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El papa Francisco visitó este lunes el país para hacer un pedido de “perdón” por lo que llamó “el mal que tantos cristianos cometieron contra los pueblos indígenas”, evitando mencionar los abusos, especialmente de menores, por parte de la Iglesia.
“Muchos cristianos adoptaron la mentalidad colonialista de las potencias que oprimieron a los pueblos indígenas. Estoy dolido” dijo el Papa ante unos dos mil representantes indígenas de la comunidad Maskwacis, cerca de la ciudad de Edmonton, Canadá.
Luego pidió perdón “en particular, por el modo en el que muchos miembros de la Iglesia y de las comunidades religiosas cooperaron, también por medio de la indiferencia, en esos proyectos de destrucción cultural y asimilación forzada de los gobiernos de la época, que finalizaron en el sistema de las escuelas residenciales”. Las palabras elegidas no fueron casuales, buscaron deslindar la responsabilidad institucional de la Iglesia católica en el encubrimiento de los abusos.
165 años de abusos y crímenes contra los pueblos originarios
El pedido de “perdón” papal responde a los abusos que durante 165 años, sucedieron en varias escuelas residenciales de Canadá donde se separaron por la fuerza a menores indígenas de las Primeras Naciones, Métis e Inuit, de sus familias, sometiéndolos a desnutrición y abusos físicos y sexuales en lo que la Comisión de la Verdad y la Reconciliación de Canadá calificó de “genocidio cultural” en 2015. Más de 4.000 niños indígenas murieron.
La primera escuela residencial para indígenas comenzó a funcionar en Canadá a principios de 1830 y el último se cerró en 1996 en la reserva india de Gordon (Saskatchewan). Sus antecedentes, no obstante, se remontan a principios del siglo XVII. En esa época y hasta el siglo XIX, órdenes religiosas dirigieron escuelas misioneras para niños indígenas que serían las precursoras de este sistema de escuelas residenciales.
Este sistema de escuelas residenciales para indígenas de Canadá ha sido un elemento clave en las políticas genocidas del Estado canadiense durante más de 100 años. Era un sistema de internados que albergaba a decenas de miles de niños indígenas secuestrados de sus familias por la policía estatal, la Real Policía Montada de Canadá, una fuerza creada por primera vez para aplastar la rebelión de los pueblos metis e indios en la actual provincia de Saskatchewan.
Estos niños secuestrados fueron obligados a asistir a las escuelas bajo la ficción legal de la Ley Indígena que exigía que los niños indígenas fueran obligados a asistir a escuelas diurnas o residenciales. Como muchos de estos niños procedían de comunidades remotas o de reservas en las que no había instalaciones educativas, fueron entonces secuestrados “legalmente” por el Estado canadiense.
La responsabilidad de la Iglesia católica
En 2021 la jefa de la tribu Penelakut, Joan Brown, anunció que más de 160 tumbas sin identificar fueron encontrados en quien denunció “actos de genocidio” en la zona donde funcionó la Kuper Island Industrial School, una antigua escuela en la isla Penelakut, Columbia Británica (Canadá) que sirvió como un internado para niños indígenas.
Entre 1890 y 1969, la institución fue administrada por la Iglesia católica. Luego pasó a manos del Gobierno federal hasta su cierre, en 1975. El edificio fue demolido en la década de 1980.
Unos 80 internados fueron gestionados por diversas instituciones religiosas, siendo las principales organizaciones las confesiones religiosas católica (44 escuelas) y anglicana (21 escuelas). Las escuelas se establecieron lo más lejos posible de las comunidades indígenas para limitar el contacto entre los niños y sus padres y hermanos. Se trataba de una política deliberada, que formaba parte del objetivo político general de las escuelas, que consistía en asimilar a los niños indígenas a la cultura europea blanca, considerada por la ideología dominante como “más civilizada” que la variada vida cultural de los pueblos indígenas.
Sobre esto el Papa solo hizo referencia diciendo que lamentaba la “mentalidad colonialista” de miembros de la Iglesia que llevó a una “destrucción cultural” de los nativos, una forma suave de condenar las brutales acciones de la Iglesia canadiense que fue directamente parte del genocidio.
Luego, el Papa, agregó ante muchos de los sobrevivientes que habían desfilado con una bandera roja que llevaba los nombres de 4.120 víctimas identificadas de los internados, que había realizado el viaje “hasta sus tierras nativas para decirles personalmente que estoy dolido, para implorar a Dios el perdón, la sanación y la reconciliación, para manifestarles mi cercanía, para rezar con ustedes y por ustedes”.
La visita del Papa a Canadá, que responde a una demanda de la Comisión para la Reconciliación y la Verdad creada por el gobierno canadiense junto a instituciones indígenas, se da cuatro meses después de las visitas que hicieron delegaciones de First Nations, Métis e Inuit al Vaticano.
También se da luego de manifestaciones y protestas contra la impunidad que durante años encubrió el accionar del Estado canadiense y las instituciones religiosas. A mediados del 2021 varias iglesias fueron incendiadas luego del hallazgo de 750 cuerpos de niños indígenas en un internado.
Un demagógico perdón
En el viaje el Papa Francisco vuelve a usar la demagogía típica del Vaticano, pidiendo perdón varios años, incluso siglos, después de los crímenes cometidos. En la mayoría de los casos, el pedido de “perdón” llega como intento de mitigar la condena social contra la institución.
Pero el encubrimiento de los abusos y crímenes de la Iglesia no fueron cosa del pasado lejano. El papado de Francisco estuvo marcado por las denuncias e investigaciones que involucraron a importantes personajes de la curia en varios países. Las víctimas dejaban claro la complicidad de las autoridades de la Iglesia para ocultar y proteger a los abusadores.