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C. Tangana, heavy metal, censura y feminismo

El veto (o la censura, según se mire) de C. Tangana en Bilbao ha reabierto el debate sobre la libertad de expresión y la letra de las canciones (y por extensión, en el mundo del arte). Y la polémica es sin duda más difícil en la izquierda que en la derecha. Que la derecha censure es algo que va con ella, por eso la reciente censura de Luis Pastor o de Def Con Dos por parte de las derechas madrileñas, aun siendo reprobable, es coherente: son fachas, ¿qué esperabas que hicieran? El asunto es más difícil en la izquierda porque, en principio, la izquierda defiende la libertad de expresión y censura a la censura. Un ejemplo es la contradicción de Podemos, que en Bilbao incitaba al veto de C. Tangana mientras que su líder nacional, Pablo Iglesias, lo rechazaba, al igual que Clara Serra.

La música y el arte en general siempre han tenido la amenaza de la censura vigilando su creatividad y libertad de expresión, sobre todo por parte de la derecha. En otro tiempo eran la política y la religión los dos campos más conflictivos. Hoy en día esta censura es mucho menor si bien sigue ahí, sobre todo alimentada por asociaciones como la AVT y Abogados Cristianos. En la política, de vez en cuando resurge relacionada con el tema del terrorismo, la incitación al odio, la ofensa a las víctimas, etc. Es el caso de la censura y la persecución, por parte de la derecha, de músicos como Soziedad Alkohólika, Def Con Dos o el huido Valtònyc entre otros, la mayoría del ámbito del rock duro y el rap. Y no solo de músicos, sino también de tuiteros, como el caso de Zapatael de Cassandra. En la religión, recordemos el asunto de las viñetas de Mahoma (con asesinatos de dibujantes), o la persecución a artistas por sus obras como Abel Azcona (por escribir “Pederastia” con hostias consagradas), la obra Cajita de fósforos en el Museo Reina Sofía, o hace poco la exposición Pederoclastia de Fernando Barredo.

En este caso, el veto a C. Tangana ha sido por el supuesto machismo de sus canciones. Un caso más que se suma a la polémica que también suscitó que, en su momento, desde el gobierno navarro se calificara demachistas las letras de canciones de grupos como Amaral (“Sin ti no soy nada”), El Canto Del Loco (“Contigo”) o Juanes (“Me enamora”) entre otros. Si antes la censura venía por parte de la derecha política y clerical, ahora procede de la izquierda feminista. Y eso es lo que desconcierta a parte de esta misma izquierda. ¿La libertad de expresión debe ceder ante la censura cuando lo que se expresa no coincide con nuestro ideario?

Hay aquí varios temas que surgen y que es imposible tratarlos todos en profundidad. Destacamos dos: nos centraremos en el primero y terminaremos de pasada con el segundo.

1) ¿Son realmente machistas las letras de las canciones de C. Tangana o las de los demás grupos acusados de serlo?

2) Aunque lo fueran, ¿deben censurarse o es contraproducente para el objetivo que se busca?: ¿es la censura el mejor medio para el fin del objetivo feminista?

En cuanto a la primera cuestión, hay dos asuntos. Uno es la cuestión concreta de si hay letras de canciones machistas (o más bien, si todas las que se califican así lo son y con qué criterio) y otra más general es el asunto de la interpretación de una obra de arte.

Vamos a remontarnos a los años 80 del siglo pasado y a otra polémica de entonces: la persecución conservadora de la música rock, y del heavy metal en particular, por parte del PMRC (Parents Music Resource Center). Dicho comité (formado por esposas de senadores de EEUU) emprendió una auténtica caza de brujas contra todas las canciones y grupos que consideraban que transmitían mensajes inadecuados para la juventud por su incitación al sexo, las drogas, la violencia y el satanismo, y/o por su lenguaje ofensivo y deslenguado. La presión hacia las discográficas llevó a que se marcaran con la famosa pegatina “Parental Advisory” las obras malditas, y a editar listados con las canciones más aberrantes (las llamadas Filthy Fifteen o Quince Asquerosas). Aparte de la autocensura que se aplicaron esas discográficas para no ofender al PMRC. Canciones de Black Sabbath, AC/DC o Twister Sister (en el género heavy) pero también de Madonna o Prince (en el pop) engrosaban esas listas negras (versiones del Indexcatólico de libros prohibidos y antecedente del listado de canciones “machistas” mencionado antes).

