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Bush quiere que adictos a la droga se pongan a rezar

Las organizaciones religiosas podrían verse beneficiadas por un nuevo tratamiento de rehabilitación para drogadictos basado en la fe que está siendo promovido por el presidente de los Estados Unidos George W. Bush. Los defensores de las libertades civiles sostienen que este plan cruza la línea divisoria entre la iglesia y el Estado.

WASHINGTON – El presidente de los Estados Unidos George W. Bush lleva un largo tiempo predicando el poder de la oración para la recuperación de los drogadictos. Ahora, quiere respaldar su retórica con dinero, y le pidió al Congreso 600 millones de dólares para un nuevo tratamiento de rehabilitación de drogadictos de tres años de duración que incluirá la participación de grupos religiosos.

Esta propuesta generó conflictos aún antes de que Bush la presentara ante el Congreso. Los detractores temen que el gobierno financie programas que reemplacen a los orientadores profesionales por sesiones de oración y estudio de la Biblia.

«El presidente quiere financiar programas para tratar las adicciones a través de la oración que nunca han sido implementados y cuya eficacia no ha sido comprobada», señaló el Reverendo Barry Lynn, director ejecutivo de Americans United for Separation of Church and State (Estadounidenses Unidos por la Separación de la Iglesia y el Estado). «Las personas que tienen problemas de adicción necesitan ayuda médica, no una escuela dominical».

Bush y los que lo apoyan sostienen que la fe puede lograr cosas que los programas seculares no pueden.

«Llevemos este mensaje de esperanza a todos los estadounidenses que luchan con un problema de drogadicción: el milagro de la recuperación es posible, y el protagonista podría ser usted», expresó Bush en su informe presidencial anual sobre el estado de la Nación (Estado de la Unión).

Muchos de los programas financiados por el gobierno federal combinan modelos médicos con la fe religiosa, y en ocasiones emplean el programa de 12 pasos que se hizo famoso a través de Alcohólicos Anónimos. Pero algunos tienen un carácter religioso y prescinden por completo de los orientadores con título habilitante.

Tomemos como ejemplo el caso de Teen Challenge, que utiliza las enseñanzas cristianas para solucionar el problema de la adicción a las drogas y alienta a los participantes a convertirse al cristianismo. «El cristianismo es una gran parte de nuestro tratamiento», señaló John Castellani, director ejecutivo de ese programa, en el 2001 durante el debate en torno al otorgamiento de una subvención gubernamental a los grupos religiosos.

Los detractores sostienen que subvencionar el Teen Challenge con fondos gubernamentales equivaldría a una campaña de conversión inconstitucional y financiada por el bolsillo de los contribuyentes. Pero quienes están a favor de esta iniciativa la enarbolan como un caso modelo, y la Casa Blanca invitó a Henry Lozano, del programa Teen Challenge de California, a ocupar el lugar de la primera dama durante el discurso Estado de la Unión que pronunció el martes.

La propuesta del programa de rehabilitación de drogadependientes es el último enfrentamiento de la batalla que se viene librando desde hace dos años en torno del papel de la religión en la prestación de servicios sociales.

Bush primero trató de lograr que se apruebe una legislación más flexible que previera la apertura de los programas actuales para que las iglesias, las sinagogas, y demás «organizaciones basadas en la fe» pudieran tener participación en los mismos. Cuando eso falló, su gobierno comenzó a modificar leyes para eliminar algunas de las restricciones que impedían al gobierno subvencionar los grupos religiosos.

Ahora, mientras presenta su plan presupuestario para el 2004, Bush propone un programa de rehabilitación de drogadependientes de 200 millones de dólares especialmente diseñado de manera tal de que los programas religiosos puedan reunir los requisitos necesarios para recibir la subvención. Al cabo de tres años, señaló Bush, ese programa habrá costado 600 millones de dólares.

>Este nuevo programa prevé la distribución de vouchers con los que la gente podrá hacer un tratamiento de rehabilitación en el centro de su elección, lo cual incluye los programas religiosos. En el marco de este programa, aproximadamente 25 estados, territorios o tribus indias recibirían subsidios de entre 5 y 10 millones de dólares al año. El uso de vouchers hace que sea más fácil justificar constitucionalmente la financiación de un programa que está imbuido de elementos religiosos.

No obstante, los defensores de las libertades civiles que se oponen a esta «iniciativa basada en la fe» generalizada y quienes trabajan en programas de rehabilitación de drogadependientes tradicionales están preocupados por el destino que podrían tener los fondos. Citan como ejemplo Victory Fellowship, un programa de San Antonio, Texas. Bajo el mandato del entonces gobernador Bush, Victory Fellowship y otros programas religiosos de rehabilitación de drogadependientes obtuvieron permiso para eludir todas las normas que regían en materia de salud y seguridad, entre ellas las que exigen la contratación de orientadores con título habilitante. Y aquí se plantea un problema: los programas que están exceptuados de las leyes federales no pueden recibir fondos del estado.

Este programa rehabilita personas con problemas de drogadicción y alcoholismo a través de las enseñanzas cristianas. Según los dichos, su líder, el Pastor Freddie García, habría expresado: «El pecado es el problema y Jesucristo es la solución». El pastor también habría afirmado que los tratamientos tradicionales no dan resultado. «Si a un adicto se lo trata con un programa de rehabilitación, lo único que se logra es un drogadicto reformado. Si encuentra a Cristo, la persona se transforma. Es una persona totalmente nueva», expresó.

Un colaborador de García confirmó el martes que esto dichos efectivamente reflejan la opinión del pastor.

No queda claro si este gobierno permitiría la financiación de programas tales como el Victory Fellowship, en los cuales no se utilizan los servicios de orientadores con título habilitante. Pero una nueva disposición publicada el mes pasado parece sentar las bases para que sea posible esta asignación presupuestaria. En ella se deja en claro que no es necesario que los programas de tratamiento de drogadependientes financiados con vouchers establezcan una separación entre los elementos seculares y los elementos religiosos de sus programas.

Bush cuenta con un amplio respaldo en el Capitolio.

«La fé es una parte integral de la recuperación de la mayoría de las personas que están en tratamiento», expresó el Diputado Jim Ramstad (Partido Republicano, Minnesota), que es alcohólico recuperado y ha estado sobrio desde 1981. «Yo he visto con mis propios ojos los resultados positivos que se logran con esos tratamientos».

Pero hay quienes sospechan que Bush simplemente está tratando de apaciguar a los conservadores religiosos financiando sus amados programas.

«Un enfoque exclusivamente religioso podría funcionar en algunas personas, pero no existe evidencia que indique que realmente funciona», expresó Samantha Smoot, directora ejecutiva de Texas Freedom Network, una organización que lleva años siguiendo este tema. «Además, no corresponde que los estadounidenses tengan que financiar de su propio bolsillo las prácticas religiosas de otra persona».

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