En los institutos públicos, sólo dos de cada diez estudiantes siguen una asignatura que apenas conserva su arraigo en los centros privados
Mallorca ya no reza como antes. Al menos en los colegios. Según el último informe comparativo sobre religión elaborado por el ministerio de Educación, Balears sobresale como la autonomía en la que menos estudiantes siguen la asignatura. La caída de la religión en la estimación de los alumnos es especialmente significativa en la educación pública y se acentúa en los niveles de Secundaria y Bachillerato. Los datos son contundentes: sólo uno de cada cuatro aspirantes a bachilleres (el 28%) recibe lecciones sobre dioses y creencias, una proporción que casi se duplica (llega al 42%) en el caso de Secundaria –y aún así las aulas mallorquinas son también las menos pías en este nivel.
Solo en educación Primaria el fenómeno se suaviza. Los profesionales y los portavoces de los diferentes cultos lo achacan en gran medida al arraigo que conserva la asignatura en los colegios. Gracias a ello, dicen, las cifras de estudiantes de religión en Primaria se acercan a los promedios nacionales. Aunque lo hacen tímidamente: apenas en los colegios del País Vasco y Cataluña son más descreídos.
Hay razones para ello. Las adelanta María Dolores García-Carpintero, portavoz del Obispado en materia educativa: "Para empezar, en Mallorca hay un gran pluralismo religioso, que se refleja también en las clases. Además, en los institutos hay alternativas de juego y estudio que son válidas. Y en Bachillerato la razón fundamental es que los alumnos que quieren estudiar religión han de hacerlo fuera de su horario lectivo".
La caída continuará
El resultado del cruce de factores es una fisura estadística con el resto del país de tal magnitud que la asignatura tiene un seguimiento casi veinte puntos inferior a la media española (42% frente al 61%) en Secundaria. Y la brecha se agranda hasta los 25 puntos porcentuales en el caso del Bachillerato (el 28% balear contrasta con el 51% nacional). Lo peor para quienes defienden la enseñanza de la fe y su historia en los colegios es que la tendencia dibuja un descenso cada vez más significativo. Basta un dato para ilustrarlo: en sólo dos años, la asignatura ha perdido a seis de cada diez alumnos. "Esa tendencia es una realidad. No podemos negarlo, aunque lo entendamos como un problema", apunta García-Carpintero, cuya percepción encuentra respaldo en los representantes de otros credos e iglesias. En lo que se quedan más aislados los católicos es en la consideración como problema de la tendencia al laicismo de las escuelas mallorquinas. El más contundente es el padre Miquel, representante de la iglesia ortodoxa serbia, que tras denunciar la "discriminación" de todos los cultos en favor del catolicismo romano, defiende que deben ser las familias y las distintas fes las que aborden la enseñanza religiosa: "No podemos obligar al Estado a que haga algo que es responsabilidad de familias e iglesias. La formación ética sí es responsabilidad del Estado, pero debemos ser familias e iglesias los que nos preocupemos de la formación moral".
Y en parte así es, aunque con un matiz importante: la formación religiosa se está convirtiendo en uno de los distintivos de la educación concertada y privada sin concertar, opciones en las que las familias delegan el adoctrinamiento moral de sus hijos. Las cifras del ministerio de Educación dejan poco margen a las dudas. En los centros públicos mallorquines, ocho de cada diez alumnos de Secundaria (82%) y nueve de cada diez de Bachillerato (92%) le dan la espalda a la asignatura de religión y optan por actividades alternativas de estudio. En los privados, la proporción se invierte: a ocho de cada diez estudiantes de Secundaria y Bachillerato les siguen hablando en clase de la Biblia y los textos religiosos cristianos. "Sencillamente, los padres deciden llevarse a sus hijos a centros privados en los que dan religión", argumentan desde el Obispado.
Fractura con sello mallorquín
Lo extraño es que esa fractura radical entre la enseñanza pública y la privada se produce casi exclusivamente en Balears. Apenas el País Vasco y Navarra experimentan un seguimiento tan escaso de la asignatura en los centros estatales: del 82% de alumnos que renuncian a la materia en los institutos mallorquines se pasa al 75% navarro y el 65% vasco, y después se abre un abismo estadístico que propicia que la media española de estudiantes sin clase de religión sea del 47% –25 puntos menos que Balears. Y más acentuado es el desequilibrio entre autonomías en el caso del Bachillerato, aunque en este caso hay una explicación clara: los chavales de ese nivel que desean estudiar religión han de hacerlo en una hora adicional al final de la jornada. ¿Resultado? Solo ocho de cada cien estudiantes de Bachillerato en el sistema público tienen fe suficiente como para hacer horas extra ante el pupitre.
Lo confirman en los colegios, en los que detallan que donde antes había cuarenta alumnos ahora es raro encontrar más de diez. Y ninguno de ellos musulmán. Simplemente, la opción de conocer los preceptos del Islam no existe en la educación reglada mallorquina. Aunque esa laguna no es achacable al Govern, como reconoce Francisco Jiménez, de la Liga Musulmana: "Tenemos reconocido el derecho, pero no nos hemos puesto de acuerdo para ir a la conselleria de Educación a pedir algo concreto. Y para ellos [Educación] es mejor. Mientras no nos pongamos de acuerdo es un gasto que se ahorran".
Todo podría cambiar el próximo curso. O con ese horizonte trabajan en la comunidad islámica, que pretende dar los pasos para llevar a Alá a las aulas. "Lo natural es que la religión se enseñe allí, porque fuera es difícil: los niños ya pasan muchas horas y les cuesta concentrarse también fuera del colegio para estudiar religión. Es demasiada presión".
Archivos de imagen relacionados