El Consistorio ha retirado las marquesinas de los autobuses de la plaza de Cibeles, uno de los puntos neurálgicos del transporte en Madrid. El motivo: facilitar el dispositivo de organización durante la visita del Papa Benedicto XVI a la capital.
"Se teme que debido a las aglomeraciones previstas para algunos de los actos que se van a celebrar, la gente pueda subirse a ellas", cuenta una pareja de policías. En su lugar, se han instalado postes verticales para identificar a los autobuses, pero, debido a su pequeño tamaño, la información que antes proporcionaban estos puntos se ha visto significativamente reducida.
En pleno mes de agosto y superando el mercurio los 31 grados en la capital, esperar al autobús sin una sombra debajo de la que resguardarse se convierte en una pesadilla.
Los más perjudicados son los mayores. Muchos se quejan del intenso calor que tienen que soportar y de no tener un lugar en donde sentarse. Otros son más tolerantes, y dicen que "si es porque viene el Papa, y sólo por unos días, aguantarán la espera al Sol".
Aún así, son muchos los que afirman "no entender esta medida", porque, "¿Qué puede tener de peligroso una marquesina?". En plena ola de calor, algunos usuarios de los autobuses urbanos se muestran irritados con esta decisión. "No tenemos por qué pagar todos la visita del Papa", dicen, y explican que se debería haber compatibilizado la seguridad con la comodidad y la prevención frente a posibles golpes de calor.
Madrid ultima detalles para recibir al Santo Padre. Flores blancas y amarillas (los colores de la bandera de El Vaticano) rodean a la diosa Cibeles, y en el mismo lugar operarios del Ayuntamiento arreglan semáforos y terminan de construir un enorme escenario.
Los carteles informativos de la JMJ han invadido la capital, y con ellos, las camisetas verdes de los voluntarios llegados de todas partes del mundo, que ya se pasean por la ciudad.