Presentación del libro Allah no tiene nada que hacer en mi clase. fue cancelado este sábado 16 de noviembre en la Fnac de Woluwe-Saint-Lambert, Bélgica. En cuestión: amenazas explícitas dirigidas a los perpetradores y al personal de la tienda. Esta decisión, tomada en un clima de intimidación y autocensura, ilustra una tendencia preocupante en la que el miedo está prevaleciendo sobre la libertad de expresión.
Un grito ahogado de alarma por El islamismo que impone su ley
El libro, coescrito por los periodistas Jean-Pierre Martin y Laurence D’Hondt, destaca un fenómeno escalofriante: el entrismo islamista en las escuelas belgas. A través de testimonios de profesores, los autores describen una realidad alarmante en la que determinadas materias (biología, historia o incluso igualdad de género) se están volviendo imposibles de impartir. Allí aumentan las presiones comunitarias, el rechazo de la autoridad y el cuestionamiento de los valores fundamentales de la escuela republicana.
Verdadero alegato en favor de la libertad de conciencia y de educación, la obra es inquietante. Y esta perturbación se ha manifestado en amenazas explícitas pronunciadas en los últimos días contra la Fnac y los autores.
Según información proporcionada por Jean-Pierre Martin, grupos de jóvenes exigieron la cancelación del evento, alegando que en el libro se menciona el nombre de Alá, que consideran blasfemo. El personal de Fnac fue objeto de esta repetida intimidación, lo que obligó a la marca a cancelar la conferencia como medida de seguridad.
«Estas amenazas confirman exactamente lo que denunciamos en nuestro libro», reaccionó Jean-Pierre Martin. En cuanto a su coautor, Laurence D’Hondt, denunció un “clima de terror que silencia a cualquiera que se atreva a defender la libertad de expresión”.
Censura creciente
Si bien los autores fueron allí, bajo protección policial, para encontrarse con algunos lectores valientes, este episodio sigue siendo un símbolo evidente de capitulación ante la intimidación. Alexia Bertrand, Secretaria de Estado federal belga, reaccionó con firmeza: “Amenazar a los perpetradores es un duro golpe a nuestras libertades. Nunca debemos ceder ante estas presiones. » Una afirmación que contrasta con la inacción de las autoridades locales, que, aunque informadas, no impidieron el aumento de esta violencia simbólica.
Este acontecimiento, lejos de ser aislado, refleja un malestar más profundo en Bélgica: la creciente influencia del islamismo en sectores enteros de la sociedad y, en particular, en el sistema educativo. Los profesores dan testimonio de una creciente soledad frente a estudiantes influenciados por ideologías que rechazan los fundamentos mismos de la escolarización occidental: igualdad, secularismo, libertad individual.
Sin embargo, como señala Jean-Pierre Martin, Allah no tiene nada que hacer en mi clase. No es una crítica a la fe, sino un llamado a defender la educación contra quienes quisieran imponerle dogmas. “Quienes nos atacan nunca leerán nuestro libro, pero buscan silenciar la palabra e infundir miedo”, lamenta.
Ante este intento de censura, el silencio o la inacción no pueden ser opciones. La libertad de expresión, pilar de cualquier democracia, no puede sacrificarse en aras de la intimidación. Pero los líderes aún necesitan tener voluntad. Porque, al cancelar esta conferencia, se envió una señal desastrosa: la de rendirse ante una ideología que no tolera ningún debate. Ya no es momento de medias tintas. Si hoy el islamismo ataca la cultura y la educación, es a toda la sociedad occidental a la que busca sacudir. Queda por ver si este último optará por ceder o levantarse en nombre de sus valores.
