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En la fiesta de san Joaquín y santa Ana reclama que no se juzgue el valor de las personas «solo por lo que producen»
El Papa ha celebrado su primera Misa pública del viaje a Canadá ante 50.000 personas, según cifras facilitadas por el Vaticano, una celebración en la que ha pedido como Iglesia «no oprimir nunca la conciencia de los demás», informa Europa Press.
«Tratemos de aprender esto como individuos y como Iglesia: no oprimir nunca la conciencia de los demás, no encadenar jamás la libertad de los que tenemos cerca y, sobre todo, no dejar nunca de amar y respetar a las personas que nos precedieron y nos han sido confiadas, tesoros preciosos que custodian una historia más grande que ellos mismos», ha señalado Francisco.
«Para aceptar de verdad lo que somos y cuánto valemos, tenemos que hacernos cargo de aquellos de quienes descendemos, aquellos que no pensaron solo en sí mismos, sino que nos transmitieron el tesoro de la vida», ha añadido.
Tras encontrarse con las poblaciones indígenas este lunes, Francisco ha arrancado su segunda jornada del viaje con una Eucaristía multitudinaria en la fiesta de los santos Joaquín y Ana, padres de la Virgen María. En el estadio de la Commonwealth, en un complejo de unas 17 hectáreas situado a pocos minutos del centro de la ciudad, el Papa ha clamado por un «futuro en el que no se descarte a los mayores porque funcionalmente no son necesarios».
Así, ha pedido que no se «juzgue el valor de las personas solo por lo que producen» y ha reiterado que «no se repita la historia de violencia y marginación que sufren nuestros hermanos y hermanas indígenas». En los pueblos originarios de Canadá se cuida de forma especial a los ancianos y por este motivo arraigó desde el inicio una gran devoción a santa Ana. El Pontífice ha comentado en su homilía que de los ancianos la sociedad ha aprendido «que el amor jamás es una imposición, nunca despoja al otro de su libertad interior».
Raíces, un regalo que custodiar
También ha reflexionado sobre las raíces de individuo: «El amor que recibimos cuando vinimos al mundo, los ambientes familiares en los que crecimos, forman parte de una historia única que nos ha precedido y nos ha generado […]. Es un regalo que estamos llamados a custodiar».
Asimismo ha llamado a cuidar la historia, pero ha advertido de que esto significa «no empañar la gloria de nuestros antepasados, no perder su recuerdo, no olvidarnos de la historia que dio a luz a nuestra vida, acordarnos siempre de aquellas manos que nos acariciaron y nos tuvieron en sus brazos».
El Papa —que ha leído en español la homilía— también ha instado a no caer en lo que ha llamado «la caricatura de la tradición», que «no se mueve en una línea vertical, de las raíces al fruto, sino en una línea horizontal, adelante y atrás, que lleva a la cultura del retroceso como refugio egoísta; y que no hace más que encasillar el presente y preservarlo en la lógica del siempre se ha hecho así».
«Es fácil criticar, pero el Señor no quiere que seamos solo críticos con el sistema, no quiere que seamos cerrados y de los que retroceden, sino artesanos de una historia nueva, tejedores de esperanza, constructores de futuro, artífices de paz», ha concluido