Acatamos la sentencia del crucifijo, pero permítame que se lo diga, algún argumento nos ha dejado estupefactos.
Señor juez: el pasado viernes, 30 de abril, usted dictó sentencia, en la que desestima el recurso presentado por la asociación Movimiento hacia un Estado Laico (MHUEL) contra la presencia de un crucifijo en el salón de plenos del Ayuntamiento de Zaragoza y la asistencia obligatoria de los miembros de la Corporación Municipal en calidad de tales, según los artículos 8.1.a) y 13.1 del Reglamento de Protocolo, Ceremonial, Honores y Distinciones del Ayuntamiento de Zaragoza. Acatamos la sentencia, pero, permítame que se lo diga, no nos parecen de recibo algunos de los argumentos y expresiones que usted emplea. Más aún, ante alguno de ellos nos hemos quedado estupefactos.
Usted define a MHUEL, una asociación laica, como "asociación de no creyentes". Es como si yo le definiera a usted como no-danés. No diría algo falso, pero pondría de manifiesto un criterio bastante extraño para clasificar a un habitante de este planeta. Una mariposa es un no-mineral, sí, al igual que Júpiter es un no-microbio, pero hay otras formas más certeras y adecuadas de definir algo. Usted parece poseer una cuadrícula mental por la que encasilla determinadas realidades según sus esquemas, filias, fobias y prejuicios. En el país donde usted es juez a muchas personas les es ajeno el mundo de la religión y no aceptan que usted los encasille desde la simpleza de la creencia y la no-creencia. La creencia es una parcela más dentro del conjunto global de las opiniones, las ideas y las cosmovisiones. No convierta, pues, a los laicos en no-daneses, no-minerales o no-creyentes. Déjenos simplemente querer y luchar por un país más libre y liberado de constricciones y restricciones seculares, donde cada uno pueda ejercer sus derechos y libertades en igualdad de condiciones, sin privilegios para ninguna institución de carácter privado, religiosa o no.
Dice usted también que esgrimimos la "libertad religiosa negativa" frente a la postura municipal de mantener el crucifijo. De nuevo le traiciona el subconsciente: usted no quiere o no sabe salir de un recinto donde solo cabe la libertad religiosa, pero le aseguro que el derecho a la libertad religiosa no es sino una parcela más del derecho a la libertad de conciencia. España ha vivido desde hace muchos siglos sujeta a los dictados intelectuales y morales de una determinada confesión religiosa, el catolicismo, que ha tenido en exclusiva la patente de corso en materia de ideas y costumbres. Ahora somos muchos ya los que nos sabemos libres y reivindicamos nuestro derecho a vivir en un país libre, sin tutelas ni privilegios. Si a usted eso le parece libertad religiosa negativa deberíamos estar preocupados por el país y por una institución tan fundamental del Estado como es la Judicatura.
NOS PARECE aberrante asimismo que usted manifieste en la sentencia que "el hecho de eliminar toda manifestación de tipo religioso a ultranza, cualquiera que sea su signo, vendría a dar prioridad a una determinada consideración del fenómeno religioso, como es el agnosticismo". Si lo hubiese dicho Luis Carlos Martín, cabría respetarlo desde el derecho a la libertad de opinión y de expresión, pero nos parece muy grave que lo haya escrito el Magistrado titular del Juzgado de lo Contencioso-administrativo número 3 de Zaragoza. Convertir una sentencia en un documento meramente ideológico es, sin duda alguna, preocupante.
Tampoco es nuestro propósito, como usted indica en la sentencia, "desarrollar una especie de persecución del fenómeno religioso o de cualquier manifestación de tipo religioso", ni "imponer nuestra voluntad sobre el fenómeno religioso, ni "pasar por encima de la voluntad" de los munícipes de la ciudad, ni alguna "suerte de limitación del fenómeno religioso". Estos fantasmas que usted parece temer habitan solo en su cabeza.
NO SE TRATA solo de un crucifijo en una sala de plenos municipal, sino de que las instituciones, los representantes y los espacios públicos de nuestro país entero estén realmente abiertos a toda la ciudadanía por igual, sin discriminaciones y desde el pleno ejercicio de la libertad de conciencia. No se trata de un recurso, una ciudad, un crucifijo, un ayuntamiento. Se trata de la libertad y de la igualdad. Se trata del país entero. Si me apura, se trata del mundo.
Quiero acabar transmitiéndole nuestra voluntad de un país más libre y más igualitario, liberado de dogmas, supersticiones y alienaciones, capaz de acoger y promover los derechos y libertades de toda la ciudadanía en igualdad de condiciones, con unos dirigentes y representantes autónomos e independientes de cualquier instancia privada. Ese es el auténtico camino que garantiza la libertad de todos y para todos, ese es nuestro verdadero horizonte.
Con nuestros atentos saludos.
Coordinador del Movimiento hacia un Estado Laico (MHUEL) y Profesor de Filosofía