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Ceremonia oficial aconfesional por las víctimas de la covid-19, el jueves 16 de julio

Habrá un homenaje civil de Estado, una ceremonia aconfesional, sin contenido religioso. No será un acto católico, ni tampoco multirreligioso. Sino neutro. Estarán invitados los representantes de distintas confesiones religiosas, pero sólo eso: invitados. Así despedirá oficialmente España a las víctimas del covid-19, este jueves en Madrid. No conducirá el acto el arzobispo de Madrid. Ni tendrá lugar bajo el signo del crucifijo. Parece lo lógico. Entre los casi 30.000 muertos reconocidos, seguramente bastantes más cuando tengamos la fotografía completa, los habrá católicos, evangélicos, musulmanes, judíos, agnósticos, ateos y todo lo contrario. Y, sin embargo, como resaltan fuentes del Gobierno, se trata del «primer homenaje de Estado aconfesional». Es decir, es un acto inédito. Hasta cierto punto, una innovación.

¿Por qué? Porque la norma ha sido la contraria: la ocupación por parte de la Iglesia de espacios civiles, políticos, públicos, correspondida por la participación de autoridades estatales en actos, religiosos, confesionales, privados. Desde la concesión de medallas oficiales a vírgenes, hasta la presencia de cargos públicos en procesiones, el ceremonial democrático no ha logrado librarse de una pátina litúrgica, ni el ceremonial religioso ha dejado de reclamar la participación del Estado. ¿Será el homenaje sin misa del jueves un punto de inflexión?

Antonio Gómez Movellán, presidente de Europa Laica, subraya la consustancialidad de la oficialidad española con la religiosa, que hace que lo que debería ser natural parezca rupturista. «La propia Corona tiene una identificación absoluta con el catolicismo. La monarquía borbónica es católica», subraya Gómez Movellán, que recalca cómo la corona real en la bandera española que llevan tantas embarcaciones va rematada por una cruz. «Si sumas a esto los acuerdos con la Santa Sede, y teniendo en cuenta que no hay protocolos cívicos obligatorios para actos oficiales, el resultado es que se acaban imponiendo los protocolos católicos. ¿Qué ocurre después? Que cuando hay responsables públicos, como algunos del actual PSOE, o de Compromís, o de la izquierda en el País Vasco, que adoptan una posición de neutralidad, se les monta un conflicto simbólico. La derecha convierte la esencia católica en esencia española, y por lo tanto un simbolismo neutral es señalado como traición«, señala.

Hay una intervención emblemática de Teodoro García Escudero, secretario general del PP, en diciembre de 2018, que resume esa asimilación de lo católico con lo oficial y viceversa. «Porque nosotros celebramos la navidad, ponemos el belén, ponemos el árbol, celebramos nuestras tradiciones, nuestra Semana Santa y nos sentimos orgullosos, ¡y al que no le guste, que se aguante, porque nosotros somos españoles!» [ver aquí]. En esa mentalidad hay que inscribir, a juicio de Gómez Movellán, las críticas a Pedro Sánchez por no acudir al funeral en la Catedral de La Almudena, al que sí fueron los reyes de España, en memoria de las víctimas del covid-19, como si ese fuera el «funeral de Estado». Está por ver si las críticas se extienden ahora a la ceremonia aconfesional.

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