Un vídeo mostrando sólo un papel en blanco con la frase «El silencio aquí habla más fuerte, los que lo entienden lo saben» no parece algo muy amenazante… a no ser que esté escrito en caracteres chinos y entiendas que se refiere a la nueva oleada de censura online desencadenada en el gigante asiático como consecuencia de las crecientes protestas contra las medidas anti-COVID del régimen comunista.
El citado vídeo, por supuesto, fue rápidamente eliminado por los censores del gobierno que vigilan de cerca la principal plataforma de comunicación online del país, WeChat. También están eliminando (en esa y otras plataformas, como Weibo) miles de mensajes con textos aún más inocuos que el anterior, como «Bueno, bueno, bueno, bueno» o «Bien bien bien».
Frases inocentes como «Lo vi» también están siendo censuradas: se entienden como referencias a haber tenido tiempo de visualizar un contenido antes de fuera eliminado por los censores
El contexto lo es todo, y en China, tanto usuarios como censores saben que se trata de la última moda puesta en marcha para expresar descontento de manera sarcástica: un método que los sistemas automatizados de censura de palabras clave no pudieron detectar en un primer momento. Pero a estas alturas todos saben que decir muchas veces «bueno» es tan subversivo como escribir «Democracia, Tíbet, Plaza de Tiananmen, Uigures, Falung Gong«.
Sin embargo, China lleva ya años sometida a la asfixiante arbitrariedad de las medidas anti-COVID, de modo que, ¿qué ha motivado esta repentina oleada de mensajes críticos… e incluso de (contadas, aunque inesperadas) protestas callejeras?
Fundamentalmente, dos hechos:
- El Mundial de Fútbol de Qatar: Ver por televisión a multitud de aficionados de otros países haciendo vida normal, todos agolpados, sin siquiera portar mascarillas, ha soliviantado a muchos ciudadanos chinos sometidos aún a medidas extraordinarias, incluyendo todavía (según la ciudad o barrio) a largas reclusiones en sus casas. Tan negativa ha sido la reacción, que la TV china ha empezado a sustituir las tomas de espectadores en el campo que podemos ver en el resto del mundo por tomas de jugadores y del banquillo, como puede verse aquí:
- Un vídeo difundido en redes sociales: Diez muertos en un incendio acaecido el jueves por la noche en un bloque de apartamentos en Urumqi, capital de la región occidental de Xinjiang, una ciudad que ha estado bajo reclusión desde hace más de tres meses, se difundió rápidamente en redes, y los usuarios empezaron a cuestionar si los controles anti-COVID podrían haber obstaculizado las labores de rescate. Otros vídeos, mostrando a los bomberos rociando agua desde demasiado lejos del edificio porque las ‘barreras antipandemia’ les impedían acercarse más, parecen dar la razón a esa opinión.
Un juego del gato y el ratón
Así, en Weibo (el Twitter chino), cualquier búsqueda de sobre la ‘calle Wuluqui’ ya sólo ofrece resultados del 18 de octubre y días anteriores. ¿La razón? Fue allí donde la gente de Urumqui se congregó para protestar el sábado tras la difusión del vídeo del incendio.
En China, censores y usuarios protagonizan hoy en día un juego del gato y el ratón: cada vez que un hecho aparentemente inocuo se convierte en símbolo de descontento, es censurado y la ciudadanía tiene que ponerse a buscar/crear un nuevo símbolo. ¿Que aparecen unas pintadas antigubernamentales en una escalera de acceso a la simbólica Universidad de Shangai, y los censores empiezan a censurar las fotos y las referencias a la universidad? Pues los usuarios empiezan a difundir versiones esquematizadas de la foto:
Lo más significativo es que, allí donde el gobierno chino no tiene un control directo de la censura, como es el caso de Twitter (al que algunos usuarios chinos acceden con ayuda de VPNs), los bots gubernamentales han optado por la estrategia contraria: inundar de contenido ciertas búsquedas en mandarín sobre ciertas ciudades donde ha habido protestas. Y por ‘contenido’ nos referimos a spam masivo sobre prostitución, pornografía y apuestas, que se está usando para invisibilizar los tuits críticos con el gobierno:
Vía | Bloomberg