Señor Arzobispo: Usted nació demasiado tarde. Hace cuarenta y cinco años hubiera sido un perfecto arzobispo de cualquier diócesis española. Incluso el solideo sería el premio de un generalísimo golpista, asesino de españoles, fusilados, pero confortados con los santos sacramentos y la bendición de Su Santidad. Saludaría las bellas montañas asturianas brazo en alto, con gesto fascista y se refugiaría en la gruta de la santina para impartir urbi et orbe sus directrices a las conciencias, dominándolas, sometiéndolas, sojuzgándolas, imponiéndoles los principios fundamentales del movimiento y orando por nuestro Jefe Francisco.
Usted nació demasiado tarde. Y esa tardanza le sustrajo de las coordenadas del glorioso movimiento nacional para situarlo en una libertad para la que no está acostumbrado. El día veinte de noviembre hará treinta y seis años que se le murió el destructor del comunismo, el salvador de la cristiandad (no confundir con cristianismo), el diácono de la santa basílica de Roma de cuyo nombre no logro acordarme, el del palio blasfemo que equiparaba el Corpus toledano con la inauguración de un polideportivo. A lo mejor Usted no se ha enterado o ignora por conveniencia que Franco murió en el setenta y cinco. Desde entonces los españoles recobramos la libertad, y pudimos huir de una dictadura militar y eclesiástica. No hemos necesitado asesinar a nadie para depositar nuestra confianza en quien surge de las urnas. La muerte del dictador truncó la santa cruzada, aunque usted añore su permanencia.
La jerarquía no permite acercarse a la comunión a los divorciados, pero exceptúa a María Dolores Cospedal y a Alvarez Cascos: En las elecciones autonómicas y municipales del mes de Mayo, usted pidió el voto para Francisco Álvarez Cascos, actual presidente de Asturias, y no tuvo reparos al escribir “que por encima de los dos divorcios del líder de Foro Asturias estaba la ideología de su partido” Fustigó al partido socialista por “engañar a mansalva con tal de seguir obteniendo resultados de puro poder” “Quienes confunden la manipulación de la vida con sus intereses de poder, no son aptos de la confianza, sino más bien reprobables por sus hechos, por sus leyes, por sus demagogias lingüísticas de géneros varios”. Su excelencia episcopal y su indignidad como persona le llevó a hacer la siguiente afirmación que le degrada por sí misma: “Supongo que no pondrán más obstáculos para saber la verdad de la maraña confusa y confundida por otra matanza, el 11-M, cuya sospecha les mira…” Se refería usted al gobierno socialista.
Atribuye Usted la cristianofobia al laicismo beligerante del gobierno socialista. Desciende Usted de una jerarquía acostumbrada a influir en las decisiones del dictador haciendo de su moral la moral del régimen, aunque ésta fuera una moral liberticida, antihumana, destructora de derechos humanos. A cambio de prebendas, el episcopado mantuvo unas relaciones incestuosas con el vencedor de la santa cruzada y todavía llora su viudedad después de treinta y seis años. El laicismo no es anticristiano, sino que es purificación de prácticas anticristianas. Debería Usted tenerle miedo al pasado de prostitución junto al poder, no a la limpieza de una relación respetuosa.
Por eso exige el voto libre y democrático en una dirección, porque necesita una cierta similitud con un pasado que creíamos superado. Pero si la jerarquía tuviera una mirada limpia, pediría perdón por el ayer vergonzante y se implicaría en el compromiso con la pobreza actual de un mundo atornillado a la miseria por la injusticia de la riqueza.
¿De verdad que cuando Usted se sumerge en la intimidad de la oración, frente a un Cristo crucificado por los poderosos y sacerdotes de su tiempo, puede compatibilizar su postura con la del evangelio? ¿Me asegura Usted que el Dios que plantó su tienda entre nosotros es el mismo que se desentiende de la lucha por la justicia? ¿Seguro que el cristianismo que Usted quiere implantar es mejor que el laicismo que rechaza?
Cuántas preguntas que Usted no sería capaz de responderme. Mejor el silencio de un amanecer dorado y verde de una Asturias que enamora.