El cantante de Twister Sister, Dee Snider, participó en la polémica como acusado, en concreto, por apología del sadomasoquismo, la esclavitud y la violación en sus canciones. Su defensa dio la clave: todo aquello de lo que se le acusaba no estaba en sus canciones, sino en la mente de sus inquisidoras. Lo que es extensible más allá de la canción concreta de la que se le acusaba (“Under the Blade”).

Podemos decir que una obra de arte tiene dos elementos: el estético y el expresivo. La obra de arte en sí misma tiene un valor estético en tanto que permite una experiencia estética a través de los colores, los trazos, la luminosidad, los ángulos, las formas, etc. Pero también tiene un valor expresivo, no tanto porque exprese algo concreto sino más allá de lo que quiere expresar (si es que quiere expresar algo concreto, que no tiene por qué). Es decir, quien hace una obra de arte puede querer expresar algo concreto, pero esa obra de arte puede dar de sí mucho más, cobrar vida propia, y estimular muchas otras interpretaciones (alejadas o incluso contrarias a la original del autor o autora). Si una obra logra eso (dar más de sí de aquello para lo que fue pensada) entonces logra un plus que la hace más valiosa. El mito de la caverna de Platón es un clásico por eso mismo. Es capaz de hacernos entender la televisión o internet pese a haber sido escrito 25 siglos antes (y sin esa intención, por supuesto).

Es por eso que muchas novelas o películas dejan el final abierto, por ejemplo. Pasa igual con el arte abstracto o cierta poesía: no se trata de buscar qué quieren transmitir, sino que son “excusas” para la interpretación. Un ejemplo es “¿A quién le importa?” de Alaska y Dinarama. La canción en sí no alude a la homosexualidad, pero esa ha sido la interpretación que se ha asentado. Pero valdría para muchas otras causas. Incluso C. Tangana podría utilizarla para defenderse: “La gente me señala, me apuntan con el dedo, susurra a mis espaldas, y a mí me importa un bledo…”.

En el heavy metal, el punk y el rap la provocación es parte integrante de estos géneros. Lo que quieren expresar lo hacen provocando. El punk, por ejemplo, si quiere expresar “libertad” no lo hará diciendo “libertad” sin más, sino algo así como “puta policía, bombas en comisarías”. Y si el rapero quiere decir que le gusta una chica no dirá “Me gustas” sino “Quiero romperte el booty”. Era el caso del incomprendido heavy metalpor parte del PMRC. La provocación del heavy metal se inspira en lo siniestro, lo oscuro, lo sórdido, la muerte y la destrucción. De ahí las referencias a guerras, crímenes o el satanismo. Pero más allá de esa estética (y/o mera pose) está lo que la obra de arte da de sí. El heavy metal señala la libertad, la ruptura de las normas, la singularidad frente a la mayoría, etc. El problema del PMRC es que cuando el heavy metalseñalaba la luna el PMRC miraba al dedo.

En otros casos tampoco hace falta que haya nada que buscar más allá, puede que solo haya provocación sin más. El hacer algo sabiendo que alguien se va a provocar por ello: los biempensantes, los políticamente correctos, las gentes de bien… En el caso punk es explícito: toda su estética (crestas, pinchos, imperdibles…) busca eso. Su icono Sid Vicious (de los emblemáticos Sex Pistols) es el ejemplo: luciendo esvásticas en Gran Bretaña (que fue bombardeada por los nazis en la segunda guerra mundial).

