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Ayaan Hirsi Ali: ‘La violencia forma parte del islam y ningún musulmán puede rechazarlo’

‘La gente que defiende el islam en nombre de la tolerancia está, en realidad, en la ultraderecha’
‘Lo que propongo es aplicar la Ilustración al islam… eso es lo que yo quiero: una religión que esté separada de la política’
‘El petróleo ha dado a Arabia Saudí y a los países del Golfo el dinero para poder desestabilizar todo el mundo’
‘Judíos y cristianos han reexaminado sus textos sagrados. El islam no. No se puede repudiar partes del Corán’

“Querida zorra mentirosa: no me necesitas y yo no te necesito. Sólo invoco que la vergüenza de Dios caiga sobre ti, del mismo modo que tu vergüenza ha caído sobre mí. Amén… Éste es el último mensaje que recibirás de mí, del mismo modo que tu carta será el último mensaje que yo aceptaré de ti. Vete al infierno. Y que el diablo esté contigo. Quiera Dios castigarte por tu engaño. Amén. Un saludo del idiota”. Así respondió en enero de 1993 el político somalí Hirsi Magan Issé a la carta de su hija, Ayaan Hirsi Ali, en la que ésta le pedía perdón por haber huido para evitar su matrimonio con el hombre que su padre había decidido para ella.

La ruptura con su padre tuvo que ver con el honor de la familia. Pero la vida de Hirsi Ali es una cascada de rupturas. Entre ellas, la que la ha convertido en la ensayista más famosa del mundo: la ruptura con Dios. Porque Hirsi Ali ha pasado de ser miembro de los Hermanos Musulmanes -en parte por la influencia de su madre, tan religiosa que no podía soportar la idea de vivir en la cristiana Etiopía– a ser una destacada atea y probablemente la intelectual más crítica con el islam del mundo. El último clavo en su fe religiosa fue, precisamente, el 11-S. Al ordenar aquella matanza, Osama Bin Laden no sabía que iba a crear la mayor crítica de su religión.

Hirsi Ali ha ganado fama mundial por sus ideas. Pero también por su elocuencia, por una historia personal que parece sacada de una novela, y por una sonrisa y un dulce acento del Este de África que ocultan su política de no tomar prisioneros en ningún debate. Así lo demuestran los títulos de algunos de sus best sellers, escritos en inglés: Infiel, Hereje, La virgen enjaulada. A fin de cuentas, fue ella quien dio la carta de despedida de su padre a The New York Times cuando el Gobierno de Holanda descubrió que había mentido al pedir asilo político.

De modo que Hirsi Ali no ha dejado atrás ese pasado con el que ha roto. No lo ha dejado en su mente, porque su obra es una constante denuncia de la religión musulmana, como su último libro Reformemos el Islam (Galaxia Gutenberg), una combinación de autobiografía, ensayo y manifiesto. Tampoco lo puede haber dejado atrás en su cuerpo, porque, siendo una niña, su abuela le cortó el clítoris y le cosió los labios de la vagina para que su marido los abriera en la noche de bodas.

Su ruptura atronadora con su pasado afecta incluso a los que la rodean, ya que Hirsi Ali suele ir con guardaespaldas desde que en 2004 el director de cine holandés Theo van Gogh -bisnieto del hermano del pintor- recibió ocho balazos del fanático Mohammed Bouyeri por haber dirigido el cortometraje Sumisión, en el que aparecen mujeres semidesnudas con versículos del Corán escritos sobre su cuerpo. Bouyeri dejó clavados en el cadáver de Van Gogh dos puñales. Uno de ellos atravesaba una nota con una amenaza de muerte hacia Hirsi Ali, la autora del guión de Sumisión.

Dos años después, Ali, que era parlamentaria en los Países Bajos, tuvo que dimitir tras confesar que había mentido en su solicitud de asilo. El escándalo provocó la caída del Gobierno holandés. Y su marcha a EEUU. En ese país, 18 años y medio después de la carta de su padre, por fin se casó. Eso sí, con quien quiso: el historiador conservador de origen británico Niall Fergusson, una de las pocas personas que pueden competir con ella a la hora de provocar controversia.

