En noviembre de 2021, el Tribunal de Primera Instancia de Bruselas falló a favor de dos estudiantes que se consideraban discriminados por las normas internas de la Haute École Francisco Ferrer (HEFF) que prohibían a los estudiantes “ insignias, joyas o prendas que reflejen una opinión o afiliación política, filosófica o religiosa “. Si bien se acerca el comienzo del año académico en esta escuela de educación superior que forma a los futuros maestros, estas reglas siguen en línea, como si nada hubiera cambiado. Pero bajo un aparente statu quo, el fuego en realidad está ardiendo sin llama.
La sentencia causó revuelo en su momento ya que contradecía directamente el dictamen del Tribunal Constitucional del 4 de junio de 2020, que mientras tanto había reconocido el derecho de la Haute École Francisco Ferrer a optar por una interpretación de neutralidad, incluida la neutralidad de apariencia. Y el asombro se había redoblado cuando quedó claro que el Colegio de la Ciudad de Bruselas -el poder organizador del que depende el HEFF- no recurriría la decisión favorable a los dos estudiantes.
No imaginando capitular ante una sentencia tan aberrante, una cincuentena de profesores se movilizaron para introducir un recurso de oposición de terceros, apoyado por el Centre d’Action Laïque (CAL) y la Haute École Libre de Bruxelles, que también prohíbe los signos de creencia y organiza formación en codiploma con el HEFF.
Uníos según vuestras convicciones
Las próximas semanas serán, por tanto, decisivas, ya que se citará a un juez para que se pronuncie de nuevo sobre un caso ya juzgado, a petición de terceros que se consideren afectados por la sentencia inicial y que no fueron oídos durante el primer procedimiento. Un procedimiento que tenía a priori todas las posibilidades de un resultado positivo, ya que la decisión de la Corte Constitucional establecía claramente el derecho de cada órgano competente a determinar si la prohibición de los signos convictos era o no indicada o necesaria para garantizar la “ reconocimiento positivo y apreciación de la diversidad de opiniones y actitudes ” y “ centrarse en valores comunes “.
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Por lo tanto, cabría esperar que la ciudad de Bruselas, a falta de haber tomado medidas para protestar contra la infame sentencia del tribunal de primera instancia de Bruselas, al menos apoyaría lo mejor que pudiera a aquellos de sus profesores que, en el primera línea al ver los peligros de la injerencia de los religiosos en la escuela, considera necesario combatir esta última con las medidas adecuadas. Pero no. Y se rumorea entre bastidores que este antiguo bastión secular ha recibido instrucciones del Partido Socialista de Bruselas de no hacer nada. Lo cierto en todo caso es que, de forma absolutamente incomprensible, el Ayuntamiento de Bruselas ha renunciado a presentar sus conclusiones durante los primeros canjes, lo que cierra la posibilidad de presentarlas en una fase posterior del procedimiento.
Difícil decir más claramente a estos docentes apegados a una concepción laica de la educación que ahora están solos, realmente solos. Enfrente, los estudiantes se regocijan en esta maravillosa “libertad”. Porque si las reglas aún no han cambiado, los símbolos religiosos se muestran descaradamente dentro del HEFF. Y como decía uno de ellos, está muy bien, porque te permite orientarte, para agruparte más fácilmente entre alumnos de las mismas convicciones. Un testimonio que el Ayuntamiento de Bruselas podría haber citado para demostrar la pertinencia de su normativa interna, si no hubiera decidido amordazarse.
