En la mayoría de ciudades andaluzas será imposible convocar mítines durante la Semana Santa. Los partidos buscan alternativas y habrá desfile de aspirantes en las procesiones
Cuando Pedro Sánchez estuvo el sábado en Sevilla, sus colaboradores más cercanos en Andalucía ya le hicieron saber que la campaña en Semana Santa en la mayoría de ciudades andaluces iba a ser muy complicada, inviable. La recomendación que recibió de quienes conocen bien cómo respiran los andaluces esos días es que debían aparcarse los actos y utilizar otros canales, especialmente la televisión. “Los actos deberían limitarse a lugares propicios y ajenos al mundo cofrade”, le advirtieron.
El presidente del Gobierno tomó nota, aunque la planificación de campaña aún no está cerrada y por supuesto, aunque recoge todas las opiniones, se decidirá en Ferraz. Más o menos igual ocurre con el PP. El partido en Andalucía también ha trasladado a Génova las dificultades obvias para celebrar grandes actos esos días de Semana Santa en la mayoría de las grandes ciudades andaluzas. No es baladí, porque los andaluces son una importante bolsa de votantes, más de seis millones, y su peso es clave en el resultado final del 28 de abril. No es una cuestión religiosa sino de imposibilidad física: cortes de tráfico, grandes aglomeraciones de gente, limitaciones en el transporte público, medidas de seguridad…
Ya hay alcaldes como el de Almería, Ramón Fernández-Pacheco (PP), que han asegurado que no habrá actos que puedan afectar al normal desarrollo de las procesiones. No quieren “bajo ningún concepto” alterar “una gran tradición de fe y cultura que se vive con mucho arraigo” con mensajes electorales. El presidente de Murcia, Fernando López Miras, fue el primero que alertó de que no harían mítines en campaña “por respeto a nuestras tradiciones más preciadas”. También el secretario general del PP, Teodoro García Egea, jaleó ese malestar: “Prefiero ver en las farolas los símbolos de las cofradías y celebrar el Viernes de Dolores como Dios manda, y no ver en las farolas las caras de los políticos”.
La campaña electoral comienza oficialmente el Viernes de Dolores. No sería la primera vez que se hace electoralismo en las hermandades. Cuando han tocado próximas las municipales, los candidatos han desfilado sin ningún tipo de problema por las iglesias andaluzas. Incluidos los socialistas. La líder del PSOE andaluz, Susana Díaz, es muy devota, y el alcalde de Sevilla, el socialista Juan Espadas, ha conquistado el corazón de la mayoría de quienes mandan en estas organizaciones.
Veremos pasear, intuyen los expertos, a Pablo Casado, Albert Rivera o Santiago Abascal por las iglesias andaluzas en esos días. Casado tenía pensado pasar esos días de vacaciones de procesiones en Andalucía de no haber habido campaña. Es más difícil imaginar a Pedro Sánchez, aunque no habría que descartarlo. “En Andalucía, el voto cofrade no es derechas, ni mucho menos. Lo que tendrían que calibrar bien es qué visitan para evitar, por ejemplo, una pitada de una bulla en la calle”, explica David Hijon, CEO de Dialoga Consultores.
Seguridad extrema
La mayoría de ciudades andaluzas viven con intensidad esos días. Organizar un mitin la primera semana de campaña va a ser misión imposible. Hay motivos de seguridad que desaconsejan grandes aglomeraciones de público y la mayoría de efectivos están ya dedicados a velar por las procesiones. Cuando se barajó la fecha del 14 de abril para las generales, Domingo de Ramos, día de derbi Sevilla-Betis en la capital andaluza, las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado alertaron de que no sería posible reunir los suficientes efectivos.
“No somos un país tan moderno, laico y avanzado como nos gustaría: independientemente de la fe que profesen y la intensidad de la misma, la mayoría de españoles hemos sido educados con los parámetros culturales judeo-cristianos, y más específicamente bajo los criterios estéticos de la contrarreforma nacida en el concilio de Trento. No me cabe duda de que la Semana Santa va a tener influencia, y esta será mayor en aquellos territorios en los que, además de ser una celebración religiosa, haya alcanzado el nivel de considerarse un elemento de construcción social y cultural, como es el caso de Andalucía”, argumenta César Calderón, director de la empresa de consultoría Redlines. “No me extrañaría que nos encontrásemos con lugares en los que la campaña directamente deja de existir, aunque serán los menos”, añade.
El voto cofrade
El voto cofrade en Andalucía es transversal. Si alguien piensa que quien sigue las procesiones es de derechas no conoce el fenómeno de la Semana Santa andaluza, que trasciende mucho lo religioso y enraiza más con la tradición o la familia. Cuando Podemos recibió duras críticas por proponer cambios en la Semana Santa, un diputado nacional, el sevillano Sergio Pascual, dejó clara su implicación y se reivindicó “sindicalista” y “costalero”.
En Castilla-La Mancha, Castilla y León, Andalucía o Murcia, los partidos no podrán planificar actos esos días, admiten ya los equipos de los candidatos. Tocará innovar, dicen los expertos. “El mensaje ya no se traslada en los mítines, que se utilizan para afianzar a tus convencidos, sino en otros formatos, sobre todo televisión y redes sociales. Nada impide a los candidatos pasear por ejemplo por Andalucía y dar unos totales a las cámaras con minutos de televisión”, asegura Hijón.
Los partidos van a tener que innovar, asegura el CEO de Dialoga Consultores, pero no solo por la Semana Santa sino porque hay partidos como Vox que ya tienen en marcha iniciativas “potentísimas” en redes que permiten tejer importantes redes de activistas ‘voxeros’ en Twitter, por ejemplo la iniciativa del #SiguemeytesigoVox, que fue ‘trending topic’.
“La campaña la primera semana pasará más desapercibida para la mayoría de los ciudadanos y la Semana Santa será una distracción más en ese ambiente electoral”, señala Hijón, convencido de que la inmensa mayoría de los ciudadanos no estará pensando en qué vota hubiera o no Semana Santa. “La campaña no se sigue, pero invita a un ambiente que permite por ejemplo que las elecciones se instalen en las conversaciones familiares, de los bares… Entre el 10 y el 15% decide su voto la última semana, y hasta el 15% el último día”, apunta el responsable de Dialoga Consultores.
Arquitectura electoral
“Una campaña electoral nacional es una sucesión de procesos, muchos de ellos tremendamente complejos y por tanto llenos de inercias, especialmente para los partidos más tradicionales. No creo que sea predecible que con una convocatoria extraordinaria y llena de incógnitas los partidos nos sorprendan con innovaciones de su arquitectura electoral”, sostiene en contra de esa tesis César Calderón. Aunque sí admite que “los periodos vacacionales son especialmente proclives a experimentos y fantasías, no solo en campaña sino en la acción política diaria”.
El único precedente de unas elecciones generales seguidas de unas municipales en primavera se dio en 1979, y no se recuerdan incidencias en aquella campaña. “Recuerdo sin ir más lejos la legalización del Partido Comunista en Semana Santa, la comunicación de dimisiones sonadas, como la de Alfonso Guerra en la previa de las navidades de 1991, o el gusto de muchos gobiernos de comunicar resoluciones escasamente populares en el mes agosto. Aun así, la eclosión de internet como canal de comunicación masivo ha relativizado el éxito de estas prácticas”, señala Calderón sobre los efectos de los periodos de vacaciones en la política. La campaña, con o sin Semana Santa, ya no es lo que era.