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Claire Keegan da un puñetazo a la familia católica

La escritora irlandesa ahonda en la vergüenza y el pudor en la aclamada novela corta ‘Tres luces’

Apadrinada por Richard Ford y Haruki Murakami, la irlandesa Claire Keegan (County Wicklow, 1968) es una de las escritoras más aclamadas por la crítica en los últimos años. Sus textos tienen un lenguaje preciso y sus personajes están encerrados en sus propias palabras, que a veces pueden actuar como navajazos. Ella misma no se corta a la hora de manifestar sus opiniones. "Cuando uno habla, tiene que hacerlo de todo corazón. La mentira no nos ayuda a sobrevivir. El mundo sería mejor si no existieran las mentiras", afirma contundente.

La editorial Eterna Cadencia acaba de publicar la novela corta Tres luces, en la que una niña va descubriendo los pudores de los adultos, los secretos de las familias y cómo todo ello condiciona las relaciones humanas. La unidad familiar, como en las películas de Mike Leigh, no sale bien parada de la pluma de Keegan. "Lo que yo critico es una parte muy conservadora de la sociedad irlandesa. No tengo nada en contra del matrimonio y los hijos, pero no creo que esto signifique tener éxito en la vida. Al contrario, creo que es una forma de compartir la infelicidad", sostiene.

El falso paraíso de la niñez

Claire Keegan no es amiga de ver el mundo desde un prisma rosa. Dispara contra las relaciones "No es una forma de vivir fácil, sino de aguantar e ir tirando" y contra el viejo dicho de que la infancia es el periodo más feliz del ser humano: "No conozco a nadie que encuentre la infancia como una época fácil. La propia naturaleza humana y los deseos humanos son los que hacen la vida difícil para todos".

El estilo de esta irlandesa, autora también de los libros de relatos Antártida y Recorre los campos azules, se asemeja al de Raymond Carver. Su objetivo, a fin de cuentas, es poner en tensión al lector, ya que "si no existe esta tensión, la historia es plana", añade. Algo así como lo que les ocurría a las novelas publicadas durante el boom económico irlandés. "En esa época, la gente no escribía lo que sentía. Yo no leí nada bueno. Por suerte, ahora todos los sentimientos están aflorando", zanja. Sin florituras.

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