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Civismo y moral

Una de las preocupaciones fundamentales del presidente Andrés Manuel López Obrador ha sido la moralización -sea lo que sea lo que ello signifique- de la sociedad. Desde que estaba en campaña, recuerda Sara Sefchovich en reciente artículo publicado en la revista Nexos, ha venido insistiendo en la necesidad de elaborar una Constitución Moral que sirva “como guía de valores que impulse a adoptar nuevas prácticas y mejores patrones de conducta”. Incluso ya se formó una comisión encargada de redactarla.

Antes de esta constitución, a la que numerosas voces se oponen, el Presidente ordenó hacer una edición masiva de la cartilla moral de don Alfonso Reyes, encargando a iglesias evangélicas el reparto de los ejemplares con el previsible deterioro de la porosa frontera que separa al Estado laico del poder religioso.

Al citar los inconvenientes de poner en vigor un documento de esa naturaleza, Sara Sefchovich señala los gravísimos peligros que encierra el proyecto: “…si permitimos que se haga un documento como este, que parece tan inocente y tan de buena fe, ¿lo que sigue será crear los mecanismos para perseguir a quienes no cumplan con las ideas allí plasmadas de lo que es justo, correcto y bueno? ¿Habrá entonces, como ocurrió después de la Revolución Francesa y de las revoluciones rusa y cubana, comités de salud pública, vecinos que acusan a sus vecinos, empleados que denuncian a sus colegas y jefes, parientes que espían a sus parientes?”.

Los defensores del laicismo gubernamental oponen a la pretendida moralización el afianzamiento de la enseñanza de la materia de Civismo, y precisamente a eso apuesta el doctor Luis de la Barreda, coordinador del Programa Universitario de Derechos Humanos de la UNAM y exombudsman del entonces Distrito Federal.

El doctor De la Barreda se echó a cuestas una tarea llena de dificultades: escribir tres textos de Formación cívica y ética para uso de las secundarias, obra editada por Castillo-A MacMillan Education Company. Los tres volúmenes tienen, entre otras muchas virtudes, la de estar pensados poniéndose, digámoslo así, en los tenis de un adolescente mexicano del siglo 21 y los temas que hoy se le plantean y sobre los cuales ha de tomar decisiones: racismo, sexualidad, discriminación, equidad de género, respeto a la ley y demás.

Nada de resecas fórmulas canónicas como en los viejos textos: “El civismo es una rama de la ciencia del Derecho que estudia y trata los fenómenos sociales en relación con el individuo”. Esta parrafada, repetida con sonsonete y todo, es lo único que quien esto escribe recuerda después de 70 años de haber cursado la materia de Civismo en un aula donde revoloteaban los bostezos de los alumnos.

Nada de eso. Los textos del doctor De la Barreda ilustran al adolescente acerca de situaciones que muchos enfrentan al cruzar una etapa de vida tan cambiante y llena de dudas, cumpliendo a cabalidad los propósitos expresados en la presentación del primer tomo: “El libro ha sido elaborado pensando en ti, en que sea un vehículo que, junto con la guía de tu profesor, te permita tomar conciencia de quién eres, de tu relación con los otros, así como de los valores que promueven la convivencia y el bien común en la sociedad”.

La moral es personal; la ética y el civismo, sociales. Eso queda claro, pues como dice Sefchovich: “Al Gobierno lo pusimos los ciudadanos ahí para ocuparse de las cuestiones públicas que nos afectan como sociedad”. Solamente de eso.

Javier Villarreal Lozano

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