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Cánticos, acampadas y caos en favor de los castigos por blasfemia en Pakistán

Cientos de extremistas cumplen hoy una semana de bloqueo de una de las principales entradas a Islamabad en demanda de la aplicación de la ley antiblasfemia y la dimisión del ministro de Justicia paquistaní, Zahid Hamid, por un cambio en la forma de jurar los cargos electos que ya ha sido eliminado.

Liderados por el clérigo Khadim Hussain Rizvi, del partido Tehreek-e-Labbaik Pakistan, los manifestantes llevan acampados desde el martes pasado en la principal autopista que une las ciudades de Islamabad y Rawalpindi, provocando el caos en el transporte de la capital paquistaní.

“Labaik Ya Rasool Allah, Labaik (Yo estoy aquí, profeta de dios, yo estoy aquí)”, grita desde un podio situado en la parte de atrás de un camión Rizvi, vestido de blanco, larga barba del mismo color y tocado con un turbante negro.

El líder religioso y ahora político afirma desde el púlpito que el país ha “despertado” al amor y respeto al profeta, y que no se irán hasta que sus demandas sean cumplidas.

Pocos metros más abajo, los alrededor de millar y medio de asistentes responden agitados levantando los brazos y entonando “labaik Ya Rasool Allah, Labaik”, eslogan del partido formado hace 18 meses, tras la ejecución de un islamista por el asesinato de un político que crítico las duras leyes de la blasfemia.

Muchos de ellos van armados con palos y barras de metal “para su defensa”, y ni en la protesta ni en las cercanías se ven agentes de Policía.

El corte de la autopista ha provocado grandes atascos en la urbe y el cierre de algunas escuelas en la zona, y las autoridades de la ciudad han colocado contenedores de barco como barricadas en las zonas de alta seguridad del Gobierno.

La ira de los manifestantes comenzó el pasado 2 de octubre cuando el Parlamento aprobó una reforma de la ley electoral en la que se cambió el enunciado del juramento de los cargos públicos de “yo creo” a “yo juro” que Mahoma es el último profeta del islam.

Tres días más tarde, el Gobierno volvió a reformar la ley restableciendo el juramento a su forma original, calificando el cambio como un error administrativo.

A pesar de la marcha atrás, el partido de Rizvi y otros grupos extremistas consideraron inaceptable la situación y hace una semana tomaron esta entrada a Islamabad con el propósito de hacer dimitir al ministro de Justicia, quien recientemente trató de congraciarse con los extremistas afirmando en un vídeo que Mahoma es el último profeta.

No lo logró. Los islamistas consideran el cambio una blasfemia, una peligrosa cuestión en Pakistán, donde ese delito se castiga con la vida (aunque nunca se ha ejecutado a nadie por ello), y donde son habituales los disturbios y asesinatos de turbas por ese motivo.

Desde 1986 se han producido al menos 1.470 denuncias por blasfemia, la mitad de ellas contra miembros de las minorías religiosas, que representan un 4 % de la población del país, según la Comisión Nacional para la Justicia y la Paz, grupo de derechos humanos de la Conferencia de Arzobispos Católicos de Pakistán.

“El Gobierno debe investigar esta conspiración y buscar al responsable”, dijo a Efe el jefe del partido en la ciudad de Karachi, Syed Zaman Ali, presente en la protesta.

El político afirmó que no abandonarán la protesta hasta que sus peticiones sean aceptadas y envió un aviso a las autoridades: “Si mandan a la Policía les haremos frente”.

El Tehreek-e-Labbaik Pakistan fue creado hace año y medio tras la ejecución de Mumtaz Qadri, condenado por disparar 28 tiros al antiguo gobernador de la provincia del Punyab (este) Salman Tasir, por pedir cambios en la legislación y defender a la cristiana Asia Bibi.

Bibi está condenada a muerte por insultar al profeta Mahoma y espera en prisión la apelación de su caso.

Desde la muerte de Qadri han hecho campaña con el islam como programa electoral.

“Nuestro eslogan es el islam. Necesitamos un islam de verdad en esta república y la ley islámica por encima de las demás leyes”, afirma Ali.

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