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Chomsky, el anarquista de siempre

Un nuevo compendio de textos del pensador estadounidense aborda el anarquismo del que forma parte y echa por tierra los mitos que han intentado destruir esta ideología.

Ser anarquista no debe ser nada fácil, sobre todo si uno decide ir más allá de “A” circuladas en la pared y emblemas rojinegros en un mundo aplastado por el consumismo y la individualidad. Nada más lejos de ello, esta doctrina, “la Idea”, encara los dos siglos, un tiempo en el que siempre demostró estar a la altura de las circunstancias, aunque eso, también siempre, se haya demostrado a posteriori. Una forma de ver el mundo, pero también el futuro. Noam Chomsky lo sabe y Noam Chomsky no se cansa de repetirlo. En esta ocasión, mediante la publicación Sobre el anarquismo (Capitán Swing, 2022), en la que el lingüista, filósofo y politólogo estadounidense se contesta a sí mismo sobre el porqué del socialismo libertario. 

Nathan Schneider, prologuista, avisa: la “anarcocuriosidad” ha vuelto. Muy lejos de la vilipendiada “propaganda por el hecho” de los anarquistas de las primeras décadas del siglo XX, el periodista encargado de introducir la obra apunta, certero, sobre el propio Chomsky (Filadelfia, 1928), quien no ve contradicción entre defender unos ideales libertarios mientras se lucha por reformas más discretas. Eso sí, siempre que estas posibiliten una sociedad más libre y más justa a corto plazo: “Su humildad es el antídoto que precisa el purismo derrotista de tantos anarquistas actuales”, llega a decir. 

Al fin y al cabo, como siempre, el que no se conforma es porque no quiere. Así, las palabras de Chomsky muestran un pragmatismo devastador: lo que para otros sería tachado de reformismo y posibilismo, él lo muestra como un nuevo sol que ilumina la esperanza del porvenir, como dirían muchos libertarios del siglo pasado. Pero Chomsky sabe bien la pesada mochila que acarrea ser anarquista, así que intenta quitar, piedrecita a piedrecita, todas las imposturas que la sociedad y el devenir histórico han ido fraguando en la espalda de millones de trabajadores.

Unos apuntes inician las páginas de este pequeño libro de capítulos independientes y que no alcanza las 170 páginas. En estos apuntes, las palabras del intelectual absorben de y disparan a una misma diana: la explicación de “una tendencia manifiesta en la evolución histórica de la humanidad”. Cita diferentes historiadores ligados al anarquismo, también a los ineludibles Marx y Engels, cómo no, y también a Bakunin, claro. Habla de la Comuna de París, de Rousseau, de Humboldt, de Kant, de Pannekoek. Habla con ellos, interrelaciona sus visiones para llegar a una firme conclusión: “Liberar al hombre de la lacra de la explotación económica y la esclavitud política y social [como dijo el historiador anarquista Rudolf Rocker en 1938] sigue siendo la tarea fundamental de nuestro tiempo. Y, mientras sea así, las doctrinas y prácticas revolucionarias del socialismo libertario podrán servirnos de inspiración y guía”. 

Una sociedad capaz de imaginar antes una invasión alienígena que el fin del capitalismo necesita de estos textos. Así lo demuestra el segundo de ellos, dedicado al futuro del anarquismo. Un diálogo platónico en el que un hombre y una mujer cuestionan las creencias políticas del filósofo acerca las contradicciones con las que convive y las operaciones que lleva a cabo para desanudar el conflicto entre pensamiento y obra. Lo humano hace al anarquista. “Si el capital se controla de forma privada, la gente tiene que alquilarse para sobrevivir”, aduce, y deja el futuro en manos de una experimentación que presenta como instintiva: “El ser humano quiere probar cosas nuevas, aunque no sean eficientes, aunque sean perjudiciales y acaben por lastimarles. No creo que ese impulso llegue a extinguirse nunca”.

Así cierra un capítulo para abrir otro, quizá el más interesante, sí el más extenso de la obra, y el que más cerca pueden llegar a sentir los lectores de Capitán Swing. “El caso español” desmonta y reconstruye: a partir de las imprecisiones, omisiones y olvidos cruciales en la obra del premiado Gabriel Jackson sobre la Guerra Civil de España, Chomsky eleva la revolución social que se dio en parte del territorio español en 1936 al ejemplo supremo de que la anarquía es posible. Una suerte de “homenaje a España”, haciendo honor al relato orwelliano que el pensador estadounidense tanto referencia en su texto, clarifica qué ocurrió durante aquellos primeros meses de contienda y cómo después el centralismo, la burocracia y el sovietismo arrasaron con ello. 

Los hispanistas extranjeros como Hugh Thomas y Gerald Brenan, no tanto así el periodista Franz Borkenau, se presentan en el capítulo como unos actores secundarios. Chomsky prefiere los testimonios de primera mano, de aquellos que vivieron los hechos, como José Peirats y el propio George Orwell. Unos relatos que conoce y que ha escudriñado para ahora ofrecerlos de forma tan simple como esclarecedora. A sus 93 años, el profesor emérito de Lingüística en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, recuerda que el primer ensayo que escribió lo hizo con 10 años y versaba sobre la Guerra Civil española. 

Un cuarto y quinto capítulo cierran la presente edición. Una entrevista de 2002 publicada en Political Awakenings en la que el protagonista repasa su infancia y la forma en la que le criaron, su judaísmo, su primer contacto con el conocimiento más exquisito y su concepción científica del mundo dibujan al Chomsky más humano. El Chomsky académico está al final, en algo más de dos decenas de páginas que recogen su discurso Lenguaje y libertad y que clausuran un libro que Kropotkin, Emma Goldman, Alexander Berkman y Errico Malatesta leerían gustosos al ver cómo el anarquismo sigue en pie.

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