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San Francisco de Borja y el moribundo impenitente, de Goya.

¿Auge de exorcismos? La Iglesia vuelve a creer en el demonio

“Hacemos más falta que nunca”. Manuel Adolfo Acuña es obispo de la Iglesia Carismática Luterana, y uno de los exorcistas más mediáticos del momento. Acuña, que asegura haber hecho más de 1.200 exorcismos a lo largo de su vida, es el responsable de la Escuela de Exorcistas de Europa, una academia ubicada en Torrevieja y “dedicada a la formación de Profesionales del Espíritu, con especialidad en el área de la Liberación, Sanidad, Protección y Armonización psicoespiritual”, y que ofrece cursos online en los que se abordan las maneras de enfrentarse al demonio, la magia, juegos esotéricos, ocultismo o maldiciones, entre otras lindezas.

El curso está resultando un éxito de convocatoria, con participación de alumnos provenientes de una decena de países de Europa y de Latinoamérica, a 50 años del estreno de El Exorcista, la película que mostró por primera vez al gran público algunas de las prácticas de quienes dicen luchar casi cuerpo a cuerpo contra el demonio.

¿Los exorcismos vuelven a estar de moda medio siglo después? Sí, pero con matices. Así lo refleja Luis Santamaría, investigador de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES) y profesor invitado de otro curso, que en este caso cuenta con el aval oficial del Vaticano, y que todos los años se organiza en la universidad de los Legionarios de Cristo en Roma.

“El curso que se hace en Roma lleva ya unos años de trayectoria y se realiza en colaboración con la Asociación Internacional de Exorcistas y con el Grupo de Investigación e Información Sociorreligiosa (GRIS), una entidad dedicada al fenómeno de las sectas”, explica en conversación con elDiario.es.

Junto a la formación en el “ministerio del exorcismo y la oración de liberación” se estudia una doble vertiente: la de la teología y el derecho canónico, por un lado; y las aportaciones de la medicina, psiquiatría, psicología, derecho y hasta criminología, por otro.

“Su principal finalidad es ayudar a los exorcistas –o a los que lo van a ser, o a quienes los ayudan– a conocer en profundidad en qué consiste el exorcismo y, sobre todo, la tarea más difícil de todas, que es el discernimiento de cuándo hay una acción extraordinaria del demonio y cuándo no”, explica Santamaría. El especialista recalca que en muy pocas ocasiones se puede hablar de un exorcismo. De hecho, muestra su extrañeza ante la cifra de exorcismos que dice haber practicado Acuña.

Brujería, ocultismo, venta del alma al diablo

Acuña, en cambio, insiste en que lo que busca su escuela es “la formación de los profesionales del espíritu”, entre ellos los exorcistas, aunque admite que la Diplomatura de Asesor en Discernimiento Espiritual “no es suficiente para considerarse exorcista”, aunque el titulado sí podrá disolver ataduras y obstáculos, fruto de la intervención de las artes malignas. Es decir, no podrá curar endemoniados, pero sí aprender, entre otras cosas, a “distinguir las diferentes clases de magia existentes: blanca, azul, verde, amarilla, negra, etcétera, y sus efectos, como así también la forma de defenderse de ellas y contrarrestarlas”, afirma, así como curar maleficios y maldiciones.

La brujería o la hechicería también forman parte del curso que promociona Acuña. Algo que el autodenominado exorcista considera muy importante. “Hoy vemos brujos ofreciendo en los medios sus trabajos espirituales y hasta las redes enseñan cómo desplegar un pacto demoníaco ¡y también las diversas formas de venderle el alma al diablo!”, señala. Y lo atribuye a una operación de “marketing organizado en favor del demonio para acercar a los jóvenes al Ocultismo”. Casi nada.

Luis Santamaría abomina de este tipo de prácticas, reclamando “erradicar una visión mágica o esotérica del tema”. “Muchos acuden pidiendo recetas mágicas para algún mal que están padeciendo, ritos que surtan un efecto inmediato. Sin embargo, el exorcista plantea a la persona un cambio de vida, una conversión, un camino espiritual, si es cierto que sus males pueden tener un origen espiritual”, explica.

Porque puede ocurrir que el problema no sea demoníaco, aclara. “En el caso de que observe cuestiones de naturaleza mental, lo derivará al profesional psicológico o psiquiátrico adecuado para que pueda hacer un diagnóstico y prescribir, en su caso, un tratamiento”, puntualiza Santamaría, que anima a construir una imagen del tema alejada de las criaturas poseídas que se suben por las paredes, lanzan espumarajos por la boca o hablan en cientos de idiomas. Sin embargo, tanto Acuña como Santamaría se niegan a descartar de plano esas escenas cinematográficas y afirman que en ocasiones pueden verse algunos de estos efectos en las personas afectadas.