¿Usted pide una reforma del islam al estilo de la Reforma protestante? Pero los protestantes, en muchos casos, no eran el dechado de tolerancia que luego nos han vendido. Muchos dicen que el islam radical es consecuencia, precisamente, del equivalente de la Reforma protestante en esa religión, el wahhabismo, la doctrina político-religiosa de Arabia Saudí, que nació para que el islam volviera a su presunta pureza inicial.
Martín Lutero defendía que cada persona pudiera interpretar la Biblia por su cuenta. Eso no es el wahhabismo. El wahhabismo defiende seguir de forma estricta el Corán. Todo está en el Corán. Interpretarlo está prohibido. Es intocable. Ésa es la idea que subyace al salafismo, a la teoría de que hay que volver a los tiempos originarios del islam. Ésa no es la reforma del islam que yo defiendo. Lo que propongo es aplicar la Ilustración al islam.
El salafismo y todas las versiones del fundamentalismo son sólo una fracción de la comunidad musulmana en todo el mundo.
Desde luego. La mayoría de los musulmanes no son violentos. Pero los que asesinan en nombre del islam leen los mismos textos que esa gran mayoría de musulmanes que no aceptan el fundamentalismo. Unos y otros consideran que el Corán es sacrosanto. En eso, todos coinciden. Observe la llamada Primavera Árabe en Egipto. Una parte considerable de la población no apoyaba a los Hermanos Musulmanes.
Pero los Hermanos Musulmanes ganaron las elecciones. ¿Por qué?
Porque la gente no quería pecar, no quería ir contra la religión, no quería que otros musulmanes les criticaran -o les castigaran- por ir contra el islam. Ahora, el presidente de Egipto, Mohamed Al-Sissi, ha pedido otro tipo de islam. Eso es lo que yo quiero: una religión que esté separada de la política. Que ponga un poco más de énfasis en esta vida y menos en la futura. Y hay muchos musulmanes que también lo quieren. Pero otros no les dejan.
¿Quiénes no les dejan?
Otros musulmanes. Uno de los pilares del islam que necesita reforma es el hecho de que incentiva la superioridad moral y corregir a los demás fieles por su presunta impiedad. En cuanto un musulmán hace una pregunta, aparece otro que le dice que cierre la boca.
Las otras dos grandes religiones monoteístas, el cristianismo y el judaísmo, lo han logrado.
Porque judíos y cristianos han reexaminado a lo largo de los siglos sus textos sagrados. Y los han interpretado. La inmensa mayoría de los fieles de esas religiones han establecido una distinción entre lo que es tribal, o patriarcal, y lo que es teológico. Eso no ocurre en el islam. Un musulmán no puede repudiar partes del Corán. No es que los fundamentalistas hayan secuestrado el mensaje, presuntamente tolerante, del islam, es que el mensaje de la violencia forma parte del islam, y ningún musulmán puede rechazarlo sin romper con su fe. Eso, a su vez, crea una tensión en los musulmanes moderados modernos, porque sus creencias religiosas tienen un componente tribal y tradicional que choca con el mundo contemporáneo. Así, muchos musulmanes se encuentran con que no tienen, culturalmente, un lugar claro en el siglo XXI.
El fundamentalismo, ¿es un fenómeno islámico o es reflejo de una lucha de los países del Golfo Pérsico, encabezados por Arabia Saudí, de controlar al resto de la comunidad musulmana?
El islam es una construcción política y ese componente de lucha por el poder es muy importante. Parte de la doctrina del islam fue creada para justificar un imperio y un sistema político que giraba en torno a Oriente Medio.
¿Qué hubiera pasado si no hubiera habido petróleo en el Golfo Pérsico?
Habría sido una bendición para todo el mundo, empezando por Oriente Medio. El petróleo ha dado a Arabia Saudí y a los países del Golfo el dinero para poder desestabilizar todo el mundo. Personalmente, yo estoy a favor de la búsqueda de alternativas al petróleo, pero también de que se busque petróleo en otras regiones que no sean Oriente Medio. La combinación de recursos económicos en el Golfo Pérsico ha sido fundamental para expandir el Islam de Medina.
El islam ha alcanzado sus mayores cotas de esplendor en sus regiones fronterizas, en su periferia. Culturalmente, la España de Al-Andalus, el Imperio turco, los imperios de Asia Central en Samarkanda o Bujará o, en el mundo actual, Indonesia, han tenido o tienen mucha más importancia que Arabia Saudí o los países del Golfo.
