Irá a manos de los representantes del islam marroquí, más moderado y tolerante que el wahabí
Han pasado cinco meses desde que una comisión parlamentaria aconsejara acciones contra el islam radical tras los atentados de Bruselas de marzo de 2016, pero finalmente el Gobierno belga ha tomado la primera medida, que puede traer mucha cola. La Gran Mezquita de Bruselas, sita en el barrio europeo y centro emblemático del islam en el país, dejará de estar regida por Arabia Saudí, pese a un acuerdo de 1969 que otorgaba el control a la Casa Real saudí por un plazo de 99 años. El contrato, por disposición del Gobierno belga, está rescindido. Sus razones: una recomendación de la comisión parlamentaria, que acusa a la Gran Mezquita de «promocionar un islam salafo-wahabí» que puede «jugar un papel muy significativo en el radicalismo violento».
La decisión de expulsar a los saudíes, anunciada por el ministro belga de Justicia Koen Geens, se produce en plena ofensiva mediática del régimen de Riad por ofrecer una imagen reformista, de la mano de su nuevo «hombre fuerte», el Príncipe heredero Mohamed bin Salman. Las reformas -que habrían sido dictadas por la Casa Real contra el parecer del clero musulmán saudí- otorgan ciertas libertades a la mujer, como el carnet de conducir, pero no tocan el núcleo de la doctrina radical wahabí sobre la tutela masculina.
La Gran Mezquita de Bruselas, regida por una institución pan-islamista creada por los saudíes en 1962 -la Liga del Mundo Islámico– dispone de un año para clausurar sus actividades. A partir de ese momento, el edificio pasará a manos de otra organización del islam en Bélgica controlada por los marroquíes, la primera nacionalidad mahometana en número de inmigrantes. El islam marroquí, de rito malekita, es abiertamente más moderado y tolerante que el wahabí, muy criticado en el ámbito teológico del islam pero proselitista y enormemente activo gracias a los petrodólares.
Entre las doctrinas más controvertidas que enseñan las mezquitas y centros culturales regidos por el wahabismo destaca -junto a su intolerancia hacia las otras religiones- la segregación de la mujer (obligatoriedad de portar el velo y una túnica amplia que oculte sus formas), la tutela del varón para casi todas sus actividades, y la justificación de la yihad o guerra santa.
En unas declaraciones a la agencia France Presse, el diputado centrista Georges Dallemagne, vicepresidente de la comisión que investigó los atentados de Daesh en Bruselas, ha puesto el listón un poco más alto. «El combate debe plantearse a partir de ahora a nivel europeo», dijo Dallemagne, «porque en Europa hay otras veinte mezquitas que dependen de la Liga del Mundo Islámico».
Una de ellas es la Mezquita Omar de Madrid. Más conocida como «la Mezquita de la M-30», el emblemático centro de culto musulmán madrileño -construido con mármol blanco de Almería- es el más grande de Europa. La mezquita se financió con fondos del Rey saudí sobre un terreno donado por el ayuntamiento, fue inaugurada por un hermano del Rey Fahd en 1992 y está regentada por los wahabíes de la Liga del Mundo Islámico.