a una máquina tragaperras sin obtener ningún premio, hasta que se cansa. Poco después llega otro, echa una sola moneda y recibe el premio gordo. El primero suele creer que es injusto y que ese premio es legítimamente suyo: él había dejado la máquina “caliente” para el premio. Análogamente, IU había dejado la máquina electoral “caliente” pero el premio en votos se lo llevó Podemos (similar a lo que le pasó al PCE en 1982: después de dejarse la piel contra la dictadura, la victoria fue para el PSOE[1]). IU ya tenía el mismo discurso que Podemos mucho antes, pero ese discurso no lograba imponerse en la agenda política porque no era el momento adecuado. En tiempos de IU, el sistema funcionaba bastante bien (en lo político, económico y social) y el bipartidismo se adecuaba a ese sistema. IU había venido a ser parte de ese sistema a modo de Pepito Grillo del PSOE o como partido-Jeremías (que profecita desgracias que luego no ocurren, a corto plazo por lo menos). La crisis de 2007 desmoronó ese sistema y provocó un efecto caza de brujas contra la corrupción. Por no entender las causas reales de la crisis, en el imaginario colectivo se generó un mito o narrativa consistente en culpar de ella a la corrupción de los dos grandes partidos. Como si, de no haber habido corrupción, no hubiera habido crisis. El 15-M, en 2011, escenificó ese mito y se lo creyó (creando a su vez su propia mitología, peroese es otro tema): “No hay pan para tanto chorizo”, “Ni de izquierda ni de derecha: los de arriba y los de abajo”, etc. En ese contexto, la máquina estaba “caliente” para IU, pero el resultado objetivo después del 15-M fue la mayoría absoluta del PP. IU se quedó con tan solo 1.686.040 votos (el 6,92%). El descontento del 15-M no votó IU ni se identificó con IU, pese a que la afinidad programática del 15-M e IU eran máximas. Y es que a IU se la seguía viendo como parte del anterior sistema que se rechazaba (lo que quedó ejemplificado en el episodio del cubo de agua a Cayo Lara en un desahucio).

Pero el bipartidismo ya quedaba seriamente tocado, aunque por ahora solo en el lado izquierdo. Además, por entonces ya despuntaba UPyD, con un resultado muy similar al de IU (1.143.225 votos, el 4,70 %). El terreno estaba preparado y los de Pablo Iglesias tuvieron la suerte de estar ahí y además de saber aprovechar el momento. Estaban ahí porque ya llevaban tiempo en política: dentro de IU y además por su cuenta (el programa La Tuerka). Y supieron leer lo que pasaba: el ambiente estaba caliente para un partido rompedor que pudiera lograr en España lo que Syriza el Grecia: el tan ansiado (por IU) sorpasso por la izquierda al PSOE. Pero IU no servía aunque había preparado el camino. Al principio sí habían intentado algo más posibilista: realizar su estrategia desde dentro de IU para cambiarle la imagen con un líder nuevo, el propio Pablo Iglesias. Para eso intentaron que Iglesias fuera el candidato a las elecciones europeas en 2014 en vez de Willy Meyer. La negativa de IU fue lo que llevó a los de Iglesias a crear Podemos desde cero y lograr su primer éxito en esas elecciones. El fracaso de Iglesias para ser candidato de IU posibilitó ese éxito. Pablo Iglesias señaló porqué: la mochila de IU. IU representaba en el imaginario colectivo algo anticuado, desfasado,el pitufo Gruñón que los llegó a llamar: con una mochila cargada de hoces y martillos con la que era difícil que se identificara el nuevo electorado post-15-M. La clave estaba en plantear un partido que aparentemente fuera totalmente novedoso, sin mochila, independientemente de que el programa fuera casi el mismo que IU. De hecho, Podemos cuida mucho su imagen para no aparecer ni tan siquiera con la bandera republicana (ni mucho menos banderas rojas o la hoz y el martillo). Incluso intentaron que su símbolo fuera la mano abierta en vez del puño cerrado. Íñigo Errejón lo entendió mejor incluso que Iglesias que, pese a todo, seguía mirando a IU (de hecho, sigue alzando el puño en vez de la mano abierta en los mítines). De ahí la división de Podemos cuando este se coaligó con IU para las elecciones de 2016 (perdiendo, entre ambos, un millón de votos en comparación al resultado que por separado obtuvieron en las de 2015). La estrategia resultó en un éxito tal que en otros textos (aquí yaquí) lo hemos comparado con una conversión religiosa.