Cuando leo cosas sobre, por ejemplo, el esplendor pasado de Al-Andalus, siempre he pensado que ésa es una materia para historiadores. No es algo relevante a día de hoy. Lo que es relevante es que hay un rey en Arabia Saudí que dicen que es reformista, y sí, está poniendo en práctica reformas, pero reformas muy pequeñas. Tan pequeñas que el bloguero Raif Badawi acaba de ser condenado a 10 años de cárcel en los que recibirá 1.000 latigazos por, entre otras cosas, escribir que “el secularismo es bueno” y que “los Estados que se basan en la religión tienen a sus pueblos en un círculo de fe y miedo”.
En Occidente, lo políticamente correcto -sobre todo entre la izquierda- es decir que el islam es una religión de paz.
Es un cliché totalmente erróneo. La gente que defiende el islam en el nombre de la tolerancia está, en realidad, en la ultraderecha, porque está ignorando que esa religión tiene un mensaje social y político ultraconservador. No tiene ningún sentido insistir en que se pueden disociar los actos violentos del islam de los ideales religiosos del Corán.
Usted sostiene que partes del Corán y del hadith -es decir, de las palabras que se atribuyen a Mahoma y que no están en ese libro- fueron escritas mucho tiempo después de la muerte del profeta para justificar un régimen político.
Lo que yo describo es el contraste entre lo que dicen los musulmanes que siguen el Islam de Medina y lo que sugieren los estudios históricos. Es, de nuevo, aplicar la Ilustración a una religión que se ha resistido al cambio durante 14 siglos. Mi idea básica es que hay que aceptar que el Corán ha sido escrito por un ser humano. Y ese ser humano pasó por varias etapas en su vida. De ahí es de donde sale la división entre lo que yo llamo el Islam de La Meca y el Islam de Medina. El de La Meca es muy espiritual, porque se corresponde con el tiempo en el que Mahoma era un líder religioso en esa ciudad. Pero después tuvo que exiliarse a Medina, y se convirtió en un líder político, y en un señor de la guerra. Ahí es donde su mensaje cambió. Se hizo mucho más duro, violento e intolerante. El islam se convirtió en algo más que una religión: en un sistema político.
Algunos musulmanes van en la dirección opuesta a la que usted propugna en su libro. Según ellos, todo lo que tiene que ver con la religión es sagrado. Eso incluye considerar blasfemo burlarse de Mahoma, cuando Mahoma no es Dios.
Hemos llegado a un punto en el que la actitud acerca de Mahoma es imposible de distinguir de la actitud con respecto a Dios. A su vez, la tradición musulmana afirma que Dios habla por medio del Corán. Para comprender el Corán hay que comprender a Mahoma, y viceversa. A día de hoy, todo lo que tenemos para demostrar la veracidad del Corán es Mahoma, y todo lo que tenemos para probar la solidez de Mahoma es el Corán.
Muchas de las prácticas musulmanas más controvertidas son típicas de sociedades rurales, con poco desarrollo económico. Usted se crio en la década de los 70 en Somalia, un país que en aquella época no tenía fundamentalismo, como ahora. ¿Dónde acaba el islam y dónde empiezan las sociedades tradicionales?
Yo viví en Somalia hasta los ocho años. Nadie mencionaba nunca a los no musulmanes. Había gente que rezaba y gente que no. Gente que iba a la mezquita, y gente que no. Después, mi familia se trasladó a Arabia Saudí. Allí fue donde vi la Sharia (la ley islámica) puesta en práctica, donde empecé a ver los efectos de la alianza entre la casa de Saud [la dinastía gobernante en ese país] y Wahhab. El islam de Medina, en definitiva. El que había visto en Somalia era de la La Meca.
Una pregunta más allá del islam: si la religión se va adaptando a los tiempos, ¿qué queda del dogma? En último término ¿no está cuestionando usted la idea de la religión?
Sí. A menudo me encuentro con musulmanes que han dejado muchos aspectos de su fe, pero que rechazan ser ateos. Otros me dicen que se desembarazaron de la fe musulmana y que se convirtieron a otra religión. Parece que tienen un problema para rechazar totalmente la idea de la religión.
¿Cómo es su relación con su familia?
Como ha sido durante años. Mi madre quiere que me convierta al islam, porque si no me condenaré.
¿Y con su padre?
Murió sin que volviéramos a hablarnos.
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