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Clérigos amancebados

El amancebamiento de clérigos en Hispanoamérica es una triste realidad. Hay un número alarmante de sacerdotes que se muestran con poco o ningún recato con sus “mujeres”, a las que no pocas veces asignan cargos parroquiales como para justificar su presencia durante largas horas en la parroquia.

Algunas viven en la misma parroquia. Otras toman posesión como verdaderas “señoras del cura”. Recientemente, en una importante basílica de Buenos Aires, una de estas hizo “berrinche conyugal” en medio de una misa. Los fieles todavía no pueden creer lo que vieron.

Basta recorrer un poco y hablar con los fieles, testigos azorados o resignados de esta infidelidad a los votos sacerdotales que normalmente no desemboca en un abandono de la vida religiosa, sino por el contrario, en una insistencia en permanecer mostrándose como personas coherentes con los usos de los tiempos y adelantados de una dispensa que están seguros la Iglesia dará al clero en el futuro.

Claro que esta grave confusión de juicio choca no solo con la reiterada voluntad de mantener la disciplina del celibato por parte de la Iglesia, sino además con el orden moral natural y divino, pues es un ejercicio ilícito y sacrílego de relaciones, de por sí inadmisibles para el católico salvo dentro del matrimonio, y aún así, sujetas a fines que Dios ha determinado y que se tutelan fundamentalmente no viciando el acto conyugal. Nada de esto es posible en estas relaciones.

Violación de los votos, pecado contra el sexto mandamiento y muchas veces también contra el noveno, puesto que con frecuencia estas “mujeres del cura” son casadas, separadas y hasta consagradas. Una conducta que décadas atrás hubiera resultado socialmente condenable aún para un simple laico y para un acatólico de recta moral, hoy es reivindicada con mayor o menor ostentación por muchos clérigos a los que no llega la mano de la disciplina eclesiástica, mano que al menos supo ser rigurosa en otro tiempo. Y el fiel se pregunta ¿por qué?

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