El mundo, tan cíclico, nos devuelve a las viejas contiendas del pasado, de las que nunca se aprende. ?lie Barnavi, un historiador israelí de origen rumano, invita a rebelarse contra los fundamentalismos religiosos asesinos
Pocas veces he escuchado a alguien hablar más claro que a Barnavi cuando culpa a musulmanes y cristianos de arremeter contra los valores del laicismo por causa del relativismo social y del multiculturalismo, que busca de manera descabellada la supuesta convivencia de las culturas, como si todos los fenómenos culturales estuviesen a la misma altura y fuesen igual de respetables. Como si realmente hubiese más de una cultura con mayúsculas o más de una civilización. Barnavi viene a decir lo mismo que Oriana Fallaci, indignada por la rendición de Europa, que ha acabado convirtiéndose en Eurabia.
«Nos odian desde los griegos», escribió Umbral a propósito del 11-M. Odian el laicismo, la libertad y cualquier modo de vida que no sea el suyo: en Pakistán, Nueva York, Londres, París, Madrid o Argel. Creen que son más fuertes porque se encuentran más convencidos de su verdad, que es un asunto tenebroso. De la yihad que declara el mismo Corán y de sus costumbres medievales.
Los fanáticos islamistas atacan la libertad de un dibujante danés o denuncian a un equipo italiano por vestir una camiseta que supuestamente les ofende. Los hay que rumian su odio asesino en las mezquitas, pero resulta que tenemos un ministro de Justicia que dice que todavía hay pocas en este país y que son necesarias más.
Es el nuevo nazismo, los bárbaros de ahora, y no todos se dan cuenta de ello. O no quieren. Les pasó a Chamberlain y a Dalladier, entre otros. Se repite.