En el caso de la derecha fue algo distinto pero similar a grandes rasgos. El bipartidismo ya se había roto por la izquierda y empezaba a romperse por la derecha. La corrupción del PP tocaba techo y era ya insoportable para la propia derecha social. UPyD y Ciudadanos habían optado por la estrategia de la transversalidad: ni de izquierdas ni de derechas. Pensaban que así recogerían votos tanto de los desencantados de una como de otra. Podemos también lo había intentado pero era demasiado de izquierdas para ser creíble. No obstante, el mensaje no caló, tal vez porque quien mucho abarca poco aprieta. Ciudadanos se dio cuenta y de la mezcla original de liberalismo y socialdemocracia pasó al liberalismo sin más. Frente a un ambicioso doblesorpasso al PP y al PSOE mejor algo más razonable: sorpassar al PP y ocupar su lugar en la derecha española.

Los de Abascal fueron más ágiles. Se habían dado cuenta de que después del 15-M el resultado objetivo había sido mayoría absoluta del PP y el surgimiento con fuerza de Podemos y, por entonces, con la posibilidad delsorpasso al PSOE. En la derecha existía un voto conservador muy potente, el de quienes hemos llamado Mauricios en otro texto: la derecha conservadora, muy española y católica, xenófoba, homófoba y machista pero recluida en el armario del PP por vergüenza a mostrarse tal cual por el efecto examen que también explicamos en ese texto. Esa derecha votaba PP con la nariz tapada, o a Ciudadanos aunque fuera más light (más liberal), porque no había otra cosa con opciones reales. Partidos de extrema derecha como España 2000 o La Falange estaban ahí, pero les pasaba como a IU: olían a más rancio todavía y tenían una mochila demasiado pesada para identificarse públicamente con ellos.

El asunto no resuelto de la inmigración y la explosión del problema catalán (con la posibilidad real de la independencia catalana si las cosas hubieran sido de otra forma) hicieron el resto. La situación era demasiado insoportable para los Mauricios y los de Abascal supieron aprovechar el momento. A imitación de la estrategia de Podemos, Vox apareció como un partido nuevo, con el mismo discurso que la extrema derecha (nacionalista, centralista, xenófobo…) pero sin su imagen ni simbología (igual que en los mítines de Podemos se procura no usar la simbología comunista ni republicana, en la de Vox se evita la simbología franquista). Si el modelo para Podemos era Syriza, para Vox es el Frente Nacional de Le Pen o Alternativa para Alemania.

En otro sitio decíamos que el “fenómeno Podemos” había que entenderlo en clave religiosa para comprenderlo del todo. Con Vox es mucho más evidente y explícito. Ya no solo por el catolicismo político y militante de sus líderes y votantes, por su anti-laicismo, su islamofobia o por haber comenzado la campaña en el santuario de Covadonga con una ofrenda a la virgen. Es también por el avivamiento (revival) que ha suscitado en la derecha y la ha mauricizado sacando a la extrema derecha del armario del PP. Daría para otro texto analizarlo en detalle, pero ese inicio en Covadonga, la mitología de la Reconquista, etc., dicen bastante. No obstante, el modelo sería la Reforma protestante. Abascal vendría a ser el Lutero que pretende reformar la corrupta iglesia católica (al Partido Popular) y ante su imposibilidad crea una iglesia nueva (Vox). Y ya sabemos que el protestantismo es mucho más fundamentalista que el catolicismo (de hecho, el término “fundamentalista” surgió en el contexto protestante de EEUU y con el que los protestantes más fanáticos se autodesignaban en contraposición a los más liberales).