“El mundo del cine ha sembrado de mitos esta cuestión, y a veces el espectáculo y el ruido no ayudan a conocer la realidad del exorcismo”, apunta Santamaría. “Lo único que se hace en un exorcismo es rezar: pedirle a Dios que libere a una persona de la acción extraordinaria del demonio si se ha llegado a la conclusión de que eso es lo que le sucede. No se trata de ningún tratamiento para trastornos personales, no es una pseudoterapia como pueden pensar algunos, ni sustituye nada que necesite la persona”.

Junto a la lucha contra el demonio, la Escuela de Exorcistas también asegura que tiene faculta para diferenciar “e interpretar” otros “fenómenos paranormales”. De hecho, han organizado varios encuentros de parapsicología y misterio. ¿Tiene esto algo que ver con la lucha contra el diablo? Para Luis Santamaría, “en muchas ocasiones, estas iniciativas ‘independientes’ de formación sobre exorcismos son un simple negocio, algo que aprovechan algunas personas y grupos para conseguir fondos y, ya de paso, atraer adeptos con un tema que llama tanto la atención”. “Su acercamiento al fenómeno de la posesión demoníaca es puramente instrumental y, en lugar de ayudar, acaban aprovechándose de la gente”, denuncia.

¿Cuántos exorcistas hay en el mundo?

En lo único que ambos coinciden es que no todo el mundo puede ser exorcista. “La Iglesia católica lo tiene claro: los exorcistas son los obispos y aquellos sacerdotes en los que deleguen formalmente esa misión. Ni los laicos, ni los religiosos ni otros curas (que no tengan el mandato) pueden hacer exorcismos” detalla Santamaría.

“En el mundo faltan muchos exorcistas, sobre todo porque hay muchos Obispos de distintas tradiciones cristianas que ya no creen en el diablo”, se queja Acuña, que lamenta que los futuros sacerdotes ya no estudien ‘Angeología’ (la ciencia de los ángeles). “¿Cómo vamos a conocer al demonio, que precisamente es un ángel caído?”, se pregunta. “Busco a través de la Escuela de Exorcistas dejar un legado para que el combate contra el mal tenga cada vez más gladiadores preparados para la victoria hasta que el Señor vuelva”, lanza ceremonioso.

En el mundo faltan muchos exorcistas, sobre todo porque hay muchos obispos de distintas tradiciones cristianas que ya no creen en el diablo

Manuel Adolfo Acuña — obispo de la Iglesia Carismática Luterana

Aunque no hay un número oficial de exorcistas, Acuña da algunos datos. “España cuenta con aproximadamente 37 exorcistas para 70 diócesis; Escocia tiene 3 exorcistas para 6 diócesis; Italia es el que más exorcistas tiene: 290 para 190 diócesis; Suiza cuenta con 10 exorcistas para 7 diócesis; Inglaterra y Gales tiene 16 para 18 diócesis; e Irlanda posee 9 exorcistas para 18 diócesis”. “Es difícil conocer las cifras, porque se trata de una cuestión que se trata con mucha discreción por parte de la Iglesia, y hay que ir preguntando diócesis por diócesis para saberlo”, matiza Santamaría, quien tiene la impresión de que “el número ha aumentado” en los últimos años.

Tomar en serio al diablo

“Creo que muchas Iglesias ¡y esto es triste! han dejado de tomar en serio al diablo”, insiste Acuña. “¿Cómo queremos que entonces la gente lo tome en serio? Lo terrible es que hay quienes buscan ayuda ante el agobio que produce el demonio y no encuentran respuesta apropiada en sus religiones, entonces van a los brujos en busca de auxilio. ¡Se ha privado a los que sufren opresión diabólica, obsesión maligna, vejación y a los posesos de ayuda y se los ha arrojado a los brujos!”, se enciende.

“No creer no te salva de las consecuencias”, advierte Acuña. Y suelta como evidencia una suerte de sociedad secreta, denominada “Sistema Agendado Totalitario Anti Natural (S.A.T.A.N.)” y que “rinde culto al demonio, cada vez en forma más descarada y fomenta la adhesión al mismo”.

Estas iniciativas ‘independientes’ de formación sobre exorcismos son un simple negocio, algo que aprovechan algunas personas y grupos para conseguir fondos y, ya de paso, atraer adeptos con un tema que llama tanto la atención

Luis Santamaría — investigador de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas

“Se trata de una situación contradictoria, ya que, por un lado, la Iglesia sigue hablando muy en voz baja de estos temas, quizás porque sigue pagando por un exceso anterior a la hora de hablar sobre el demonio”, trata de explicar Luis Santamaría, quien reconoce que “a nivel social hay interés por estos temas, muchas veces con un sentido mágico y no religioso, por lo que se ve con una mezcla de miedo y morbo”.

Lo cierto es que “cada vez acude más gente a la Iglesia pidiendo ayuda por estas cuestiones, y por ello ha crecido el número de exorcistas entre nosotros. A ellos les toca la acogida, la escucha y el discernimiento. Muchísimas horas y esfuerzo dedicados a ayudar a los que más lo necesitan, aunque en la inmensa mayoría de casos no haya posesión demoníaca”, zanja.

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