Volviendo a lo que nos ocupa. El supuesto machismo de las canciones es más probable que también esté más en las cabezas de los censores que en las propias canciones. Las canciones, como obras artísticas, también tienen esos dos elementos que decíamos antes: el estético y el expresivo. La mayoría de la gente se queda en el estético. No todo el mundo analiza la letra de las canciones para decidir si le gustan o no. De hecho, una canción puede gustar estéticamente aunque la letra dé asco (y al revés, una canción puede llegar a gustar solo porque nos gusta la letra: muchas canciones punkies son himnos por sus letras y no precisamente por su calidad musical). En general, la mayoría oye, y disfruta en su caso, la música sin atender mucho a la letra. Millones de mujeres en el mundo bailan reggaeton indiferentes absolutamente a la letra machista de muchas canciones.

En cuanto al aspecto expresivo, vale lo dicho antes: queda abierto a la interpretación, por lo menos si la canción es medio buena y lo permite. Claro que hay canciones claramente machistas (y racistas también) pero salvo en los raros casos en los que el autor tiene esa clara intencionalidad (como en el género fascista del RAC: Rock Against Communism), la mayoría son ambiguas o cuanto menos susceptibles de interpretación.

Aquí viene al pelo la famosa (y también señalada por el dedo acusador) “La mataré” de Loquillo y los Trogloditas. El autor de la letra, Sabino Méndez, lo expresó perfectamente. La canción lo que hace es ponerse en la piel de un machista despechado, precisamente, para denunciar eso mismo. Puede sonar a excusa, pero quienes hemos tenido el rock duro como banda sonora de nuestras vidas lo entendemos perfectamente. El recurso a ponerse en la piel de un loco, de un asesino, de un criminal, de un psicópata o un genocida y expresarlo es todo un tópico en el género. Cuando tantos grupos de thrash metal cantan los placeres de la exterminación (algo así como “Quiero matar a todos y disfrutaré machacando vuestros cráneos”) solo está haciendo eso mismo, para señalar el lado sombrío de la humanidad, nuestro yo siniestro, la cara oscura del ser humano. Pero aunque Sabino Méndez no lo hubiera aclarado explícitamente, la canción seguiría teniendo ese valor y podría interpretarse así (¡incluso si la intención original fuera directamente machista!: Sócrates y Platón fueron totalmente antidemócratas, pero su pensamiento da de sí para defender hoy día la democracia, esa es su grandeza a pesar de ambos). La realidad no es simple sino compleja, y el arte se mueve en esa complejidad para excitar nuestro sentido estético y nuestra reflexión, nuestra emoción y razón.

Más ejemplos. “La maté porque era mía” de Platero y Tú. ¿Qué hace esa canción?: ¿justifica o comprende a un maltratador asesino? Una lectura a lo PMRC podría decir eso. Pero si leemos la letra es todo mucho más rico y complejo. Se adentra en la enorme confusión que debe envolver a un maltratador que mata a su pareja, en la compleja relación de emociones (amor, celos, odio, venganza, arrepentimiento…) que tiene, en el morbo periodístico que rodea a los crímenes… Lejos de presentar el maltrato como algo simple, muestra la realidad psicológicamente compleja de los verdugos. ¿Justifica así el maltrato o el feminicidio solo por no decir simplemente que eso está mal, solo por adentrarse en ese lado oscuro y complicado de la mente criminal? Pasó en su momento algo parecido con “No hay tregua” de Barricada, que recibió críticas solo porque la canción se adentra en las dudas y reflexiones de un etarra sobre la lucha armada, si merece la pena dejarse la juventud en ello, etc. Un ejemplo mucho más claro: “Barby”, de La Polla Records: ¿alguien cree que el grupo está excitándose narrando cómo se excita el asesino de una niña?

