Las postales de la zona sur o el centro de la antigua capital brasileña son una superficie, el borde iluminado de una urbe desigual y violenta. Bolsonaro ganó en nueve de las diez zonas controladas por milicianos.
Río de Janeiro impacta. Pocas metrópolis fueron fundadas sobre paisajes tan bonitos. Ahí están los morros verdes que orillan sobre el mar, el Cristo de Corcovado en lo alto, las calles que desembocan en las playas de Copacabana, la escalera de Selarón con cerámicos de colores en el barrio de Lapa. Por las noches de este mes de octubre puede verse la luna grande y tropical sobre la ensenada de Botafogo a los pies del Pan de Azúcar, y las escuelas de samba, como la Estácio de Sá, se preparan para los próximos carnavales: tocan, bailan, compiten internamente, invocan a santos de muchos cielos hasta la madrugada.