Solo para acabar, unos breves comentarios a la solución que propone José Carlos Fernández: el humor y la sátira contra el discurso de Vox.

La cuestión debería ser ¿cómo se combaten este tipo de estrategias? Lo primero sería no caer en el error de rebatir o negar cada una de las palabras de Vox, sino más bien declararlas fuera de lugar, extemporáneas o simplemente reírse, sin mayor comentario. El humor, la sátira, la ironía y el sarcasmo son las opciones más corrosivas, deslegitimadoras y útiles para hundir el discurso político de la extrema derecha, sin olvidarse del lanzamiento de las propias iniciativas que, para atraer el foco de atención mediático y recuperar así la agenda política, deben ser lo suficientemente novedosas e impactantes como para imponer el relato propio.

Esa estrategia es útil en el momento adecuado, es decir, cuando ese discurso resulta, efectivamente, ridículo y risible. Pero cuando una buena parte de la población siente que ese discurso refleja la realidad (aunque no sea así realmente, por eso lo de que lo siente) reírse de él puede ser contraproducente. El mismo discurso que a Podemos le dio alas, cuando lo decía IU provocaba risas. Pensemos, por ejemplo, que la propuesta “rompedora” de Podemos de una renta básica ya la había llevado al Congreso IU en 2007 mucho antes sin pena ni gloria y solo recibió mofas. Y es que entonces, previo a la crisis económica, ese discurso parecía de risa para quienes creían que España seguiría nadando en la abundancia. En el caso de Vox, sus proclamas centralistas, ultranacionalistas, xenófobas, machistas y xenófobas son efectivamente de risa, pero en el contexto actual son percibidas como auténticos salvavidas para los españoles de bien que creen que España se hunde por culpa de los inmigrantes, los islamistas, los separatistas y los españoles de mal (ateos, rojos y homosexuales). Ni España se hunde por eso, ni Vox es la solución, y es de risa creer eso, pero no pongamos los bueyes antes que el carro. No es que Vox haya creado ese sentimiento falso, más bien es al revés: el sentimiento está ahí y Vox solo se ha aprovechado de él. Se trata de un sentimiento falso pero no de un falso sentimiento. Sentimiento falso porque no responde a la realidad, pero verdadero sentimiento porque, quien lo siente, lo siente de verdad. Reírse de eso es como reírse de las enfermedades falsas de un hipocondríaco: eso no le ayuda porque su sentimiento de que tiene esas enfermedades sí es real. Si el médico se ríe y el curandero se lo toma en serio, al final cae en las garras del charlatán y empeora. De ahí que la izquierda deba pensárselo dos veces antes de reírse de ese sentimiento y tomárselo en serio, tan en serio como el médico se toma las “enfermedades” del hipocondríaco y hace algo al respecto, aunque sea administrar un placebo.

¿En qué quedará todo esto? Es difícil de saber. Los resultados del 28 de abril dirán, y de todas formas todavía será pronto. Lo que sí es cierto es que se abre un periodo más que interesante, políticamente, y esperemos que no sea, además, peligroso.

[1] Podemos llamar a esto también “efecto Moisés”. Según el mito del libro bíblico de Éxodo, Moisés dirigió al pueblo hebreo desde la cautividad en Egipto hasta la tierra prometida durante 40 años a través del desierto, pero Moisés no llegó a entrar en el destino. Del mismo modo, el PCE condujo al pueblo español en la oposición a la dictadura durante 40 años también, pero el resultado final fue su práctica desaparición después de 1982. Entre 1977-79 y 1982 el PCE pasó de casi 2 millones de votos (el 10% aprox.) y 23 diputados a menos de un millón (4%) y tan solo 4 diputados.

Andrés Carmona Campo

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*Los artículos de opinión expresan la de su autor, sin que la publicación suponga que el Observatorio del Laicismo o Europa Laica compartan todo lo expresado en el mismo. Europa Laica expresa sus opiniones a través de sus comunicados.

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