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Campaña de la Renta y Laicidad

La Iglesia es financiada de manera escandalosamente millonaria por el Estado español, que es el que sale de nuestras rentas

Que el mundo está lleno de paradojas y de grandes contradicciones es algo que cada día se nos hace más evidente a poco que decidamos conscientemente mirar la realidad con un mínimo de objetividad. Sin embargo, no dejo de sorprenderme día a día por el escaso criticismo que existe en general, y por la facilidad con la que muchas personas viven en la ignorancia, en la inercia, o en la evasión, que es aún peor, creyendo, quizás, que, como dice la voz popular, la ignorancia es una fuente de felicidad. En ese punto no estoy ni estaré nunca de acuerdo, porque la llamada “felicidad del ignorante” no es felicidad, es sólo eso, ignorancia.

Pero no pretendo filosofar, sólo centrarme en una de esas grandes paradojas que nos rodean y que creo que es oportuno percibir y revisar. Coincidiendo con el inicio de la campaña de la Renta de este año, este mismo lunes pasado, dos días antes, el día 29 de marzo, la Conferencia Episcopal Española (organismo que representa a la Iglesia católica en España) ha presentado su campaña particular, que ha denominado “Por tanto”, buscando la ayuda del contribuyente y la famosa cruz en la casilla de la Iglesia en la renta de los españoles.

En esta campaña de la Renta 2019 la Iglesia invierte, según he leído en los medios, un total de 3,4 millones de euros con el fin, por supuesto, de convencer a los contribuyentes de tachar la casilla destinada a pagar un 0,7%de la renta a la Iglesia. Un gran negocio, porque esos 3,4 millones de euros, ni los casi 300 millones de euros que la Iglesia recaudó por este concepto en 2018, no salen de ningún milagro mariano ni de ningún “espíritu santo” en forma de paloma, sino del dinero que proviene del esfuerzo y del trabajo de todos los españoles. Porque, como sabemos, la Iglesia es financiada de manera escandalosamente millonaria por el Estado español; y el dinero del Estado español es el que sale de nuestras rentas y a través de nuestros impuestos (de los que la Iglesia está exenta). Y España con 10,2 millones de personas por debajo del umbral de la pobreza.

Cuando era niña, en las misas de rigor, había algo que me llamaba mucho la atención:  en todas ellas se pasaba un cestillo pidiendo donativos; y me resultaba extraño que en un lugar en el que se hablaba supuestamente de moral y de bondad, se tuviera esa inquietud mercantilista, porque yo asociaba los valores morales con la generosidad y no con la avaricia, con la filantropía y no con la voracidad. Acababa pensando, para poderlo asimilar, que quizás la Iglesia era una organización muy pobre, que necesitaba de esas limosnas para subsistir. Entonces no sabía cosas como que, según diversas fuentes, se estima que el dinero que posee la Iglesia acabaría más de dos veces con el hambre y la miseria en todo el mundo, a pesar de que recaban donaciones y mueven conciencias con el señuelo de la miseria del mundo que dicen combatir. ¡Qué gran paradoja!

El portavoz de la Oficina para el Sostenimiento de la Iglesia ha afirmado, en referencia a esta campaña, que «Todos juntos es como buscamos un mundo mejor y por eso pedimos cada año con naturalidad a la sociedad que marque la X de la Declaración de la Renta para poder continuar desarrollando la labor». Me temo que para muchos esos mensajes buenistas ya no cuelan. Y me pregunto cuál es, en realidad, esa labor. Quien quiere un mundo mejor se esmera en ser tolerante, en aceptar la diversidad de la vida y de las personas, en no perseguir ni difamar a los que piensan diferente, en no permitir llenar las arcas propias en la medida de la miseria ajena, en respetar la democracia, la evolución de la sociedad y las Leyes que buscan el progreso y el bienestar de las personas; en defender la libertad, que no el libertinaje, eso que tanto critican y reprueban en los demás y, según la evidencia, tanto esconden y disculpan cuando es propio.

Los españoles que nos sentimos laicistas, es decir, que no queremos teocracia, sino democracia, y que sabemos de la enorme importancia de la libertad de conciencia y de la asepsia confesional del Estado y de las instituciones públicas, queremos que el dinero que recauda el Estado sea destinado a la mejora de la Educación, de la Sanidad, de las pensiones, de la asistencia social, de la cultura y del progreso de nuestro país, y no a llenar ninguna arca privada, ni de políticos corruptos, ni de organizaciones privadas de ningún tipo. Es lo justo y es lo necesario. Y no tachamos ninguna cruz, ni de la Iglesia ni de la Obra Social. Porque sabemos que todo ese dinero llega siempre a las mismas manos finalmente. Porque la obra social es algo enormemente importante que no puede ni debe dejarse en manos de ninguna creencia. Y porque, como afirmaba Concha Caballero, “la laicidad lejos de ser un arma contra ninguna religión, es la única garantía del respeto del Estado a la conciencia individual, y es la única base de una convivencia respetuosa con todas las creencias”.

Coral Bravo

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