Un ejemplo al revés: “Amores de barra” de Ella Baila Sola. Una mujer sale a ligar y la letra canta sus pensamientos, entre ellos este: “Te comparo con el resto del ganado (…) son las doce, hasta las cinco te utilizaré, no hace falta que mañana te vuelva a ver”. ¿Los hombres son ganado? ¿Los hombres son juguetes sexuales que se utilizan y luego se tiran? ¿Es un machismo invertido? Si lo que invertimos es la letra y la ponemos en boca de un hombre, los sucesores del PMRC la habrían incluido en la versión actual de las Quince Asquerosas. Las autoras dicen al respecto: «Es más bien la historia de cualquier bar, cuando sales, algo que ves normalmente, que lo hacen los hombres y las mujeres, el tonteo, el ligoteo (‘me ha mirado, me ha tocado’) y te vas a tu casa tan feliz, y aquí no ha pasado nada». Pero la canción es una genialidad por su carácter abierto. Si un hombre se escandaliza de que una mujer le vea como ganado y objeto sexual de usar y tirar, la canción es perfecta para denunciar que las mujeres sufren eso mucho más habitualmente (léela al revés, estúpido).

Pero, si Ella Baila Sola solo quería hablar del ligoteo y el sexo casual sin mayor compromiso, ¿hacía falta referirse al ganado y al usar y tirar? Es como preguntar si hace falta que los heavies o los raperos usen palabrotas o lenguaje despectivo: recordemos que es parte de la provocación. Esto nos trae de nuevo a C. Tangana. Analizando las partes de canciones señaladas de machistas, lo cierto es que se trata de fragmentos con lenguaje típico de raperos y vale lo dicho antes: es que elrap ahora mismo se expresa así. Puede que con el tiempo este lenguaje cambie y se vea como algo obsoleto. Pasó en el heavy metal: canciones con tufillo que hoy día diríamos (anacrónicamente) machistas ya no se hacen, pero en su momento era lo que había. Canciones como “Necesito más” de Obús, “Más sexy” de Coz o “Marisoka” de Ñu. El lenguaje delrap también es provocador. Uno de sus himnos, “Hey, pijo” de MC Randy soltaba perlas como estas: “Hey, pijo, ¿de qué vas? Tanto mirarme, te voy machacar. ¿De qué me miras de arriba abajo? Te voy dar en la cara un cadenazo”. Dice su autor que la canción va contra los “pijos de pastel”, los chicos de su barrio que no tenían ni un duro pero iban de pijos por la vida como si lo fueran. Pero ¿hacía falta toda esa violencia para decir eso? Pues no, pero molaba hacerlo así. Otro ejemplo: “Obsesión”, de Barricada. Ya en 1988 Barricada habla del maltrato y se pone en la piel de una mujer maltratada que trama el asesinato de su verdugo. ¿Está Barricada animando a que las mujeres maltratadas maten a sus parejas? ¿Es apología del crimen? De nuevo mirando al dedo en vez de a la luna. (Ya me imagino a los de Vox exigiendo la censura de todas estas canciones por cosificación de los hombres y apología del odio hacia los hombres: no lo han hecho, pero sería tan estúpido como la embestida que sí han hecho a la exposiciónPederoclastia).

Si C. Tangana lo que quiere es decir que le gusta mucho una mujer, o que le gusta tener sexo con muchas, o lo que sea, ¿tiene que decirlo como lo dice para eso? Pues no, pero así le gusta más (y parece ser que también al público que compra sus discos y llena sus conciertos, repleto de mujeres, por cierto). Pero, más allá de las formas grotestas, ¿lo grave no es el contenido que expresa subrepticiamente, el subtexto machista (cosificador, etc.) de las canciones? Puede que sí, o puede que no, porque eso es lo que está más en la cabeza del censor que en la canción misma. Puede que C. Tangana simplemente use ese lenguaje soez sin más, por pura estética o pose; puede que ni sea consciente de ese subtexto machista; puede que lo haga a propósito para provocar al feminismo políticamente correcto del momento; puede que esté reivindicando la sexualidad sin complejos, a la mujer que se excita sabiéndose deseada (hay estudios sobre esto)… puede ser muchas cosas, y no necesariamente la que está en la cabeza del censor.

