El ataque del último viernes 16, en que tres suicidas del grupo Boko Haram, de lo que se cree participaron mujeres, detonaron sus chalecos explosivos en medio de la concurrencia del mercado de pescado de Konduga, a las afueras de Maiduguri, capital del norteño estado de Borno, dejando al menos 22 muertos (algunas fuentes ya hablan de que serían 40 los muertos) y más de 40 heridos, trae una vez más la atención de la prensa internacional sobre el grave conflicto que asuela a Nigeria desde el año 2009 ya ha producido más de 30 mil muertos y casi tres millones de desplazados.
Es relativamente cierto lo declarado en varias oportunidades, desde fines de 2015, por el presidente nigeriano Muhammadu Buhari, sobre la derrota del grupo fundamentalista, que hasta su asunción en mayo de ese año, protagonizó infinidad de matanzas quizás la más importante se produjo en enero de 2015 en la localidad de Baga, también en el estado de Borno, que a lo largo de tres días arrasaron varias aldeas, lo que dejó un saldo cercano a los 2 mil muertos. Aunque disminuido Boko Haram sigue golpeando.
Desde que el general Buhari, asumió su segundo mandato presidencial, las operaciones del ejército nigeriano junto a la Fuerza de Tarea Conjunta Multinacional (MNJTF), compuesta por unidades militares de Benín, Chad, Camerún y Níger, Boko Haram ha recibido innumerables golpes que obligaron a replegarse a los fundamentalistas, perdiendo grandes porciones del territorio que había conquistado frente a la desidia de las fuerzas armadas en conjunto con las fuerzas políticas, a las que se las sospecha que esta guerra contra el terrorismo, ha sido una excelente cuartada para esquilmar las arcas del estado.
Más allá de esas victorias del ejército, la banda liderada por el mediático y estrafalario Abubakar Shekau, quien alguna vez amenazó a Barack Obama con vender como esclavo, suele golpear con fiereza a la población civil, sin impórtale que la enorme mayoría de los muertos son musulmanes. Con la debacle la organización se ha fracturado por lo menos en dos grupos a partir de agosto de 2016.
Este último ataque es uno más de los muchísimos que viene pergeñando con las mismas características, utilizando como atacantes a mujeres, incluso niñas, que disimulan los explosivos en sus burkas, y se infiltran en lugares con aglomeración de personas: mercados, plazas, mezquitas, terminales de buses. Se ha comprobado que en algunas oportunidades esas “atacantes” son detonadas por control remoto. Como los sucedidos en el mercado de Biu, en diciembre último que provocó 13 muertos y 53 heridos, unos días antes con la misma metodología dos mujeres se detonaron en una mezquita de Adamawa, en el noreste del país, en esa oportunidad los muertos fueron 50. En agosto de 2017, 27 personas murieron y otras 80 resultaron heridas, en Mandari, cerca de Mandiguri. La lista que describe esta metodología es tan extensa como la de otras aberraciones que han producido la banda terrorista, a lo largo de su historia.
Tras este último ataque el Jefe del Estado Mayor del Ejército, general Tukur Buratai, ha ordenado la búsqueda y captura, vivo o muerto, de Abubakar Shekau, a las tropas acantonadas, en Camp Zairo, un antiguo Centro de Comando y Control, arrebatado en enero de 2016, tras la operación “Deep Punch II” a los terroristas en el bosque Sambisa, hasta entonces un verdadero santuario para los muyahidines nigerianos, según algunas versiones Shekau tras la pérdida de Sambisa, estaría refugiado en la zona montañosa de Mandara.
Más allá de estar batiéndose en derrota, la milicia que ha jurado bayat (lealtad) al Daesh en marzo de 2015, en 2016 produjo 910 muertos y el año pasado cerca de 1000.
Boko Haram, aún cuenta con estructura suficientemente importante como para atacar lugares tan distantes como el norte de Camerún, donde en 2016 produjo 26 y el año pasado 32 ataques; o en la región fronteriza de Diffa, entre Níger y Nigeria, que en 2016 fueron 18, mientras que al año siguiente se constataron solo 7, en el litoral del lago del Chad, lugar donde se han refugiado la mayoría de los desplazados, la frecuencia es la más baja 2 en 2016 y 3 en 2017. Mientras que en Nigeria los ataques en 2016 fueron 80 y en 2017, 119, de ellos, 59 suicidas.
Se cree que la ofensiva del ejército a lo largo de este año podría llegar a estrangular a la guerrilla takfiristas ya que Washington ha decidido levantar las restricciones para la venta de armas a Abuya, aunque las condiciones norteaméricas aún no han sido aceptadas por parte de Nigeria.
Un frente fracturado, pero activo.
La división en dos líneas de producida en agosto de 2016, hasta ahora no parece haber tenido más consecuencias, que las que venía sufriendo por la embestida del ejército nigeriano, hasta esa fecha, ni mucho menos hay indicios de una guerra interna entre ambas facciones, como muchos habían augurado.
Las disputas entre Abubakar Shekau y el líder de la banda escindida, Abu Musab al-Barnawi, no han sobrepasado hasta ahora, las contradicciones tácticas de ambos líderes. Se espera que dada la situación de la organización, no resuelvan sus pleitos por la vía armada, ya que una guerra interna sería el golpe final para el grupo. Para 2014 se consideraba que la banda contaba entre 15 y 20 mil militantes, mientras que en la actualidad el número ha disminuido en un 50 % y algunos informen dicen que la mayoría de esos milicianos se ha ido con al-Barnawi. Ya que sus estrategias no contemplan el ataque a civiles, lo que ha redundado, no solo en la aceptación de la tropa, sino también en la recuperación del apoyo popular que siempre tuvo la Boko Haram.
Historias de canibalismo forzado, rituales de sangre, violaciones, torturas a los propios militantes, alentados por Shekau, que se desarrollan en los campamentos de Boko Haram se han generalizado en los últimos años, lo que ha hecho que muchos de los hombres de Shekau, decidan desertar e incluso entregarse a las autoridades.
Aunque la derrota de Boko Haram, en este caso se prevé y estos ataques configuren los estertores de una muerte segura, la compleja situación del norte nigeriano, tardará en resolverse, ya que al ser la parte más pobre del país, Nigeria está claramente dividida en dos sectores un norte musulmán y sin grandes recursos económicos y el sur cristiano y con riquísimas explotaciones petroleras y agrícolas que al decir en verdad poco redunda en la población. Esta diferencia sumada a la violencia terrorista del norte que reclama cada vez más recursos financieros para combatirla es lo que está alentado un fuerte movimiento separatista.
Tras la derrota del fundamentalismo, el norte del país necesitara más allá de un proceso de negociaciones y reconciliación, de políticas de inclusión para ciento de miles de jóvenes abandonados de la mano del Estado, lo que dio oportunidad a las mezquitas y madrassas wahabitas financiadas por el Reino Saudita a la formación de terroristas. Incluso son muchos emires del islam nigerianos que se han formado en la Universidad Islámica de Medina en Arabia Saudita.
La guerra pareciera estar cerca del fin, aunque ahora Nigeria deberá vencer los motivos que la han generado, fundamentalmente marginación, exclusión y pobreza, de no ser así Boko Haram, tarde o temprano será invencible.