Cataluña ha inaugurado este jueves el I Congreso Internacional sobre Libertad Religiosa y de Conciencia, el primero de estas características que se organiza en el territorio, y que quiere abordar cuestiones sobre la libertad de culto, un derecho no siempre respetado.
Las autoridades del Museo del Louvre, el museo más importante de Francia y uno de los más visitados del mundo, han informado de un ataque contra uno de sus cuadros estrella: un visitante se acercó al cuadro de La Gioconda (1503-1519) y le lanzó una tarta. Por suerte, el cuadro está protegido por un cristal de máxima seguridad que impidió cualquier daño en la obra.
La mona Lisade Leonardo da Vinci es una de las obras más famosas del Louvre y sirve de reclamo para millones de turistas cada año. En 2021, el museo recibió 2,8 millones de visitantes, una cifra récord en el panorama cultural aunque muy lejos del número de visitantes anterior a la pandemia (recibió más de 9,6 millones de visitas en 2019).
La popularidad de la Mona Lisa la convierte en el centro de todas las miradas: cualquier incidente relacionado con el cuadro se vuelve viral y aparece en los medios de todo el mundo. En ese sentido, la obra de Da Vinci sirve de plataforma para llamar la atención y lanzar mensajes de cualquier tipo, aunque no estén relacionados con el cuadro.
En la era de los selfies y los stories de Instagram, decenas de móviles estaban enfocando el cuadro justo en el momento del asalto. El atacante llevaba una peluca para no ser identificado e iba en silla de ruedas, ya que hay un espacio reservado enfrente de la pintura para que las personas con discapacidad puedan observarla. Cuando estaba situado frente a ella, se levantó y estampó un pastel contra el cristal que protege el cuadro.
Los guardias de seguridad aparecieron instantes después para detener al asaltante y quitar los restos de dulce del cristal con un pañuelo. Mientras se lo llevaban detenido, el atacante gritó: “Los artistas deben pensar en la Tierra. ¡Pensad en el planeta!”, por lo que podría ser una acción ecologista para llamar la atención sobre la amenaza que supone el cambio climático.
Vandalismo contra la Mona Lisa
No es la primera vez que la Mona Lisa recibe un ataque. De hecho, el cuadro es motivo de disputa entre el gobierno de Italia, que reclama su propiedad porque Da Vinci era italiano, y el gobierno de Francia, país donde el genio renacentista vivió los últimos años de su vida.
En 1911, el cuadro fue robado del Louvre y permaneció oculto durante dos años. El ladrón, Vincenzo Peruggia, lo tenía escondido en su casa porque sabía que cualquier movimiento en el mercado del arte llamaría la atención. Finalmente, fue descubierto cuando intentaba venderlo a la Galería de los Uffizi en Florencia (Italia).
Décadas más tarde, en 1956, recibió dos ataques. Primero, un hombre atacó el cuadro con ácido y estropeó la parte inferior de la pintura. Meses más tarde, un pintor boliviano llamado Ugo Unganza Villegas tiró una piedra contra el cristal, con tanta fuerza que un fragmento dañó el codo de la Mona Lisa. Fue entonces cuando los responsables del museo decidieron instalar un cristal a prueba de balas.
En 1974, el Louvre cedió la obra al gobierno japonés para exponerla en el Museo Nacional de Arte en Tokio. Allí, una mujer en silla de ruedas roció la pintura con espray rojo para protestar contra la falta de accesibilidad del museo, que impedía el paso a las personas con discapacidad.
En verano de 2009, una mujer rusa lanzó una taza de té contra el cristal antibalas (la taza se hizo añicos). Pocos días antes, las autoridades francesas le habían denegado la ciudadanía francesa, por lo que la mujer desató su ira contra el cuadro.
El arte como objetivo político
Además de la Mona Lisa, otros cuadros famosos han sido objeto de ataques en diferentes museos. En 1914, la activista feminista Mary Richardson apuñaló varias veces La Venus del Espejo (1647) de Diego Velázquez, que se encuentra en la National Gallery de Londres (Reino Unido). Richardson quería protestar contra la detención de Emmeline Pankhurst, una de las primeras sufragistas.
La ronda nocturna (1639-1642), una de las obras más famosas de Rembrandt, ha sufrido varios ataques en el Rijksmuseum de Ámsterdam (Países Bajos): en 1975, un profesor de escuela lo rasgó con un cuchillo, y en 1990 arrojaron ácido sobre la pintura.
En 1972, el geólogo húngaro Laszlo Toth atacó la estatua de mármol de La Piedad de Miguel Ángel, que se encuentra en la Basílica de San Pedro del Vaticano. La estatua perdió un brazo, la nariz y parte de un ojo. Mientras atacaba el monumento, Toth gritaba: “¡Soy Jesucristo!”.
La destrucción de obras de arte es un acto de violencia que puede tener una intención política. Ya en la antigüedad, cuando los ejércitos invasores conquistaban una ciudad o país, destruir sus símbolos e imágenes era una forma de atacar su identidad y borrarlos de la historia.
En la historia más reciente, el expolio artístico ha sido un crimen de guerra habitual. El régimen nazi robó cerca de 600.000 piezas de arte en toda Europa, y solo una parte muy pequeña ha sido devuelta a sus legítimos propietarios. En la actualidad, en plena guerra de Ucrania, las autoridades ucranianas han ido a contrarreloj para proteger su legado artístico y arquitectónico de los ataques.