Terminamos diciendo algunos apuntes sobre el segundo tema: aunque hubiera canciones machistas, por ejemplo las de C. Tangana, ¿la censura es la mejor estrategia contra el machismo? Claramente, no. Para empezar, porque la censura nunca ha conseguido eliminar finalmente lo que se proponía. En el caso del PMRC, las pegatinas del “Parental Advisory” se convirtieron en un broche de oro: lejos de alejar al público de esos discos los consagraban como valiosos. Era como un sello de calidad. Igual que la terrible censura de los 40 años de fascismo en España no logró lo que quería. El feminismo mainstream (que no todos los feminismos, que hay muchos y muy variados) ha caído en una vertiente prohibicionista que le lleva a censurar todo lo que cae fuera de su ortodoxia: pornografía, prostitución, maternidad subrogada, películas, canciones, publicidad, lenguaje, etc. Esta estrategia ya se sabe desde hace mucho que es contraproducente: si el objetivo de la censura es ocultar algo, lejos de lograrlo lo que hace es hacerlo más visible, consigue llamar más la atención sobre eso. Además, victimiza a la parte censurada, lo que le da más prestigio socialmente. De hecho, el veto a C. Tangana ha recibido más críticas, y muestras de solidaridad con el rapero, que apoyos. Desde La historia de las drogas de Antonio Escohotado ya deberíamos saber que la censura y la prohibición no solucionan nada. Además contamos con la experiencia de la mayor experta en censuras, la iglesia católica, que pese a su empeño no ha logrado sus objetivos sino todo lo contrario en sus cruzadas contra el divorcio, el aborto, el matrimonio homosexual, los anticonceptivos, el sexo lúdico, etc. (aparte de este paralelismo prohibicionista, es también preocupante el paralelismo anti-sexo de la iglesia católica y el feminismo mainstreim, ambos escandalizados cuando aparece un culo o una teta en canciones, publicidad o donde sea).

Por otro lado, ¿por qué censurarlo? En realidad, ¿qué mal hace que un músico como C. Tangana diga lo que dice? En teoría, se supone que esas canciones lo que hacen es inculcar y normalizar el machismo en quien lo oye. Pero eso tiene más de mito que de realidad. Es algo así como el mito de los mensajes subliminales ahora ya muy decaído pero antes muy popular. Como decíamos, la mayoría de la gente no atiende a las letras de las canciones mientras las baila sino tan solo a su aspecto estético. Si le pregunta a sus allegados por la letra de muchas canciones que les gustan se dará cuenta de que la mayoría nunca había reparado en ellas. Si las letras de las canciones fueran tan poderosas moldeando mentalidades, se me ocurre que el gobierno en vez de gastar dinero en planes de lectura en los colegios tan solo debería contratar a C. Tangana u otro similar igual de popular para que hiciera canciones a favor de la lectura. Se me ocurre: “Me encanta ver tu booty de reojo mientras leo La Celestina”. Bueno, no, que no se puede decir booty. Y lo mismo La Celestina tampoco por la imagen que transmite de la mujer como entrometida y manipuladora, y encima regenta un burdel en el que prostituye a otras mujeres.

La censura oficial no es parte de la solución sino del problema. La solución pasa por la censura civil, es decir, que la gente deje de ir a esos conciertos. Pero no porque los veten y no puedan, sino porque, pudiendo, decidan no hacerlo. O porque, aun yendo, lo vayan minando desde dentro. En el género heavy metal pasó algo así. Del machismo primigenio se ha pasado al feminismo por pura evolución: las letras de las canciones dejaron ese machismo porque empezó a estar mal visto dentro del mundillo. Puede que con el tiempo los raperos (si todavía los hay) relean las letras de C. Tangana diciendo lo que los heavies de algunas de sus canciones: “Entonces es que se hablaba así” (que si elbooty, que si me meto con tu madre…). Creo que pasará igual con las corridas de toros: que desaparecerán simplemente porque la gente dejará de ir, no porque las prohíban (de hecho, creo que la agresividad contra la tauromaquia la alimenta más que la cercena). La censura a la música puede estar engordando al monstruo que se pretende combatir: don’t feed the troll.

Andrés Carmona Campo. Licenciado en Filosofía y Antropología Social y Cultural. Profesor de Filosofía en un Instituto de Enseñanza Secundaria.

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