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Bajo palio

Bajo palio se refugiaba siempre el liliputiense, las sotanas más exóticas le hacían el paseíllo y España se difuminaba irremediablemente en la penumbra…

Y bajo palio continúan acurrucándose en este país los mangantes de alto estatus que no pisan la trena ni por asomo porque con dos toques de teléfono son capaces de obtener la fortuna que como fianza se les impone en sentencias repletas de blandenguerías. Y si la trena pisan, ¿por cuánto tiempo la pisan comparándolo con el daño que ocasionan? ¡Pero si las cárceles están llenas de choricillos de poco más o menos, hombre! Y encima se tragan los desgraciaos años y años… ¿Qué es lo que está pasando con la justicia impartida por los hombres, que de la divina ni hablo? ¿Es que se oxidaron los platillos de la balanza? ¿Es que el fiel ya no cumple con su adorada diosa y en cuanto puede “se los pone” con la mejor de las ofertas? ¿Es que la independencia, la responsabilidad y el sometimiento único al imperio de la ley se los llevó una catarata de palabras ásperas o injuriosas que agitan los ánimos en un tiempo determinado y producen disturbios, desórdenes y movimientos de indignación?

Bajo palio se siguen cobijando demasiadas procesiones, demasiadas cofradías de esas que no se lucen precisamente con la etiqueta de “todo a 1 euro”, sino que todo lo cubren con la luz cegadora de su becerro de oro. Palio para los que acuchillan la inocencia desde los tiempos remotos (porque no es de ahora), mientras el Sumo Pontífice romano, vicario de Cristo, sucesor de San Pedro en el gobierno universal de la Iglesia católica, de la cual es cabeza visible, y padre espiritual de todos los fieles, juega en los salones del Vaticano a las canicas con su segundo. Y Camino ya no saca pecho, y don Antonio se agarra al báculo repujado como puede. Pero, ¿es que no hay manera de rebajarles la cuota a estos mercaderes de grueso? ¿Por qué debe ser solamente la confesión religiosa denominada Iglesia católica la que figure con su casilla de pedigüeño en los impresos de la declaración de la renta? ¿Cómo es que no se llevan a la práctica de una manera terminante y consecuente los articulados que rigen la ley esa que ampara la libertad religiosa?

Bajo palio tengo entendido que se reúnen, en estos días, los herederos directos del liliputiense para rememorar el tiempo en que manoseaban sin reparo “la piel de toro”, para remojar seguramente que con fino la nostalgia de un pasado cutre y de una nación de segunda. Y en este guateque de pasodobles, sevillanas y rumbitas probablemente afloren las risas sardónicas, los palmetazos y un sinfín de brindis; todo ello, en aras de que “ese señor bajito de bigote sombreado” vuelva a disfrutar de su sobremesa de gloria…

Creo que nuestro Gobierno, el que preside José Luis Rodríguez Zapatero, debe de darle, con valentía, un par de vueltas de tuerca más a esta democracia, para que definitivamente podamos “exhibirnos” sin complejos ante los pueblos del mundo situados en primera línea. Sé que la tara dejada en herencia ha sido inmensa y que aún se detecta. Pero también sé que en las sociedades claras, en las sociedades que trabajan a cielo descubierto, en las sociedades realmente avanzadas sobran absolutamente todos los palios.

* J. Jesús Conde es columnista del diario Odiel información

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